Aniversario Romario: ¿Por qué sigue siendo la gran debilidad de los culés?

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Dídac Peyret

Dídac Peyret

Los goles de Romario había que disfrutarlos con música de fondo. Eran los noventa y sus jugadas llenaban decenas de cintas VHS con recopilatorios de 'TV3'. Sonaba la voz de Xavi Torres y no había mejor hilo musical que la canción 'Fio Maravilha', un clásico brasileño de Jorge Ben Jor.

La letra decía así: "E novamente ele chegou com inspiração com muito amor com emoção com explosão e gol. Sacudindo a torcida aos 33 minutos do segundo tempo depois de fazer uma jogada celestial em gol". El tema parecía hecho para él. Aquel astro de mirada ausente era como un ángel caído del cielo.

Podía pasarse todo el partido sin decir ni pío para regalar en un minuto una obra majestuosa, un detalle de genio, un arranque de talento puro. La cola de vaca a Alkorta, la vaselina en El Sadar o el globo memorable ante la Real. Uno no recuerda a nadie tan frío en el área, tan delicado en el remate y tan imprevisible en la maniobra.

Fuera del campo todo parecía importarle poco o nada. En el vestuario apenas reparaba en sus compañeros y cuando terminaba el entreno dormía. Luego se despertaba y salía de fiesta.

Romario era un solista exéntrico. Un mercenario del gol. O Baixinho no hacía concesiones, iba de cara y al que no le gustaba le invitaba a salir de su camino. "Un jugador tiene pocos amigos, porque en fútbol no existe la amistad verdadera", llegó a decir. 

En el PSV acabó con la paciencia de sus compañeros (que se lo pregunten al hermano de Ronald Koeman). Y en el Camp Nou negociaba con Cruyff sus vacaciones con apuestas rocambolescas. Para él el fútbol comenzaba y terminaba en el área.

GOLEADOR NOCTURNO

Cuatro eran (y siguen siendo) sus grandes pasiones: el gol, la noche, la música y las mujeres. Y no necesariamente en este orden. "Hace dos semanas salí por la noche, llegué a las siete de mañana al hotel, luego marqué tres goles. Desde entonces no he vuelto a salir más y los goles no llegan, así que habrá que empezar a salir por las noches. Salí el jueves, salí viernes y saldré el sábado" (Romario dixit).

La misma promiscuidad que reconocía fuera del campo, lo aplicaba luego con los equipos. "Soy ciento por ciento infiel. Me defino como un mujeriego y, en mi apogeo de promiscuidad, llegué a acostarme con tres mujeres el mismo día".

El único equipo de Romario era Brasil. En su país se hizo un hombre demasiado pronto en las Favelas. Luego le dio la gloria en el Mundial de Estados Unidos. Y ahora anda metido en política.

Tras la Liga de los 30 goles y la depresión de Atenas ganó el Mundial. Ahí se terminó el Romario del Barça aunque regresara a regañadientes tras unas vacaciones a la carta. 

O Baixinho se marchó un viernes 13 sin apenas despedirse de sus compañeros. El culé solo disfrutó una temporada y media de un jugador de dibujos animados. Suficiente para recordarlo como un milagro irrepetible.