Historia SPORT

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La agitada vida de Gorostiza, el George Best del Athletic

Delantero rápido y gran goleador, dos veces Pichichi, dilapidó su vida por el alcohol y murió arruinado a los 57 años

Dos libros de reciente publicación incluyen sendos capítulos sobre su intensa biografía

Gorostiza marca en el partido de Liga jugado en San Mamés, Athletic 6 - Valencia 2, en 1934

Gorostiza marca en el partido de Liga jugado en San Mamés, Athletic 6 - Valencia 2, en 1934 / Athletic Club Museoa

Javier Giraldo

Javier Giraldo

La final de Copa entre el Athletic y el Barça invita a rescatar la figura de unos de los futbolistas más carismáticos de la historia del club bilbaíno, Guillermo Gorostiza, titular en la final que ambos equipos disputaron en 1932 (ganó el Athletic, 1-0, con gol de Bata) y protagonista de una vida azarosa, llena de altibajos y sin final feliz. 

Nacido en 1909 en Santurce, hijo de un médico y criado en un ambiente privilegiado, Gorostiza demostró desde muy joven que nada ni nadie sería capaz de dominar su espíritu rebelde y díscolo. 

Fue mal estudiante y todos los intentos de su padre porque sentara cabeza acabaron fracasando: lo envió incluso a Argentina con un familiar, pero el joven Guillermo pasaba más tiempo en las tabernas y jugando a la pelota que labrándose un futuro.

De regreso a España, pasó por la Marina, en El Ferrol: supo convencer a su teniente de que sería más útil jugando en el equipo del pueblo –el Racing de Ferrol- que pelando patatas en la cocina. Años antes ya había demostrado su talento en el Arenas de Getxo, pero fue entonces cuando el Athletic se fijó en él. 

Dos libros recuerdan la figura de Gorostiza

Dos libros recuerdan la figura de Gorostiza / Muddy Waters / Samarcanda

Corría el año 1929. Gorostiza, delantero hábil y goleador, rápido, diestro jugando por la izquierda y experto trazador de diagonales (cuando ese concepto apenas existía en el fútbol) iniciaba su etapa como jugador del Athletic

Ganó cuatro títulos de Liga y cuatro de Copa con el equipo bilbaíno. Participó en la que sigue siendo la mayor goleada de la historia de Primera (12-1 del Athletic al Barça en 1931), en un 0-6 al Madrid en Chamartín y fue Pichichi en 1930 y 1932. También jugó el Mundial de 1934 con la selección española.

Pero Gorostiza, al que ya llamaban ‘Bala roja’, llevaba una vida absolutamente desordenada: pasaba noches enteras de juerga y bebía sin control. Solía ser el último en llegar al estadio en los días de partidos, a veces incluso sin haber dormido.

La Guerra Civil cortó su fulgurante trayectoria: se enroló en la selección de Euskadi que se fue de gira por la Unión Soviética para apoyar la causa republicana, pero cuando comprueba que los franquistas están a punto de tomar el País Vasco, deserta y regresa a Bilbao: se enrola en el Tercio carlista de Ortiz de Zárate y pelea en el frente de Teruel. 

Después de la guerra, al Valencia

Concluida la guerra, el Athletic lo traspasa al Valencia, donde jugó seis temporadas más, en las que logró dos campeonatos de Liga y una Copa. Formó parte de la ‘delantera eléctrica’ del Valencia junto a nombres como Amadeo, Mundo o Asensi. 

“Le pegaba al vino y al coñac. No lo podía evitar. Más noble no podía ser, pero tenía que beber. Yo le vi estar sobrio quince días y no ser capaz de mandar una pelota a quince metros. Sin embargo, otras veces llegaba al campo beodo y hacía un partido enorme”, recordaba Asensi. 

La anécdota que mejor resume la afición de Gorostiza por la vida nocturna sucedió en 1941, cuando jugaba en el Valencia. Gorostiza jugó el partido de vuelta de los cuartos de la Copa en Sevilla y al día siguiente, cuando su equipo iniciaba viaje hacia Vigo para jugar su siguiente partido ante el Celta, ‘Bala roja’ desapareció sin dejar rastro.

"Aquí hay un hombre con aspecto de pordiosero. Dice que es Gorostiza"

No se supo nada de Gorostiza durante días. El día del Celta-Valencia, a falta de media hora para el arranque del partido, el conserje del estadio dio un aviso al delegado del Valencia. En la puerta había un hombre con aspecto desastrado. "Oigan, aquí hay un hombre con aspecto de pordiosero diciendo que es Gorostiza. Y la verdad es que se le parece".

De rodillas, pidió disculpas al entrenador y a sus compañeros, se lavó la cara, se puso las botas y marcó el 1-2 que clasificó a su equipo para la final de Copa. 

Días después, el Valencia recibió una factura de 120.000 pesetas de parte de un tablao flamenco de Sevilla por los daños causados, y otro recibo de un sastre, también sevillano, por valor de 20.000 pesetas. 

"Me ha ido mal en la vida. He tenido problemas de salud. Me han dado la extremaunción hasta en cuatro ocasiones"

En 1946, a los 37 años, Gorostiza abandonó el Valencia. El presidente del club, Luis Casanova, le organizó una despedida a lo grande, lo abrazó y le entregó un regalo en nombre del club

Dos libros de reciente publicación se detienen en repasar la biografía de Gorostiza: ‘Campeones de medianoche’, de Daniel Entrialgo (editado por Muddy Waters), dedica un capítulo a Gorostiza, titulado ‘Juguetes rotos y una pitillera de oro’ y que recoge las palabras del propio jugador en la película ‘Juguetes rotos’, dirigida por Manuel Summers en 1966. 

Me ha ido mal en la vida. He tenido problemas de salud. Me han dado la extremaunción hasta en cuatro ocasiones. Vivo de la caridad. No tengo nada. Del recuerdo no se come, ¿sabe?”.

La monja del hospicio en el que vivía recogió sus escasas posesiones, entre ellas, una pitillera de oro escondida bajo la almohada

Gorostiza se quejaba de que las autoridades franquistas le habían dejado tirado. "En esta vida hay que pasar la mano por el lomo hasta al lucero del alba, y yo no sirvo para eso", lamentaba.

Falleció pocas semanas después, el 24 de agosto de 1966, a los 57 años. La monja del hospicio en el que vivía recogió sus escasas posesiones, entre ellas, una pitillera de oro escondida bajo la almohada. 

También el periodista Joel Sierra dedica a Gorostiza un capítulo en su libro ‘El club de los olvidados’ (Samarcanda). 

"Incapaz de administrar las ganancias de su dilatada trayectoria y habiendo fracasado en la puesta en marcha de una ferretería en Bilbao", narra Sierra, “Gorostiza todavía jugó dos temporadas más en Tercera división. La primera de ellas fue en el Juvencia de Trubia, el club más antiguo del concejo de Oviedo”.

Dos vagones de chatarra

El modesto club asturiano estaba junto a una fábrica de coque y el sueldo de Gorostiza eran dos vagones de chatarra que él mismo tuvo que vender para poder cobrar.

En 1951, el Athletic le organizó un partido de homenaje que le reportó 100.000 pesetas, pero Gorostiza no tardó en despilfarrarlas. Vivió el resto de sus días de la caridad.

La pitillera de oro que le acompañaba en el día de su muerte fue la única posesión que no tuvo que empeñar para sobrevivir. Era su refugio sentimental y acabó siendo su epitafio: la pitillera que Luis Casanova le había regalado cuando dejó el club y en el que había grabado unas palabras. 'A Guillermo Gorostiza, el mejor extremo izquierdo del mundo de todos los tiempos'.