10 mujeres que cambiaron el deporte
(y quizá aún no conocías)


Textos: Cristina Moreno, Marc Marín - Video: Joan León, Dolça Pedret, Joaquín Soneira - Edición: Miki Soria
El mundo del deporte fue durante muchos años un coto privado para los hombres. Incluso teniendo en cuenta sólo la época moderna, las mujeres habían quedado relegadas a roles secundarios o incluso a la invisibilidad. En los primeros Juegos Olímpicos, celebrados en Grecia en 1896, no se permitió la competición a las mujeres, que tuvieron que esperar a la siguiente cita, en 1900, en París, para tener presencia. Entonces solo 22 de los más de 999 inscritos fueron mujeres. Muchas décadas después, en París 2024, se cerró ese círculo, consiguiendo la paridad en una cita olímpica.
Un hito que arrancó con una pionera como Alice Milliat, una francesa aguerrida que plantó cara al barón Pierre de Coubertin y luchó por la inclusión de las mujeres en los Juegos. Su nombre es solo uno de los muchos que han roto barreras para el sexo femenino en el deporte. Mujeres que con valentía, se enfrentaron a las convenciones sociales de su época, para abrir un camino que hoy es una realidad.
En la actualidad existen todo tipo de competiciones femeninas: Giro, Tour y Vuelta; la Eurocopa o el Mundial de fútbol, los Eurobasket, el circuito WTA en el tenis... Ejemplos en prácticamente todos los deportes que son resultado de la lucha de nombres como Lusia Harris, Billie Jean King, Lilí Álvarez o incluso más recientes como Ana Carrasco o Laia Sanz.
Personajes que consiguieron ser referentes, en algunos casos casi sin buscarlo, solo deseando poder practicar sus deportes. Personajes que merecen su lugar en la historia como representación de muchas otras que contribuyeron a visibilizar el deporte femenino. con grandes esperanzas
Charlotte Cooper
El primero oro olímpico de una mujer
La historia del deporte femenino ha estado marcada por los esfuerzos de mujeres que marcaron el camino y rompieron barreras, cuando ni los tiempos ni la cultura estaban a favor de sus objetivos. Son muchos los nombres que podrían ocupar la lista de mujeres pioneras, las que hicieron época en ámbitos vetados para ellas pero si hay que remontarse para encontrar cuál fue la primera pionera, probablemente los libros de historia estarían de acuerdo en que esa es Charlotte Cooper.
Charlotte Reinagle Cooper, hija de una un molinero de Caversham y una estadounidense, nació en 1870 en Ealing, Middlesex, siendo la menor de seis hermanos. En una época poco propicia para el deporte femenino, Charlotte se interesó pronto por el tenis y bajo el abrigo de sus padres se formó en el club de este deporte de su localidad natal. Su talento no pasó desapercibido para sus entrenadores y pronto Harold Mahony, quien fuera más tarde campeón de Wimbledon y olímpico, se hizo cargo de su entrenamiento. Con solo 14 años ganó el campeonato de su club y con 23 sumó su primer título absoluto y alcanzó las semifinales en su debut en Wimbledon.
Con un look alejado del actual, con camisas abrochadas hasta el cuello, faldas largas y ausencia de colores, el estilo directo y ágil de Charlotte pronto la hizo destacar.
Charlotte Cooper, tenista y primera mujer ganadora de un oro / Redes Sociales
Charlotte Cooper, tenista y primera mujer ganadora de un oro / Redes Sociales
Apenas dos años después de sus primeras semifinales, conseguiría alzarse con la corona individual en el All England Club. Después llegarían cuatro victorias más sobre el césped londinense, el último convirtiéndose en la persona más veterana en ganar el torneo con 32 años y 282 días. Un registro que sigue vigente a día de hoy. En 1912 llegó a jugar una nueva final de Wimbledon, con 40 años, y aunque perdió, siguió demostrando estar a un alto nivel. Su carrera como tenista continuó hasta los 50 años, una cifra inusual, tanto para la época como para la actualidad.
Hito olímpico
Sus logros tenísticos colocaron a Cooper en el panorama deportivo internacional pero su nombre entró en la historia por un mérito más importante aún, el de ser la primera mujer en conquistar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. La británica fue una de las pocas mujeres que formaron parte de la cita de París 1900, la primera en que las mujeres pudieron participar. Fueron 22 las valientes, de un total de 997 participantes, que compitieron en cinco modalidades: tenis, vela, crocket, hípica y golf.
Charlotte se impuso en la final a la francesa Hélène Prévost por 6-1, 7-5. Pese a su, su medalla se le entregó hasta San Luis 1904 (Estados Unidos). Para rematar su éxito, se llevó también la presea dorada en el cuadro de dobles junto a Reginald Doherty.
Su historia, en un minuto
Su historia, en un minuto

Katherine Switzer
Un maratón, brillo labial y muchas barreras que romper
"No tenía idea de que iba a convertirme en parte de esa historia. No estaba corriendo Boston para demostrar nada; solo era una niña que quería correr su primer maratón". La participación de las mujeres en maratones por todo el mundo es a día de hoy una imagen habitual pero no siempre fue así. Lo explica bien en sus memorias Katherine Switzer, una atleta estadounidense de origen alemán que en 1967 dinamitó todas las reglas establecidas y participó en una Maratón de Boston que hasta ese momento estaba reservada solo para los hombres.
Conseguir participar no fue la parte más difícil del proceso. "Consultamos el reglamento y el formulario de inscripción; no había nada sobre el género en el maratón. Rellené mi número de AAU, pagué 3 dólares en efectivo como cuota de inscripción, firmé como siempre firmo mi nombre, "KV Switzer", y fui a la enfermería de la universidad para obtener un certificado de aptitud física. (A diferencia de hoy, en aquel entonces el maratón no exigía tiempos de clasificación). Arnie consiguió los permisos de viaje y envió por correo nuestras inscripciones", relata Switzer en un capítulo de su biografía, Marathon Woman.
Brillo labial y un codirector obcecado
A la expedición se unió su pareja de entonces, un ex jugador de fútbol americano y lanzador de martillo, Big Tom Miller, porque "si una chica puede correr un maratón, yo puedo correr un maratón"; y John Leonard, del equipo de cross country de la universidad, un "equipo formidable listo para correr el maratón". La expedición al completo tomó la salida, Switzer utilizando brillo de labios, algo que Tom le recomendó que no hiciera, para que no se viera que era una mujer. “No me quitaré el lápiz labial”, replicó, sin saber que esa no iba a ser su única negativa en el día.
Después de 4 horas y 20 minutos, Katherine finalizaba el recorrido 42 kilómetros y 195 metros. Un tiempo lejos de las marcas que se firman hoy en día pero que contó además con un invitado sorpresa que lastró la carrera de Switzer. La afrenta de la atleta no pasó desapercibida y un miembro de la organización no dudó en colarse entre los corredores para intentar expulsar a la mujer que había osado participar.
“Sal de mi carrera y devuélveme el dorsal”
La secuencia quedó recogida por los reporteros gráficos y muestra como el codirector intenta sacar a la estadounidense de la prueba. “Sal de mi carrera y devuélveme el dorsal”, dijó, según recogen las crónicas de la época. Con ayuda de su entrenador y de otros corredores consiguió sortear el obstáculo y cruzar finalmente la línea de meta con ese histórico dorsal 261.
Secuencia del momento en que un organizador intenta expulsar a Switzer / Boston Herald
Secuencia del momento en que un organizador intenta expulsar a Switzer / Boston Herald
“Voy a terminar la carrera arrastrándome o a gatas si es necesario; porque si no la acabo, nadie creerá que las mujeres pueden hacerlo”, pensó Switzer en ese momento, según relató ella misma en entrevistas posteriores. Se convertía en la primera mujer en contar de forma oficial en el registro de la maratón, por tanto, la primera en completarla, aunque esta afirmación tenía algo de trampa. Un año antes, Roberta Bobbi Gibb había completado el maratón aunque sin estar inscrita. Su nombre no pasó a la historia, aunque sí demostró que las mujeres podían recorrer todos esos kilómetros sin problemas.
Toda una vida dedicada al atletismo
Cincuenta años más tarde de su primera participación, con 70 años, volvió a lucir ese dorsal 261, convertido ya en un emblema, en el Maratón de Boston. Entonces ya como corredora de pleno derecho, con su nombre y apellidos, algo que ella misma conquistó para ella, y para todas las mujeres. En 1974 ganó el Maratón de Nueva York.
La pasión por el atletismo llegó cuando solo era una niña y con 12 años empezó a correr. Después valoró unirse a las animadoras en la escuela pero hizo bueno un valioso consejo de su padre: “Tú no tienes que animar a los demás. Los demás tienen que animarte a ti”. Y siguió corriendo, también en la universidad, aunque sin poder estar federada, por ser mujer.
Tras su participación en 1967 puso su empeño en conseguir que las mujeres pudieran participar sin restricciones e hizo campaña para que pudieran hacerlo de forma oficial en 1972. Además fue una de las creadoras de la primera carrera en ruta femenina y ha dedicado el resto de su trayectoria a defender el papel de la mujer. Comentarista, oradora y feminista, sigue corriendo maratones.
Switzer, mostrando el icónico dorsal 261 / Katherine Switzer
Switzer, mostrando el icónico dorsal 261 / Katherine Switzer
En 2007, sus memorias, tituladas Marathon Woman, se publicaron por primera vez en la revista Runner's World, recogiendo no solo esa participación en 1967, sino también su trayectoria previa y posterior a ese hito que la hizo pasar a la historia.
En 2011 ingresó al Salón Nacional de la Fama de las Mujeres por crear un cambio social global positivo. Fue nombrada también como uno de los Visionarios del Siglo (2000) y Héroe del Running (2012), y Corredor de la Década (1966-76) por la revista 'Runners World'.
Su historia, en un minuto
Su historia, en un minuto

Jutta Kleinschmidt
La rocambolesca victoria de la única campeona de coches en el Dakar
El Rally Dakar es conocido como el más peligroso del mundo. Tres semanas de competición extrema por dunas, desiertos y piedra que ponen a prueba la resistencia y tenacidad de los participantes y que ha recorrido ya varios continentes en su casi cuatro décadas de historia. Una historia en la que las mujeres han ido ganando terreno poco a poco, integrándose en el vivac en roles de mecánicos, ingenieras y también como pilotos capaces de pelear por las victorias.
En clave española, Laia Sanz ha sido una de las pioneras, desde que a sus 16 años dijo en una reunión de leyendas del Rally Dakar que quería participar. Entonces le dijeron que no era para ella pero hizo caso omiso de esa afirmación y este 2025 afrontó su decimoquinta participación en el rally, la cuarta en coches. Un accidente y unos milímetros en su arco de seguridad la apartaron de su registro histórico, el de haber finalizado en todas sus participaciones. Un contratiempo que no evitó que quiera volver el próximo año.
A sus espaldas, quedan sus once títulos en categoría femenina de motos, y la novena posición de la general de 2015, el mejor puesto de una mujer en la historia del Rally Dakar. La de Laia Sanz no es la única mujer que ha abierto en camino en el Dakar, antes, una alemana tenaz consiguió un hito que hasta ahora ninguna de las participantes ha conseguido replicar: ganar el Rally Dakar en coches.
El 21 de enero de 2001, Jutta Kleinschmidt cruzaba la línea de meta como campeona, con el Lago Rosa de Senegal como escenario de fondo y con cierto suspense, ya que no se confirmó hasta varios meses después por una reclamación que tardó en resolverse.
Reclamaciones y... ¿juego sucio?
Aquella edición el campeonato aún se disputaba por tierras africanas y el título se había convertido en una batalla entre tres participantes: el japonés Hiroshi Masuoka y los buggys del francés Jean Marie Schlesser y del español José María Serviá. El título parecía reducirse a esos tres participantes que mantuvieron un intenso mano a mano durante las 20 jornadas del raid y que llegó a su punto álgido en la antepenúltima etapa.
Una jornada que tuvo de todo. Schlesser y Serviá se adelantaban a su posición de salida y partían antes que Masuoka, líder de la general en aquel momento. El nipón, más que enfadado por la estratagema, salía como una bola y cazaba al catalán para enzarzarse en una batalla que acabaría con desperfectos en la suspensión del Mitsubishi del japonés y mucho tiempo perdido mientras esperaban a las asistencias.
Jutta, durante el Dakar / AP
Jutta, durante el Dakar / AP
El francés entre tanto, hacía su carrera y veía el primero la bandera a cuadros. La victoria estaba en su mano pero la reclamación del equipo de Masuoka no tardó en llegar y fue aceptada por la organización. Una hora de penalización para los dos pilotos del buggy Schelesser y adios a la corona.
En medio de todo este lío, con agresión incluida al copiloto de Servià en el parking por parte de un miembro del equipo del japonés, Jutta, que había firmado un Dakar marcado por la regularidad, se convertía en la gran beneficiada. Tomaba la primera posición de la general y la mantenía hasta el final.
Por si faltaba algún ingrediente a esta historia, se daba la circunstancia de que Schlesser había sido pareja sentimental de Schlesser. Este realizó una reclamación a la sanción y hubo que esperar unos meses para que Jutta pudiera celebrar su título de pleno derecho.
Hasta ahora, ninguna otra mujer ha repetido corona en la categoría absoluta de coches aunque en 2024, la española Cristina Gutiérrez se unió a la lista de mujeres pioneras en el Dakar, conquistando la victoria en categoría Challenger. Jutta, que ha ejercido de coach de la burgalesa, la esperaba en meta para celebrar el éxito.
Jutta, junto a Cristina Gutiérrez en 2021 / Dakar
Jutta, junto a Cristina Gutiérrez en 2021 / Dakar
Pasión desde niña
La madre de Jutta se dedicó a los deportes de invierno y su hija heredó probablemente ese espíritu deportivo. El interés de Jutta por el motor llegó desde que era una niña aunque no pudo comprarse su propia moto hasta que cumplió los 18 años. Después de estudiar igneniería empezó a trabajar en el departamento de investigación y desarrollo de BMW. Un trabajo que deja en 1992 para dedicarse de lleno a la competición, participando en diferentes pruebas alrededor del mundo, en rallies pero también en resistencia.
Tras cuatro años en el Dakar en moto, en el 95 se pasa a los coches y en 1996 compite con un buggie del equipo del que era por entonces su pareja, Schlesser. Un par de años después, la obligaría a reducir la velocidad por ir más rápido que él y la pareja acabaría separándose. Para el curso siguiente, firmaba con Mitsubishi y sellaba su primer podio, un preludio de lo que llegaría en 2001, con la victoria absoluta. Después del revuelo, a Schlesser la victoria de su expareja no le sentó bien y declaró entonces que no debía celebrar, ni sentirse ganadora.
Una vez más, Jutta hizo caso omiso, siguió adelante y participó más veces en el Dakar. En 2021 emprendió una nueva aventura en categoría Extreme E primero en el equipo de Mathias Ekstrom y después junto a Nasser Al -Attiyah y en sus ratos libres ofrece charlas motivacionales y sigue viviendo aventuras, ya sea sobre una bici, en helicóptero o en cualquier otro vehículo.
Tras 17 participaciones y seis Top-5 aparcó el Dakar para dedicarse a otras tareas. Desde 2019 es presidenta de la comisión cross country de la FIA y responsable de impulsar el deporte femenino en el automovilismo.
Su historia, en un minuto
Su historia, en un minuto

Lily Parr
La primera gran referente del fútbol femenino
En un momento en el que el fútbol femenino sigue creciendo a pasos agigantados, vale la pena echar la vista atrás y conocer la historia de la primera gran referente de este deporte, una Lilian 'Lily' Parr que fue la gran estrella del Dick, Kerr's Ladies, el histórico equipo que sobrevivió a la prohibición del fútbol femenino por parte de la FA tras la Primera Guerra Mundial. Parr se convirtió en 2002 en la primera mujer en entrar al Salón de la Fama del Museo Nacional del Fútbol de Manchester y en 2019 se construyó su estatua. Este hito va más allá de sus cualidades futbolísticas, pues es su incesable lucha por la igualdad de género en el fútbol lo que le llevó a convertirse en pionera del deporte femenino.
Lily Parr nació en Saint Helens (Merseyside), Inglaterra, en 1905. Sus inicios en el mundo del deporte, gracias a sus tres hermanos que practicaban fútbol y rugby, coincidieron con una época en la que las oportunidades para las mujeres en lo referente al deporte crecieron a raíz de la Primera Guerra Mundial. Ya a los 15 años se unió al equipo Dick, Kerr’s Ladies, considerado uno de los clubs más influyentes de la historia del fútbol femenino. Parr, que destacaba por su potencia en el disparo, llegó a anotar más de 980 goles en los 32 años en los que jugó al fútbol.
El espacio dedicado a Lily Parr en el museo del fútbol de Manchester / RRSS
El espacio dedicado a Lily Parr en el museo del fútbol de Manchester / RRSS
Los orígenes
El Dick, Kerr's Ladies tiene sus orígenes en una fábrica de munición del norte de Inglaterra. Los partidos de un grupo de trabajadoras comenzaron a tener éxito e incluso llegaron a ser prohibidos durante 50 años por la Federación Inglesa de Fútbol, la FA. El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 supuso una gran revolución en Inglaterra, con los hombres acudiendo al frente mientras las mujeres se encargaban del trabajo en las fábricas para sustituirles. Además, muchas de esas fábricas se vieron obligadas a modificar su actividad y producir munición para la guerra. Ahí entra en juego Dick, Kerr & Co. Ltd., en sus inicios fabricante de locomotoras y tranvías.
En ese contexto, los trabajos eran considerados muy duros y, con el objetivo de que las trabajadoras desconectaran y disfrutaran de su tiempo a libre a la vez que se ejercitaban, se crearon varias actividades deportivas. En el caso de esta fábrica, se organizaron partidos de fútbol. Y tras varios encuentros, las trabajadoras de Dick, Kerr & Co demostraron poder ganar a los hombres, incluso con facilidad.
Una imagen del equipo del Dick, Kerr's Ladies / Dickkerrladies.com
Una imagen del equipo del Dick, Kerr's Ladies / Dickkerrladies.com
En uno de los partidos benéficos en 1917 -para recaudar fondos de cara a los heridos en el frente- se llegaron a reunir más de 10.000 espectadores en el estadio de Deepdale, feudo del histórico equipo británico Preston North End. Se enfrentaron jugadoras del Dick, Kerr & Co contra trabajadoras de Arundel Coulthard Factory, otra fábrica.
Así fue como nació el Dick, Kerr’s Ladies FC en 1917, formado por las trabajadoras de la empresa, que acumularon éxitos en todos los encuentros disputados provocando también la creación de otros equipos femeninos en otras fábricas. El club de Preston llegó a reunir hasta 53.000 espectadores en 1920 en el estadio Goodison Park de Liverpool ante el Saint Helens, y, a partir de ahí, comenzaron a disputarse los primeros partidos internacionales con la primera gira por Francia.
La gran estrella
En aquel equipo destacaban varias jugadoras, entre ellas Lily Parr, la gran estrella, que llegó con 15 años y marcó más de 100 goles en su primera ‘temporada’. La futbolista de Saint Helens, de 1,77 y defensa en sus inicios, llegó a jugar durante 32 años y anotó más de 980 goles. De hecho, ante las francesas en el partido de revancha disputado en Inglaterra llegó a marcar hasta cinco tantos.
Con el éxito del equipo en su punto más alto, finalizó la Primera Guerra Mundial y comenzó a truncarse todo. El fútbol masculino regresó cuatro años después y el femenino era visto como una amenaza.
Lily Parr, homenajeada en el Museo Nacional del Fútbol de Manchester / RRSS
Lily Parr, homenajeada en el Museo Nacional del Fútbol de Manchester / RRSS
Así fue como la FA decidió vetar el fútbol femenino en 1921, alegando motivos médicos al “no ser adecuado para mujeres” por la posibilidad de correr riesgos de cara a un futuro embarazo. Con ese argumento, la federación impidió a los equipos que los estadios bajo su control pudiesen cederse para partidos de mujeres, una prohibición que duró hasta 1971 tras la creación de la Women’s Football Association.
Pero eso no frenó al Dick, Kerr’s Ladies ni a Lily Parr, que comenzaron a disputar partidos en otros estadios más modestos, ganando campeonatos e incluso realizando una gira por Estados Unidos y Canadá en 1922, hasta su desaparición en 1965 por falta de jugadoras. "La señorita Lily Parr, en el extremo izquierdo, mostró un juego agresivo al registrar dos goles en siete disparos que tuvo a la red", narraba el Washington Post tras el partido ante un equipo masculino de Washington (4-4). En Canadá, finalmente, no se llegó a jugar por presiones de la FA.
Lily Parr, rematando un balón de cabeza / Dickkerrladies.com
Lily Parr, rematando un balón de cabeza / Dickkerrladies.com
Muchos años después, la FA pidió disculpas por la actitud de la institución en el siglo XX y, en 2002, decidió incluir a Lily Parr en el Salón de la Fama del Museo Nacional del Fútbol de Manchester. Posteriormente, en 2019, se construyó su estatua como reconocimiento a una gran luchadora que no cesó nunca en su empeño por demostrar que el fútbol femenino era igual de válido que el masculino.
Su historia, en un minuto
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Lili Álvarez
'The Señorita' rompedora y olvidada
Deportista, escritora, periodista, políglota... Lilí Álvarez es la representación de la mujer polifacética, adelantada a su tiempo y olvidada por la historia. De padres españoles, nacida en Roma y criada en Suiza, tuvo el honor de ser la primera mujer española en ser convocada para unos Juegos Olímpicos, los de invierno de Chamonix 1924, donde finalmente no pudo participar por lesión. En verano, ella, junto a su compañera de dobles Rosa Torras, fueron las únicas dos mujeres convocadas por la delegación española para los Juegos Olímpicos de París 1924.
Curiosa desde pequeña, su infancia en Suiza le permitió iniciarse pronto en el mundo del deporte. Aunque destacó en tenis, practicó durante su carrera muchos otros deportes como equitación o automovilismo, pero sobre todo se mostró entusiasmada por los deportes de invierno como el patinaje o el esquí alpino. Una pasión que le valió la histórica convocatoria para los Juegos de Chamonix. Una grave lesión la apartó de la cita y de los deportes de invierno aunque nunca se olvidó de ellos. De hecho, en 1940, tras un largo paréntesis para dedicarse al tenis, se proclamó campeona en el Campeonato de España de Esquí Alpino.
Rebelión contra los estereotipos
Un año después sería apartada por la federación por alzar la voz en favor de la participación femenina. Álvarez acusó al organismo de 'machismo' por hacer esperar a las mujeres a que los hombres realizaran sus bajadas y la consecuencia de esa rebelión fue la expulsión. Aunque fue readmitida más tarde, ya no volvió a la competición.
En automovilismo, con solo 19 años, se convirtió en el Campeonato de Cataluña de Automovilismo donde fue la única mujer participante y superó a sus compañeros masculinos.
Pero si hubo un deporte en el que consiguió proyección internacional fue en el tenis. Durante su carrera ganó 40 torneos individuales, 19 en dobles y 21 en mixtos; y consiguió importantes victorias contras grandes estrellas de su generación como Suzanne Lenglen. Apodada como 'The Señorita' por la prensa británica, alcanzó tres finales consecutivas de Wimbledon en 1926, 1927 y 1928 y ganó Roland Garros 1929, en dobles femenino con la neerlandesa Kornelia Bouman.
Lily Álvarez, con su falda pantalón / Redes Sociales
Lily Álvarez, con su falda pantalón / Redes Sociales
Adelantada a su época, no solo destacó por su juego, sino también por su carácter innovador. Rompió moldes en 1931 cambiando el incómodo atuendo habitual de las tenistas para competir con una falda pantalón diseñada por la italiana Elsa Schiaparelli. La aparición de la española con esta prenda en el el North London Tennis Tournament no estuvo exenta de polémica pero eso no la apartó de su idea y fue así la primera mujer en implantar el pantalón en la moda tenística femenina.
Más allá de su carrera deportiva, en 1931se inició también como correspondal para el 'Daily Mail', escribió también para la revista española 'Blanco y Negro' y fue una de las primeras mujeres en escribir crónicas deportivas. También escribió varias obras, la primera de ellas en inglés bajo el título 'Modern lawn tennis' (1927).
Activista en el feminismo, fundó con otras intelectuales de la época el Seminario de Estudios sociológicos de la Mujer (1960), un espacio de reflexión y diálogo sobre la situación de la mujer con el objetivo de luchar contra los tópicos y proponer avances innovadores.
En 1998 recibió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y desde 2019 su nombre y su figura reinan en el Salón de la Fama de la Federación de Tenis de Madrid.
Su historia, en un minuto
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Alfonsina Strada
Cómo romper las reglas con un pantalón corto y una bicicleta vieja
Una bicicleta antigua y desvencijada y los campos de la campiña emiliana forjaron el futuro de Alfonsina Strada, probablemente la ciclista más importante del siglo XX. Nacida en el seno de una familia humilde su destino quedó sellado cuando su padre apareció en casa con ese vehículo de dos ruedas. La había conseguido del médico del pueblo a cambio de unos pollos y algunas chapuzas y debía servir de método de transporte para el día a día, pero para Alfonsina iba a suponer mucho más, el inicio de su leyenda. La única mujer en competir en el Giro de Italia masculino.
Como recoge Ander Izagirre en su libro 'Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey', Alfonsina empezó a madrugar todos los domingos para coger la bicicleta y participar en carreras. A sus padres les decía que iba a misa y la pequeña mentira quedó compensada por los premios que conseguía al ganar a sus competidores: un queso, neumáticos y hasta un cerdo vivo. Difícil de explicar cómo había llegado hasta la humilde casa familiar, el hambre y la necesidad aplazaron las preguntas.
La afición se convirtió en algo más y Alfonsina renunció a la vida que su familia había pensado para ella. De estudiar costura en un taller de Bolonia a viajar a Turín, una ciudad más grande y cosmopolita, para rodar por los velódromos de la ciudad. Allí conocería a Carlo Messori, una persona importante en su historia, que la recomendó para participar en una competición en San Petersburgo. Alfonsina volvió del viaje con una medalla entregada directamente de la mano de los zares.
En busca de seguir su sueño decidió viajar a Milan donde conoció a Luigi Strada, dueño de un taller de bicicletas. Poco después la joven Alfonsina se casaba con Luigi y pasaba de ser Alfonsina Morini a Alfonsina Strada. El regalo de bodas de su esposo fue una bicicleta de carreras y empezó entonces una ruta por los velódoromos de toda europa donde realizaba espectáculos que parecían sacados del circo. Su oportunidad en una carrera de nivel llegó en 1917, cuando la Primera Guerra Mundial asolaba Europa y las inscripciones en Il Giro de Lombardia habían descendido drásticamente por los estragos del conflicto. Ese año 54 ciclistas tomaron la salida, entre ellos la joven Alfonsina, la única mujer en liza. Fue una de los 32 participantes que consiguieron acabar esa edición, cruzando la meta en el último grupo, junto a otros siete ciclistas. Repitió experiencia al año seguiente, en una edición con tan solo 36 ciclistas, cruzando la meta en el puesto 21 de los 22 que consiguieron acabar, a 23 minutos del campeón, Gaetano Belloni.
Alfonsin Strada en el Giro
En 1924 el Giro de Italia y su patrocinador, 'La Gazzetta dello Sport' pasaban por un mal momento económico y después de que algunos equipo decidieran no participar, abrieron inscripciones individuales. En esa lista, con el número 72, estaba Alfonsin Strada, el nombre con el que esta aguerrida ciclista participó en la carrera más importante del país. La enfermedad de su marido Luigi requería recursos y el Giro podía ser un buen método. Algunas versiones sugieren que la inscripción fue parte de una estrategia de la organización para conseguir notoriedad mientras que otras aseguran que el Giro no supo de su participación hasta un día antes de la salida. Izagirre recoge en su libro que la propia Alfonsina convenció al director pese a las dudas de otros directivos y de los propios ciclistas.
Portada de 1924 / Gazzetta dello Sport
Portada de 1924 / Gazzetta dello Sport
La carrera empezó bien para Alfonsina que se convirtió en una de las grandes atracciones de la ronda italiana. Con su pelo corto y su forma de vestir, igual que los hombres, con pantalones por las rodillas, alejada de las convenciones sociales de la época, cautivó, para bien o para mal, toda la atención. Planteó también algunos problemas logísticos pero a Alfonsina no le importó esperar a que todos acabaran para utilizar las duchas, o que cada día un masajista diferente se encargara de su cuidado, por aquello del qué dirán. Tampoco tener que cenar a medianoche, cuando el resto dormía ya.
Pese a la dureza del recorrido y la situación, Alfonsina conseguía llegar siempre dentro del tiempo, aunque fuera agotada, llena de rasguños y del polvo del camino, hasta la octava etapa (de 12), entre L’Aquila y Perugia. En medio de un aguacero y un terreno complicado sufrió varias caídas que retrasaron su progresión. Cruzó la meta con un palo de escoba como manillar que le habían prestado unos campesinos, totalmente abatida y tuvo que ser ayudada para bajar de la bici. Los presentes le ofrecieron una silla y un vaso de agua para que pudiera sobreponerse del enorme esuferzo. Poco después la organización le comunicó que estaba descalificada al llegar fuera de tiempo. "Me divertí mucho. Si pudiera, volvería a hacer todo lo que he hecho. ¿Y has visto que hasta una mujer puede montar en bicicleta?", le dijo al por entonces director del diario italiano, Emilio Colombo, encargado de darle la noticia.
Tesón y reconocimiento
Existen diferentes versiones de lo que ocurrió entonces. Algunos apuntan que un patrocinador se interesó por la historia y le ofreció continuar, aunque sin contar ya para la clasificación y sin derecho a las dietas. La página web oficial del Giro asegura que fue el propio Colombo el que pagó de su bolsillo el resto de la ronda italiana de la deportista. Además, según explica Izagirre, le dio un sobre con 500 liras, una pequeña fortuna para la época, que los aficionados habían donado para ella. En la época era habitual que los seguidores hicieran regalos a sus ídolos y Alfonsina lo aceptó y envió una parte al hospital psiquiátrico donde estaba ingresado su marido Luigi.
Tomó la salida al día siguiente para una etapa que finalizaba en Bolonia, su ciudad, donde fue recibida por sus vecinos, pese a llegar con más de tres horas de diferencia con el ganador, con vitores y fue tratada como una auténtica estrella. Tres etapas después, cruzó la meta en Milan penúltima, siendo aclamada por los aficionados. Había conseguido completar los 3.613 kilómetros del recorrido y ser una de los 33 supervivientes de los 90 que tomaron la salida. Atrás quedaban los insultos, los ninguneos de sus compañeros cuando la adelantaban, los desplantes de algunos medios que habían cuestionado su participación. Todos acabaron reconocieron su gesta.
Al año siguiente, con la dictadura de Benito Mussolini dando sus primeros pasos, Alfonsina estaba dispuesta a volver a competir pero el Giro de Italia evitó su presencia. Había prohibido de forma oficial la participación de las mujeres, una normativa que se ha mantenido hasta la actualidad. En 1988 se inauguró el Giro femenino.
Su historia, en un minuto
Su historia, en un minuto

Billie Jean King
La feminista campeona de la 'Guerra de los sexos'
El 20 de septiembre de 1973 el Astódromo de Houston fue escenario de uno de los grandes momentos de la historia del deporte. Se libraba la llamada 'La batalla de los sexos' con Billie Jean King a un lado de la pista y Bobby Riggs al otro. La número 1 del momento y el que fuera campeón de Wimblendon muchos años atrás, en 1939. Era la segunda vez que el extenista retaba a una mujer con el afán de demostrar la superioridad masculina. A la primera se impuso a Margaret Court pero en el siguiente duelo Billie Jean King le calló todos los argumentos con una antológica victoria.
“Creo que si pierdo ese partido, será como retroceder 50 años”, dijo la por entonces joven tenista, feminista convencida y con la responsabilidad de defender a todo un género en su raqueta. 30.472 personas y 90 millones de telespectadores estaban pendientes del evento, no podía fallar y no lo hizo. Los 100.000 dólares en juego para el ganador quedaban en segundo o incluso tercer grado en comparación con la posibilidad de demostrar que las mujeres eran igual de válidas que los hombres para jugar al tenis, para el deporte, para cualquier cosa. Riggs, por su parte, quería ganar "por todos los hombres del mundo que sienten que el hombre es el rey".
Billie Jean King entrando a la pista / Redes sociales
Billie Jean King entrando a la pista / Redes sociales
El espectáculo estaba asegurado con un show al más puro estilo americano con Billie entrando a la pista al más puro estilo Clepoatra, subido en una litera llevada por cuatro hombres y Bobby en un carruaje acompañado por varias modelos. Hubo intercambio de regalos: una piruleta para ella, un cerdo para él, y entonces todo se puso serio para empezar el espectáculo de verdad, el partido. No hubo mucha historia. Billie se impuso por un claro 6-4, 6-3 y 6-3 y Bobbie tuvo que reconocer que la había subestimado.
Batalla por la igualdad
Más allá de la anécdota de la victoria este partido tenía su propia intrahistoria, que había empezado unos años antes. En 1968, tras ganar el primer torneo abierto de Wimbledon, King ganó 750 libras, mientras que Roda Laver, campeón del cuado masculino se embolsaba 2,000 libras. En 1970 se creaba el circuito profesional Virginia Slims como reivindicación por la desigualdad en los premios de los torneos entre hombres y mujeres. Detrás de la idea estaban las '9 de Houston', con Billie a la cabeza y otras ocho tenistas en busca de mejorar la situación femenina en el mundo del tenis.
Billie Jean King mantenía además una tensa disputa dialéctica con Riggs y ante la negativa para enfrentarse en pista el 13 de mayo consiguió que Margaret Court accediera a disputar un partido de exhibición. Lejos de su mejor forma, con 31 años, el duelo tuvo poca historia y la australiana perdió por 6-2 y 6-1.
Crecido por esta primera victoria, Riggs insistió en retar a King, lanzando públicamente afirmaciones como “las tenistas no tienen estabilidad emocional para ser deportistas y deberían restringir su actividad a la cama y a la cocina”. Dispuesta a dar por zanjada la polémica la californiana, con 29 años, aceptó el reto y el resto es ya historia del tenis y de la sociedad en general, tanto que incluso llegó a llevarse al cine, con Emma Stone y Steve Carell como protagonistas.
En el momento de enfrentarse a Riggs, Billie Jean King no solo era la número uno del ranking mundial, sino que ya había conquistado diez Grand Slams: cinco Wimbledon, tres US Open, un open de Australia y un Roland Garros. Posteriormente sumaría dos títulos más, otro US Open y un último Wimbledon, en 1975, el último grande de su carrera profesional.
En total, jugó 18 finales de Grand Slam, en las que enfrentó a 9 rivales diferentes: Maria Bueno, Haydon Jones, Court, Dalton, Casals, Goolagong, Reid, Evert y Wade. Además de los 12 títulos individuales, sumó 16 de dobles y 11 de dobles mixtos.
En junio de 1973 había fundado también la Asociación de tenis femenina, la WTA que rige actualmente el tenis femenino mundial, lo que es la ATP al tenis masculino. Actualmente, el torneo de selecciones femenino equivalente a la Copa Davis lleva su nombre. La antigua Copa Federación pasó a denominarse Billie Jean King Cup en 2020.
Billie Jean King Cup, en la competición que lleva su nombre / EFE
Billie Jean King Cup, en la competición que lleva su nombre / EFE
Matrimonio y homosexualidad
Billie Jean Moffitt nació en Long Beach, California, en una familia conservadora metodista y tras iniciarse en el béisbol y el softbol su entorno le aconsejó buscar un deporte más femenino. Así nació su interés por el tenis y con 13 o 14 años ya sabía que sería "la mejor tenista del mundo".
Mientras estudiaba, conoció a Larry King con quien se casaría con tan solo 20 años. Ella misma reconocería después que fue él quien la animó a seguir en el tenis y la inició en el femenismo, un movimiento del que acabó haciendo bandera. Pocos años después iniciaría una relación con su secretaria Marilyn Barnett, que acabaría de forma tumultuosa, con una denuncia que obligaría a Jean a reconocer públicamente su homosexualidad, siendo así la primera deportista en hacer pública su condición de lesbiana.
Pese a las circunstancias mantuvo su matrimonio con Larry hasta 1987, cuando se enamoró de su compañera de dobles, la sudafricana Ilana Kloss con la que empezó una relación. En 2018 la pareja hizo oficial su situación y se casó en una ceremonia privada oficiada por David Dinkins, entonces Alcalde de Nueva York.
La pareja cuenta con un importante imperio empresarial con inversiones en diferentes equipos como los Dodgers de Los Ángeles, el equipo de la WNBA LA Sparks, el Angel City FC de la Liga Nacional de Fútbol Femenino de Estados Unidos, entre otros negocios.

Lusia Harris
La decisión que dejó a la NBA sin presencia femenina
En 1976, cuando ni siquiera existía la actual WNBA (fundada en 1996), Lusia Harris hacía historia convirtiéndose en la primera (y única) mujer elegida en un Draft de la NBA. Con 22 y todo un futuro por delante, declinó la elección de los New Orleans Jazz. Lusia estaba embarazada y además no se sentía preparada para competir contra hombres. Se ponía así el punto final a lo que pudo ser y no fue, pero que quedó de todas formas en los libros de historia del deporte femenino.
Lusia nació en 1955, el mismo año en el que Rosa Parks iniciaba una revolución al negarse en la parte de atrás de un autobús reservada a las personas de raza negra. Criada en el seno de una familia humilde dedicada a la recolección de algodón en un pequeño pueblo de Mississippi, la historia de este talento afroamericano podría haber sido muy distinta. Pero en una casa en la que once de los siete hermanos jugaban al baloncesto, interesarse por este deporte era casi una obligación. Además, eran unas de las pocas familias con televisión y seguir a estrellas como Kareem Abdul-Jabbar solo hizo crecer su pasión por este deporte.
Ya en la secundaria comenzó a jugar de forma oficial y fue la jugadar más valiosa durante tres años consecutivos, además de formar parte del All-Star de su estado.
Historia olímpica
Después de graduarse continuó con su trayectoria como jugadora de baloncesto y formó parte del equipo femenino del Delta State University mientras cursaba sus estudios. En 1975 era seleccionada para formar parte de la selección estadounidense femenina de baloncesto con la que participó en el Mundial y los Juegos Panaméricanos. Al año siguiente participó en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, los primeros en los que se incluía el baloncesto femenino y en los que obtuvo el honor de ser la primera mujer en anotar unos puntos en una cita olímpica.
El combinado estadounidense de los Juegos / USA Basketball
El combinado estadounidense de los Juegos / USA Basketball
En un formato de todos contra todos y cinco selecciones en liza, la aportación de Harris fue clave para llevar a Estados Unidos hasta la medalla de plata con una media de 15,2 puntos y 7,0 rebotes por partido. El oro fue para la Unión Soviética.
Su historia, en un minuto
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Oportunidad en el draft
Después de la cita olímpica y en el mejor momento deportivo de su carrera, el New Orleans Jazz hizo con el mítico Pete Maravich al frente, hizo su apuesta y seleccionó a Harris en la séptima ronda, por delante de nombres como Jack Sikma, Norm Nixon y Rickey Green. La oferta no llegó a formalizarse. Lusia quería formar una familia y además, las diferencias físicas con sus compañeros y rivales llevaron a la estadounidense a declinar la oferta que podía haber cambiado para siempre la competición.
Ese mismo año, con solo 22 primaveras, decidía poner fin a su carrera profesional. La WNBA aún no se había creado y las jugadoras estadounidenses no tenían liga donde jugar de forma profesional, así que la decisión estaba tomada.
“Quería seguir jugando, pero no tenía dónde. En mi época, no podía jugar en la WNBA porque no existía. Mi novio de instituto, George, me pidió matrimonio y acepté. Luego, sonó el teléfono y alguien de los New Orleans Jazz preguntó por mí. ‘Queremos que vengas y hagas una prueba con el equipo’, me dijeron”, relata en el documental sobre su vida Queen of Basketball.
En la cinta apunta además a otro elemento, una enfermedad mental. Algo que en esa época no se trataba de puertas para afuera y que actualmente deportistas como Simone Biles o Ricky Rubio han ayudado a normalizar.
“Hay varias formas de enfermedad mental. La mía es el trastorno bipolar… Ya había decidido formar una familia, creí que era un truco de publicidad y sentí que no estaba suficientemente preparada. Competir contra mujeres, sí. Pero competir contra hombres es otra historia. Dije que no. Le dije que no a la NBA”, explica en el documental. Era momento de pasar página, aunque el mundo del baloncesto siempre se acordaría de ella.
Entre tanto, Lusia se había graduado en la universidad con una licenciatura en salud, educación física y recreación y se mantuvo ligada al baloncesto y al deporte en general, mientras criaba a sus hijos.
En 1992, su legado fue reconocido y volvió a hacer historia convirtiéndose en la primera mujer negra en ingresar al Salón de la Fama del Baloncesto. En 1999 su figura quedaba también presente para siempre en el Salón de la Fama de la WNBA.
El hito de Lusia Harris, varias décadas después no ha sido replicado. En 1976 Denise Long, fue seleccionada en el Draft, aunque su elección fue anulada por los agentes de la liga y Anne Meyers llegó a entrenar con Indiana Pacers en 1979, aunque nunca fue drafteada.
La historia de Harris fue llevada a la pantalla con el documental 'The Queen of Baskeball' producido por dos estrellas de la NBA como Stephen Curry y Shaquille O’Neal. La obra consiguió el galardón al 'mejor documental corto' en los Premios Oscar de 2022. Ella no pudo ver ya ese nuevo éxito, falleció el 18 de enero de 2022, apenas unas semanas antes de la ceremonia.

Ana Carrasco
Una campeona entre hombres 'pilotando como una chica'
La temporada 2024 supuso un hito para el mundo del motociclismo femenino con la puesta en marcha de un Mundial solo para mujeres. Nacía así el WorldWCR, con 25 pilotos en liza, cinco de ellas españolas. La victoria fue para la veterana Ana Carrasco que con su nueva corona escribía otro hito histórico en el libro de su vida: el de ser la primera mujer en ganar el Mundial femenino.
"Para mí era importante estar en este primer año, sobre todo porque creo que ha sido un gran paso para la mujer dentro del motociclismo. Creo que todas las que hemos tenido la suerte de poder estar en otros campeonatos, que tenemos más trayectoria, estábamos en la obligación de estar en este primer año aquí porque necesitábamos que el campeonato fuera un éxito", explicaba en una entrevista a SPORT después de proclamarse campeona. La victoria llegó tras una lucha cerrarda con otra española, María Herrera, durante toda la temporada. Ambas llegaban con experiencia previa en campeonatos mixtos y eso supuso un extra a la hora de gestionar todo aquello que conlleva consigo un campeonato de máximo nivel, más allá de las carreras, como la relación con los medios o los patrocinadores.
La murciana se embarcaba en esta nueva aventura con la intención de aportar visibilidad a las mujeres en su deporte y con la obligación de servir de referente para todas aquellas que lleguen detrás. Este año, con su parte del trabajo hecho y el Mundial femenino bien encarrilado, regresa al campeonato mixto y participará en el WorldSSP con Honda. Lo hará en categoría Challenger, disputando solo los Grandes Premios europeos y como única mujer de la parrilla, una vez más.
Predecesoras
Esta ha sido una constante para la murciana durante su carrera, siendo a menudo la única piloto femenina en los campeonatos en los que competía. Y es que el mundo del motociclismo a lo largo de la historia ha sido terreno reservado para los hombres, con solo unas pocas mujeres participando. Beryl Swain fue la primera en competir en el Mundial abriendo la veda para las mujeres. Fue en 1962, en 50c.c. y su gran hito fue terminar la carrera, pese a los problemas mecánicos.
Beryl Swain, en una imagen de archivo / Redes Sociales
Beryl Swain, en una imagen de archivo / Redes Sociales
Después llegaron Gina Bovaird, Inge Arends, Petra Gschwander, Taru Rinne, Undine Kummer, Linda Walsh, Tomoki Igata, Daniela Tognoli, Katja Poensgen, Cath Thompson, Marketa Janakova, Candice Scott, Nikolett Kovacs, Andrea Tuskova, Ornella Ongaro, Elena Rosell, Avalon Biddle, Ana Carrasco, María Herrera, Nina Prinz y Shizuka Okazaki. Una lista que puede parecer larga pero que vista con la perspectiva de un campeonato que se estrenó en 1949 no lo es tanto. Y menos si se tiene en cuenta que en algunos casos su participación se redujo a alguna carerra solitaria por invitación de la organización.
De cualquier manera todas ellas contribuyeron a dejar la huella femenina en el motociclismo, abriendo el camino para las generaciones posteriores, hasta las Ana Carrasco de la historia.
"Ride like a girl"
Nacida en Cehegín (Murcia) en 1997, Ana se subió por primera vez a una moto a los 3 años y desde entonces su vida ha transcurrido entre gasolina, neumáticos y carreras, persiguiendo su sueño de ser piloto. En 2011 ya pilotó en minimotos Así nació el lema que le acompaña en su carrera, 'Ride Like a Girl'. "Adoptar ese lema era una forma de hacer ver a la gente que, encima de una moto, los hombres y las mujeres podemos hacer exactamente lo mismo. Queríamos hacer ver que las mujeres podemos hacer cualquier cosa, siempre y cuando nos den las oportunidades", explicaba a SPORT.
Ella lo ha conseguido, haciéndose un hueco en un mundo de hombre. En 2013, debutó en el Campeonato del Mundo de Motociclismo en la categoría de Moto3, convirtiéndose en la mujer más joven en competir en esta prueba. Lo hizo al abrigo del Calvo Team, luciendo el dorsal 22 que en su día había lucido su jefe de equipo, Pablo Nieto, uno de los hijos del mítico Ángel Nieto.
Cuatro años después, en la temporada 2017, fue la primera mujer en conseguir una victoria en un Mundial de velocidad. Entonces tenía 20 años y su mayor éxito estaba por llegar. El 30 de septiembre de 2018 se convertía en la primera campeona femenina, llevándose el Mundial de Supersport 300, campeonato en el que había recalado tras quedarse sin plaza en Moto3 y un breve paso por el Europeo de Moto2.
Resiliencia y trabajo duro
En septiembre de 2020, Carrasco sufrió una complicada lesión de espalda mientras entrenaba en un test privado en el Circuito de Estoril. Dos vértebras fracturadas, muchos tornillos y una larga recuperación de nueve meses, fueron el balance aunque tampoco eso la frenó. La temporada había empezado con tres podios en siete carreras, de la mejor forma posible, pero terminaba de la peor.
Ana Carrasco, tras su operación de espalda / Redes
Ana Carrasco, tras su operación de espalda / Redes
En 2021, tras el largo proceso de puesta a punto, volvía a los circuitos y se reencontraba con la victoria en la primera carrera en la que competía. El equipo le había mostrado su confianza manteniéndola en la estructura y ella devolvió el gesto de la mejor manera. Se impuso en Misano peleando en una categoría con más de 40 pilotos jóvenes en busca de la gloria. Como casi siempre, era la única mujer en pista.
En 2022 volvía al Mundial pero los resultados le privaron de un manillar y el destino la llevó hasta el WorldWCR donde se proclamó campeona antes de emprender nuevos retos este 2025.
Su historia, en un minuto
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Edurne Pasabán
Una carrera hacia la cumbre con muchos obstáculos
El 17 de mayo de 2010 la alpinista tolosarra Edurne Pasaban coronaba el Shisha Pangma y completaba así la hazaña de conquistar los 14 ochomiles, los 14 colosos extendidos entre las cordilleras asiáticas del Himalaya y del Karakorum. Era la primera vez en la historia que lo conseguía una mujer. Hasta ese momento, solo otras 20 personas lo habían hecho, todos ellos hombres.
Pasaban alcanzó la gloria en tan solo 20 expediciones y 9 años, desde su primera ascensión al Everest (23 de mayo de 2001) hasta la última del Shisha Pangma (17 de mayo de 2010) pero su relación con la escalada había comenzado mucho tiempo antes.
Hija del País Vasco, la relación con la naturaleza es casi una forma de vida obligada y tras los paseos por el bosque con su familia, a los 14 años se unía a un club de escalada de su Tolosa natal. A los 16 ya hacía su primera incursión en el Montblanc y con 18 afrontaba ya cimas más lejanas como el Cotopaxi o el Chimborazo, en Ecuador. De ahí al Everest. Con 24 atacaba por primera vez esa mítica cima, aunque sin éxito. Fue entonces cuando comprobó la poca presencia femenina en las expediciones. "La primera vez que voy a montañas de 8.000 metros tenía 24 años, a la cara norte del Everest. En el campo base podría haber unas 100 o 120 personas entre gente local, sherpas y expedicionarios que veníamos de otros países. Era la única mujer que había", recordaba en Objetivo igualdad de 'RTVE'.
En 2001 con 28 años y siendo casi una desconocida en el sector, anotaba en su libro el primero de los 14 ochomiles, después de una visita fallida al Himalaya cuatro años antes.
"No encajaba en lo que la sociedad me pedía ser"
Empezaba así el reto, sin prisa, sin metas que cumplir más allá que disfrutar del viaje. Un camino que se tornó oscuro en 2006 cuando una depresión llama a su puerta. "No encajaba en lo que la sociedad me pedía ser", explicaba en una entrevista a 'Relevo'. Una sensación que llevó a la montañera a encontrarse con 31 años sin un sentido concreto a su vida. Tras tocar fondo, pidió ayuda a su familia y después de un período en un hospital psiquiátrico consiguió salir de ese oscuridad que había llenado su vida y volover a su gran pasión, la montaña. En 2007, coronaba Broad Peak, su noveno ochomil. Después llegaron Dhaulagiri, Manaslu, Kanchenjunga, Annapurna y Shisha Pangma para ser la primera mujer en completar la gesta.
Invitada inesperada
Un camino largo que no estuvo exento de polémicas y competitividad. Los medios de comunicación convirtieron la gesta en un circo mediático con tres implicadas: Pasaban, la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner y italiana Nives Meroi. Las tres iban apuntando cimas a su meta levantando expectación en su trayectoria cuando se unió una tercera ficha al juego: Eun-sun Oh (Miss Oh). La surcoreana apareció prácticamente de la nada y en unos pocos años consiguió alcanzar a las demás. Gerlinde y Nives se retiraban del tablero por diferentes motivos y Miss Oh coronaba antes que Edurne el último ochomil. Su nombre estaba llamado a entrar en los libros de historia pero su gesta era, cuanto menos, indemostrable. La surcoreana no contaba con pruebas gráficas en algunos de sus logros y eso dio el título de primera mujer en alcanzar los 14 ochomiles a la española.
Desafío 14+1
Un reto al alcance de muy pocos, que requiere destreza, pero también fortaleza mental y capacidad física para afrontar los desafíos que la montaña presenta. No era suficiente para Pasaban que decidió subir la apuesta. Quería ser la primera en hoyar los 14 ochomiles sin oxígeno adicional y para eso debía volver al Everest, (8.848m.), la montaña más alta de la Tierra, que ya había coronado unos años atrás. El proyecto se denominó 'Desafío 14+1' y acabó envuelto en polémicas y sin poder conseguir el objetivo. Pasaban se enfrentó a las acusaciones de otro montañista, Juanito Oiarzábal, que había tenido que ser rescatado por el equipo de la tolosarra durante su expedición. El alpinista acusó a Pasaban de mentirosa, después de que su entorno dejara entrever que el rescate había truncado la expedición.
Edurne negó que ese contratiempo hubiera sido clave para su no ascensión afirmando que ya habían tomado la decisión de volver al campo base antes de auxiliar al español. En una tensa rueda de prensa, la española lamentaba la imagen de la mujer en la montaña. "Dicen que siempre montamos follones. Estoy dolida y alucinada, no por las declaraciones sino por todo el daño que se hace a los que están a nuestro alrededor", explicaba, dando por zanjado el asunto.
Las circustancias privaron a la montañera guipuzcoana de poder alcanzar su reto pero en 2011 otra aguerrida montañera tomaba el testigo. Kaltenbrunne se convertía en la primera mujer en ascender los 14 sin oxígeno adicional.
Un tiempo después Edurne Pasaban, anunciaba su deseo de ser madre y se apartaba de las cordilleras, al menos por un tiempo. Con 43 años tenía a su hijo Max, al que le habla de sus expediciones y de su pasado como alpinista de élite.
En la actualidad, la tolosarra se dedica a dar conferencias motivacionales y a formar equipos, mientras colabora también con la empresa familiar, un alojamiento rural. No descarta regresar al Himalaya, aunque sin presiones, con cotas menos altas. Por el puro placer de reencontrarse con la montaña y escribir un nuevo capítulo de su historia.
Su historia, en un minuto
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