Ansu y Pedri, contra el pesimismo

¡Atención al caño de Ansu Fati! Laguardia aún está buscando el balón

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Ansu Fati y Pedri juegan sin cuentas pendientes. Hay más osadía que insolencia en su fútbol. Cuando retan a un defensa, lo hacen con la cabeza en la portería. No hay un gesto de más, no se recrean, no buscan que salga en la foto. También en eso demuestran madurez. 

Uno cumplió ayer la mayoría de edad como titular. El otro regaló todo tipos de lujos cuando salió en la segunda mitad. Los dos fueron los mejores del Barça.

Los dos son tan insultantemente buenos, y tan insultantemente jóvenes, que el culé fantasea con un buen equipo, a pesar de estar a ocho puntos del Madrid con un partido menos. A pesar, también, de que haya sumado dos puntos de los últimos 12 en LaLiga. Uno lo logró ayer en Mendizorroza. 

No sumó los tres porque al equipo se le está apagando la luz en el área. Le cuesta un mundo marcar. Le cuesta horrores convertir las ocasiones. Incluso cuando todos sus delanteros terminan jugando. A pesar de contar con un jugador tan resolutivo como Ansu, que celebró ayer su mayoría de edad con una actuación asombrosa.

Insiste Koeman que debe jugar más concentrado. Pero, viéndole en el campo, parece más un toque cruyffista que un retrato cercano a la realidad. Porque ahí, en el césped, hace tiempo que cumplió los 18.  

El canterano regresó a la titularidad en Mendizorroza tras su suplencia en Turín. Y lo hizo en su posición natural, en la banda izquierda, en un Barça con cuatro delanteros. Con Dembélé en la derecha. Messi de enganche. Y Griezmann de falso nueve.

Un arsenal de posibilidades de entrada. Un seguro de gol a priori. Pero hubo un mundo entre lo que podría haber sido y lo que fue. De nuevo el Barça volvió a fallar ocasiones por encima de sus posibilidades. 

Ya ocurrió en Turín y se repitió ayer. Pero esta vez el equipo estuvo mucho más impreciso. En un partido con menos espacios, ante un equipo más agresivo, el Barça empezó desafinado. Con el pie torcido, con la torpeza de los peores días de Dembélé. El francés tuvo uno de esos días. No fue la versión equilibrada de Turín. Fue el jugador capaz de ser un peligro en las dos áreas. Un amenaza para la defensa del Alavés, pero también para la del Barça. 

No es la primera que ocurre ni será la última. Pero más sorprendente fue que Messi perdiera tantos balones en la primera mitad. El argentino no gana los partidos como antes. Pero sobre todo cuesta acostumbrarse a ver como se ha humanizado. Como sufre –casi como el resto- para dejar rivales en el camino y como ha perdido esa precisión irreal en el remate.

El argentino no dejó de intentarlo con una determinación admirable. Como todo el Barça, que fue creciendo y firmó una segunda mitad muy mejorada. Koeman hizo tres cambios en el descanso.

KOEMAN INTERVIENE

Volvió Pedri, entró Pjanic y se sumó Trincao. Mejoró el Barça pero siguió viendo la portería al revés. Y se fue frustrando, como si estuviera viviendo el día de la marmota. Hasta que apareció Griezmann con una definición delicada, precisa, demoledora. Por encima de Pacheco. El gol del empate. Insuficiente. 

Necesitaba el Barça la victoria. Porque, entre partidos pendientes, pinchazos y actuaciones arbitrales controvertidas el equipo se va dejando puntos en cada partido. Le falta urgencia y puntería, como si jugara acomodado en la idea de que esto es muy largo. Pero, o cambia el chip, o se va a quedar en tierra de nadie más pronto que tarde.