FIRMA INVITADA

Escribe Pablo Iglesias: La canasta de Aleksandr Belov

El baloncesto se parece más a la política que el fútbol. Tiene escasos momentos mágicos, pero valiosos 

e irrepetibles

Pablo Iglesias disfrutó viendo los partidos de la selección en el Eurobasket

Pablo Iglesias disfrutó viendo los partidos de la selección en el Eurobasket / sport

Pablo Iglesias (Firma invitada)

Cuando a tres segundos de que terminara la final olímpica de Múnich, Doug Collins anotó los dos tiros libres que ponían a EE.UU. por delante de la URSS en el marcador, pocos podían imaginar lo que iba a ocurrir después. Me ahorro los detalles; el caso es que la URSS anotó la última canasta y la Guerra Fría se calentó de lo lindo. Fue uno de esos momentos eternos del baloncesto que me eriza la piel cuando lo veo, a pesar de que ocurrió mucho antes de que yo naciera. 

El baloncesto tiene algo que no tiene el fútbol y es la escasez, respecto al deporte rey, de momentos mágicos. Eso es precisamente lo que da a esos momentos un valor tan elevado. El fútbol nos reserva cada año muchos acontecimientos épicos; no es infrecuente ver a un equipo modesto ganando a uno de los grandes, ni tampoco asistir a una gran remontada ni ver cómo una genialidad individual resuelve un encuentro. El basket no es así. En el baloncesto ganan siempre los mejores, todo es mucho más previsible, los centímetros y el físico de los jugadores son determinantes. El baloncesto, en resumidas cuentas, se parece mucho más a la política que el fútbol.

Por eso, los escasos momentos mágicos en el baloncesto son tan valiosos e irrepetibles: la canasta de Belov, Anthony Spud Webb ganando el concurso de mates del 86, Rafa Vecina superando a rivales más altos y más fuertes, el duelo entre Oscar Schmidt y Drazen Petrovic en la final de la Recopa de 1989, el mate con el que un imberbe Gasol ganó su doctorado frente a Kevin Garnett en 2001 o Rudy machacando en la cara de Howard en una final en la que la selección de Aíto jugó quizá el mejor partido de su historia. 

En política, los momentos mágicos en los que algo increíble ocurre son también escasos. Por esos somos enormemente afortunados al vivir lo que estamos viviendo desde hace año y medio. 

El adversario anotó sus tiros libres y quedan 3 segundos. Algunos se felicitan y afirman condescendientes que tuvimos el mérito de agitar la política; que hemos hecho, al fin y al cabo, un buen partido, y que nos hemos ganado el derecho a jugar en la ACB de la política. Pero, cuidado, quedan tres segundos y hemos pedido tiempo muerto. 

Aleksandr Belov e Ivan Edeshko se están mirando a los ojos.