La entrevista

Miquel Pucurull: "Corro para alejar los problemas de la vejez"

Acaba de publicar el libro ‘Nunca es tarde’, del Grupo 62. “Es algo que me llena de satisfacción. 

Miquel Purucull, en una imagen de archivo

Miquel Purucull, en una imagen de archivo / sport

Carlos R. Galindo

77 años y sigue corriendo. ¿Por qué...?

Es mi vida. Correr, el asfalto, los atletas populares... ¡Ah, mis amigos! Son tantos...

Usted dice que ‘Nunca es tarde’.

Nunca es tarde para empezar a correr, nunca es tarde para engancharse a la vida, a los yayos no se nos puede arrinconar como si fuéramos trastos viejos, nunca es tarde para rebelarse.

Siga, por favor...

No quiero que se me vea como a un apóstol o alguien que solo hace proselitismo. Mi mensaje nace de una realidad que algunos pretenden ignorar. Los viejos servimos para muchas cosas, somos útiles a la sociedad, cumplimos un papel y debemos reivindicarlo activamente. Nuestro potencial  es irremplazable. 

Recapitulemos. ¿Usted empezó a correr a la edad de...?

40 años –me ataja–. Quería perder peso y ya no sabía qué hacer. Estaba harto de dietas que no funcionaban y de sacrificios estériles. En 1979 cayó en mis manos un artículo de Ramon Oliu publicado en el diario Avui y a finales de ese mismo año, ya participé en la Jean Bouin. En 1980, corrí mi primera maratón de Barcelona. 

¿Y desde entonces...?

He participado en 32 maratones de Barcelona. En total, 45... Para celebrar mi 70 cumpleaños afronté tres. Una pasada.

¿Qué encontró en el asfalto?

Trotar me liberaba del estrés de la faena. Los médicos recetan a la gente –sobre todo, a los viejos– pastillas cuando en realidad  deberían aconsejar algún tipo de deporte. No se puede imaginar lo que se ahorraría la Seguridad Social en medicamentos.

Pero la gente mayor...

Especialmente para la gente mayor. No es necesario que corran maratones ni nada parecido, pero sí que caminen, que suban por las escaleras de sus casas. Cuando uno envejece, la cuestíon física es muy importante pero la emocional todavía lo es más. 

¿Cuál es su consejo?

A los yayos tienen que darnos caña porque, de lo contrario, es como si fuéramos a ver escaparates. Hay que ser exigentes; yo vivo en un octavo piso y siempre subo a pie. 

¿Cómo se define usted?

Soy un viejo-joven. No reniego de mi edad pero mi espíritu es el de un joven. Aún me queda mucho por hacer. 

¿Le da miedo envejecer?

Me da miedo la muerte. Mejor dicho, me da miedo el sufrimiento que puede comportar la muerte. Eso sí me asusta. 

Usted, sin una carrera, llegó a ser director de marketing de una importante empresa... 

Lo que valen son los conocimientos, la experiencia... Empecé de comercial y sí, llegué a directivo.  

Cuando se jubiló decidió estudiar una carrera universitaria...

Sí, me matriculé en Sociología. Durante un examen tuve un lapsus de memoria que me duró 24 horas y me asusté mucho. Decidí seguir estudiando, pero sin examinarme. Así pues, soy un sociólogo sin título. 

¿Qué consejo daría a los viejos?

Que estén al loro de todo lo que ocurre a su alrededor. Que sean activos...

Sé que hay algo que me quiere explicar...

Sí. Corro por una causa solidaria –lo que en EE.UU. se conoce como Run for Charity–. Mi nieta sufre diabetes infantil y trato de recaudar dinero para que siga adelante la investigación en el Hospital Sant Joan de Déu. Es mi granito de arena.