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SPORT en Japón

El Barça se cuela en una novela de Murakami

La surrealista gira asiática parece inspirada en el mundo onírico creado por el siempre aspirante al Nobel de Literatura

"El elefante desaparece pero, a veces, también aparece, que es lo que le ha pasado al Barça"

Iván San Antonio

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Kobe (Enviado Especial)

¿A qué no hay narices a montar una gira japonesa para el Barça sin que el Barça viaje a Japón? ¡Aguántame el cubata! ¿Y si viene? O no. O sí. La realidad no existe, es solo un juego de espejos. No, obviamente no, la culpa no es del Barça, aunque pueda parecerlo. Hoy no, amigos. La culpa, en este caso, es de quienes no han cumplido obligando al club a quedarse en Barcelona tratando de gestionar un lío enorme que obliga a cambiar de planes. Y esto no es como equivocarse de tren y parar en la siguiente parada para deshacer el camino.

Esto parece más una novela de Murakami, el siempre aspirante al Nobel de Literatura que ha hecho soñar a miles de lectores con un viaje onírico, como el del Barça, que nunca han emprendido. Leer a Haruki es adentrarse en un mundo de gatos que hablan, señores que parecen haberse fumado un porro, paisajes tan conocidos como extraños, elefantes desaparecidos e imitadores de George Orwell con números cambiados por letras para parecer modernos.

Un servidor se coló en un avión con su compañero Valentí Enrich, uno de los mejores fotoperiodistas del mundo (y esta sí es una verdad absoluta en esta historia a medio camino entre la realidad y el ensueño) un martes por la mañana pasadas las diez y llegó a Osaka una hora más tarde. Del día siguiente. Los husos horarios pasaron uno tras otro sin parar desde la ventana cabizbaja del artefacto que nos trasladaba rumbo al mundo inagotable de Lamine Yamal.

El buen hacer de Ani, nuestro 'Google' humano en materia organizativa, nos llevó hasta el mismo hotel, el Portopia Kobe, en el que, un par de días más tarde (el tiempo en esta historia es siempre relativo), se hospedaría Lewandowski, Toni Alonso, Laporta y Nomdedeu. Los siempre educados hasta la extenuación nipones, que dan las gracias inclinándose y la bienvenida a veces igual, también les esperaban.

Parte de la expedición, disfrazada de Kafka Tamura, esperaba en la orilla del hotel. Gafas de sol, pose seria, pocas palabras. Sí, la avanzadilla de quienes debían liderar la seguridad de los futbolistas en Kobe, en el hotel Portopia, donde ya tenían preparado todo el dispositivo para acoger a Marc Casadó, que se quedó en casa por imperativo de un guion absurdo.

La expedición, la de SPORT, avanzadilla a su vez de quienes volaban rumbo a lo desconocido (Catalunya Ràdio, RAC1, Mundo Deportivo, TV3...), propuso (Valentí y un servidor) una escapada al Noevir, hogar del Vissel Kobe. Allí, rodeando el magestuoso edificio, guapo porque sí, pero quizás demasiado pétreo, encontramos un cartel que nos invitaba a salir corriendo: "Staff only" (en inglés).

El mundo es de los valientes, así que nos adentramos en un escenario desconocido en el que el cemento con cara de asiento nos miraba ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. Allí no había nadie. Ni el 'staff only' ni, seguramente, nosotros mismos. Hemos venido a una gira y el resultado nos da igual. ¡Haruki! ¡Haruki! ¿Eres tú? No, soy yo. El silencio lo invade todo.

En Japón, por lo menos en Kobe, la ausencia de ruido es un placer. Pocas palabras y motores insonoros cuya máxima expresión surge del japonés que conduce con precisión y destreza vehículos comandados por la más absoluta educación percibida por un ser humano. ¡Viva Japón! Al lado del Noevir, un calor sofocante obliga a adentrarse en cuevas donde sirven comida. En ellas se puede fumar; en la calle no.

En Japón las papaleres no existen y, sin embargo, todo está limpio y todo lo que ocurre es la paz deseada por Murakami, un ex adicto a la noche y aún adicto al jazz que sigue merodeando en cada susurro y cada inclinación expresada por sus habitantes. El Barça no está en Japón y Japón no es Murakami, pero su espíritu nace y crece en todo lo que hoy pasa entre las paredes de un cubículo pintado de azul y grana. Los elefantes han huido al grito de "visca el Barça!". Pero ojo, que el Barça, como gritan unos niños africanos de Osasuna, nunca se rinde...