El Palau 'ensayó' los cuartos de la Euroliga en un ardiente clásico
La afición llevó en volandas al Barça y montó en cólera con la expulsión de Mirotic (y Abalde)
El Palau también debe ser una olla a presión en los dos primeros duelos ante el Bayern (19 y 21 de abril)
Hacía tiempo que el Palau no registraba un lleno tan absoluto como el domingo, con casi 7.500 espectadores que jugaron un papel importante para la victoria por 108-97 en la prórroga de un cuadro azulgrana que durmió aún más líder de la Liga Endesa con tres victorias más que el Real Madrid y el basket-average favorable.
Fue un clásico muy caliente que llegaba marcado por la firme decisión de Pablo Laso de apartar definitivamente del equipo al exazulgrana Thomas Heurtel y a Trey Thompkins con la imperdonable salida nocturna de ambos en Atenas la noche antes del duelo ante el Panathinaikos mientras sus compañeros velaban armas.
Para la afición azulgrana la visita del eterno rival ejerció un efecto ultramotivador en el mejor ensayo posible para los cuartos de final de la Euroliga. Primero de la fase regular, el equipo que dirige Sarunas Jasikevicius recibirá al FC Bayern el 19 y el 21 de abril en los dos primeros partidos de cuartos de final (al mejor de cinco) y ahí el apoyo de la grada será fundamental. Aunque será en martes y en jueves, el objetivo debe ser que se repita el ambiente de este domingo.
El Palau se dejó notar por primera vez en cuanto aparecieron los jugadores del Real Madrid para calentar. Bronca monumental que se repitió cuando regresaron para ultimar la puesta a punto y en las posesiones importantes, sobre todo en el último cuarto y en la prórroga.
Uno de los momentos más tensos de la tarde-noche llegó en el ecuador del último cuarto, cuando la estrella local Nikola Mirotic y Alberto Abalde casi llegan a las manos y los colegiados decidieron expulsarlos al señalarles una técnica y una antideportiva. "¡Así, así, así gana el Madrid!", resonó en el coliseo azulgrana.
En cierta medida, la prórroga la ganó también la afición. Cuando la dinámica parecía más favorable para los blancos, Nigel Hayes emuló a Rolands Smits y a Laprovittola para echarse el equipo a sus espaldas. Del resto se encargó el Palau, que fue una olla a presión en la última decena de ataques madridistas.
El final, éxtasis en la 11ª victorias del Barça de Saras en los últimos 14 clásicos y mientras Pablo Laso se fue con cierta vehemencia hacia los árbitros, un grupo de aficionados con cierta sorna empezó a gritar: "¡Que bote, que bote Pablo Laso!"
La otra incógnita era el ambiente en el seno del Madrid después de una semana especialmente convulsa y ahí la respuesta de todo el colectivo fue positiva. En cada cambio, los jugadores chocaban la mano de su técnico y las palabras eran cálidas sin el más mínimo atisbo de 'mal rollo' en una muestra de que podrían haber tocado fondo ya.
Lo que sí fue visible es el nerviosismo del vitoriano y de su cuerpo técnico, que fue en aumento a medida que veían posible una victoria que habría tenido un claro efecto balsámico. Los golpes a las sillas del banquillo se repitieron cuando peor iban las cosas o con la dudosa falta clave que señalaron los árbitros a Vincent Poirier sobre Sertaç Sanli.
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