El análisis de Dembélé: "Será un firme candidato al Balón de Oro"

Juanma Romero

Juanma Romero

"Técnicamente es un superdotado. Cuando el duelo Messi-Cristiano acabe, será un firme candidato a Balón de Oro”. Nadie hubiese dicho algo así si no hubiese observado cosas que diesen pie a ello. Thomas Tuchel sí, aunque aquellas palabras llegasen tan solo nueve meses después de que cayese en sus manos el descomunal talento de Ousmane Dembélé.

El francés no pudo dar con mejor mentor tras su rápida salida del fútbol francés. Tuchel, que ya convirtió en estrella a un desconocido Julian Weigl, no tardó en darse cuenta del potencial que atesoraba su joven pupilo. Casi como un artesano, el técnico alemán trabajó sin descanso en busca del mejor encaje posible para Dembélé dentro de un sistema que sin Mkhitaryan, y con Reus más tiempo de baja que sobre el césped, quedó huérfano de chispa.

Desde la pretemporada, Dembélé empezó jugando de todo. Como punta, escorado a la izquierda, a la derecha, de enganche. En la inquieta pizarra de Tuchel, Dembélé tuvo un papel decisivo: ser el desequilibrio. Y no necesitaba mucho para serlo. Su deslumbrante conducción y manejo de las dos piernas, unido a su velocidad y gran zancada, le permitía salir por cualquier lado y casi siempre airoso, dominando el tempo y creando situaciones ventajosas cada vez que entraba en contacto con el balón. Aunque ni él mismo sepa todavía con cuál de los dos pies golpea mejor.

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¿Dónde juega mejor Dembélé?

La combinación entre una creatividad innata, un tremendo descaro y el don constante de la imprevisibilidad, hicieron de Dembélé un jugador difícilmente defendible durante la 2016/17, cuál fuera su posición en el campo. 

En Francia, debutó como profesional por la izquierda pero pasó por la derecha y la mediapunta, zona ésta en la que más produjo: siete goles y dos asistencias en seis partidos, por los dos goles y una asistencia en 13 encuentros como extremo derecho y los tres goles y dos asistencias en nueve duelos actuando por la derecha. En Alemania, contra lo que se pueda pensar, Dembélé pisó más el centro del ataque (23 encuentros) que la izquierda (15) y la derecha (9).

En sus primeros diez partidos en la Bundesliga, Dembélé empezó ocupando el carril zurdo en siete de ellos, dando tres asistencias de gol y anotando otro. Paulatinamente, a menudo incluso durante el transcurso de un mismo partido, Tuchel lo fue rotando por las otras dos posiciones. Si por algo destacó el francés en sus primeros meses en el fútbol alemán, además de su facilidad para encarar y regatear, fue por su finura en el pase de gol. Centros medidos, desde un lado u otro, y toques con la velocidad justa para que el receptor recibiese de la mejor forma antes de tener que encarar al portero rival. Dembélé no jugaba para marcar, sino para que otros lo hicieran. Sobre todo Aubameyang.

El delantero gabonés fue el principal beneficiario del torrente ofensivo que significó Dembélé en el Dortmund de Tuchel. De los 30 goles que anotó Aubameyang, y que le sirvieron para levantar su primer trofeo de máximo goleador en la Bundesliga, diez vinieron precedidos de un pase de Dembélé. En total, el francés dio 22 asistencias vistiendo la camiseta del BVB. Un pase de gol cada 169 minutos. En comparativa: Neymar dio la pasada temporada una cada 189 minutos de juego. Pero como todo jugador joven, Dembélé no es perfecto.

¿Qué debe mejorar?

“Es una caja repleta de herramientas. Solo tiene que aprender a utilizar las adecuadas en el momento oportuno”, comentó también Tuchel sobre su aventajado alumno. Y así es. Dembélé es un torbellino de recursos técnicos pero a veces, no demasiadas, todo sea dicho, peca en la toma de decisiones. Algo que tuvo que ver con la gestión del técnico alemán, que en el tramo final de temporada lo fue acercando más al centro y alejando, en consecuencia, de los extremos. Ahí, Dembélé tuvo que entrar en mayor contacto con el balón y entre más jugadores, lo que complicó su lucimiento, al gozar de menos espacios, pero elevó, en contraprestación, su comprensión colectiva del juego, ya de por sí elevada.

El primer gran aviso de esa tendencia fue en diciembre ante el Real Madrid, en el Santiago Bernabéu. Dembélé estuvo muy presente en la elaboración, viniendo a recibir muy atrás y sintiéndose importante. No sumó ni asistencias ni goles en el 2-2 final pero hizo gala de una personalidad arrolladora, jugando sin complejos ante jugadores como Casemiro.

La confirmación llegó en abril, en el Allianz Arena. En el duelo de semifinales de la Copa Alemana empezó sacrificándose en defensa para tapar a Ribéry y terminó en los compases finales de la segunda mitad siendo crucial en la remontada de los suyos con una asistencia a Aubameyang con la derecha y un soberano golazo con la izquierda. Semanas más tarde, en la final, con otro recorte con la derecha para definir con la otra pierna, abrió el camino del título para el BVB.

¿Qué puede esperar el Barça?

Barcelona no es Dortmund. Si pule el aspecto mental, ya que puede dar la sensación de que desconecta del juego por momentos, el futbolista francés lo tiene todo en su mano para dominar el fútbol en los próximos años. Tampoco debería Valverde agarrarse al regate como principal argumento de su fútbol, aunque la pasada temporada solo Neymar y Messi regatearan más que él. Dembélé es mucho más, ya sea pegado a la izquierda - como relevo natural, y lógico, de Neymar - tirado a la derecha para permitir que Messi juegue más centrado y cerca del área o como acompañante de Suárez. El francés es una bendición para el ataque azulgrana, tan falto de chispa desde el adiós de Neymar. No conoce el miedo, ni para que exista escenario que lo ablande.

El tiempo dirá si algún día Dembélé estará entre los candidatos a ganar un Balón de Oro. Difícil decirlo. El fútbol se hace demasiadas preguntas a diario. Lo indiscutible son las sensaciones que un futbolista transmite cuando entra en contacto con el balón. Y Dembélé, en eso, es una absoluta certeza. En Can Barça no se van a aburrir. Dicho queda.