La entrevista

Carlos Jiménez: "El baloncesto es un deporte de bestias jugado por caballeros"

Este ‘colgado del aro’ ha reunido en una ingente obra más de un siglo de historia de la canasta en España. Todo empezó con Eladi Homs y anónimos pioneros que comenzaron jugando a basket con alpargatas en campos de tierra...

Carlos Giménez, en la redacción de SPORT

Carlos Giménez, en la redacción de SPORT / sport

Josep González

670 páginas, cerca de 300 testimonios, un kilo y 200 gramos de libro... ¿Ha sido un parto laborioso?

Me ha llevado dos años y medio y, más que un parto, ha sido un aprendizaje encantador con personas que me han contado sus historias como si fuera un amigo o un familiar más.

¿Cómo nació el proyecto?

Hace más de una década. Descubrí, muy tarde, la obra de Justo Conde ‘70 años de basket’ y vi que acababa en 1989. Me picó la curiosidad para hacer una obra continuista, renovada y complementaria.

No es una historia al uso…

El objetivo era dar a conocer la historia a través de sus propios protagonistas con esos detalles que no puedes captar desde fuera, sentado en la grada, y combinar su relato con clasificaciones, datos, plantillas... A los locos del basket nos encantan los números, pero por encima de todo es un libro narrativo.

El libro se ha construido con aportaciones variopintas, desde jugadores a técnicos, árbitros, dirigentes, periodistas… 

Eso era un aspecto importante porque parece que el baloncesto solo sea de los jugadores y los entrenadores y, por ejemplo, sin árbitros no existiría, son un colectivo muy inteligente, con una responsabilidad brutal y poco valorado. O por ejemplo también los directores deportivos, presidentes, preparadores físicos, periodistas... Ver el basket desde diversas perspectivas y diferentes épocas ha sido muy constructivo.

Ha contado con prestigiosas colaboraciones, desde Eduardo Kucharski o Marcel.lí Maneja, que ya nos dejaron, pasando por Pau Gasol, Navarro, Epi, Aíto, Luyk, Norris, Villacampa...

Ha sido increíble. Empecé con los que más me conocían y luego ha sido como un efecto dominó. Vieron que lo que estaba haciendo era una locura encantadora y al final todo el mundo se quería involucrar.

¿Se ha dejado a alguien?

Aunque son casi 300 personajes, son la punta del iceberg de muchísima gente que ama el baloncesto y que debería estar en este libro. Me duele sobre todo no haber podido conocer personalmente a Carlos Jiménez, tocayo y periodista de referencia en el basket, que ha sido como un maestro para mí, que me ayudó muchísimo en la distancia y que falleció recientemente. Y me arrepiento de no haber podido contactar antes con algunos protagonistas que también nos han dejado sin que pudiera hacerles partícipes de esta obra.

Aun así, debe estar satisfecho...

Sí, es una primera edición pero es una obra viva en la que el lector puede aportar, corregir cosas y ayudarme a mejorarla en próximas reediciones.

No debe haber sido fácil condensar un siglo de historia…

Ha sido lo más difícil. A quién elegir, a quién no, quién no quería, quién no estaba porque ya había fallecido...

¿Qué le ha aportado a nivel personal elaborar este libro?

Pues ha sido como algo terapéutico. Hablar con personas que tienen hasta 50 años más que yo y ver que tenemos la misma ilusión me ha impresionado. A nivel personal pensaba que estaba muy metido en el basket y he descubierto que no conocía su historia. Este libro me ha abierto los ojos.

¿Y a quién debemos el honor de que haga más de cien años el basket llegara a estos lares?

Aunque hay controversia y aún no se le ha reconocido, a Eladi Homs, un profesor que en 1907 enviaron a Estados Unidos a aprender nuevas formas de enseñanza para los alumnos y, entre otras cosas, volvió con el baloncesto en su maleta y lo propuso en una escuela de Terrassa como algo pedagógico. Años más tarde lo expandiría el padre Millán. 

En el mundo de la canasta un caño o un ‘alley-oop’ se aplaude; en el fútbol ya ven lo revueltos que andan con las filigranas de Neymar o el penalti de Messi…

Hay mucho más ‘fair play’, sin duda. El baloncesto es una forma de divertir y educar intelectualmente, es como un juego de ajedrez. Solo hay que ver la relación entre los jugadores, que miden 30 o 40 centímetros y 30 kilos más, con los árbitros, es increíble. Es un deporte de bestias jugado por caballeros.