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Raúl Alcalá: el ciclista que se conserva como Tom Cruise

No pasó el tiempo por Raúl Alcalá, que sigue siendo el mejor exponente del ciclismo mejicano. Un hombre que, a los 58 años, se conserva de maravilla y que transmite esa pasión por la vida que merece la pena escuchar. 

Fue uno de los ciclistas que uno siempre tenía en la cabeza, que sabías que eran duros de roer.

En su caso también había una particularidad que no era ninguna broma: su pelo, su tupé que parecía en plena carrera el de un actor cine, lo podías confundir perfectamente con Ritchie Valens cantando ‘La Bamba’. 

Pero la diferencia estuvo, sobre todo, en su rendimiento.

Tuvo la fortuna o no de pertenecer a la maravillosa generación del 64 (la de Indurain, la de Bugno, la de Breukink…) y de llegar a Europa en aquel 7 Eleven, que vino desde EEUU y que fue como una pequeña gran revolución: los ciclistas más descarados del mundo.

Y, en medio de ese descaro, Raúl Alcalá fue uno de sus personajes más significativos. 

Le acompañó un mensaje que le hacía feliz (el primer ciclista mejicano en correr el Tour de Francia) y que no le supuso ningún peso.

Es más, supo defenderlo con inteligencia y ambición.

Porque Raúl Alcalá fue una roca.

O así lo recuerdo yo, que todavía es como si le estuviese viendo aguantar hasta la pancarta de los últimos 5 kilómetros en los Alpes y vender cara (carísima) su derrota.

Y todo eso claro que dejó huella porque, además, hizo un muy buen palmarés en el Tour, donde ganó hasta tres etapas, una de ellas aquella contrarreloj de 61 kilómetros al propio Miguel Induráin, que nos dejó anonadados.

Pero es que Alcalá fue mucho ciclista, hasta tres veces quedó entre los diez primeros del Tour lo que en aquella época se le daba un mérito incombustible.

Quizá por eso, 28 años después de su retirada, Raúl Alcalá sigue siendo una celebridad en Méjico: un país que no se olvida de sus ídolos y, en este caso, el ídolo sigue vivo con una estabilidad a prueba de bombas.

Y en este escenario, como lo fue en el Tour de Francia, Raúl Alcalá se comporta como la mejor publicidad de sí mismo, como un rey mago para miles de mejicanos, como un símbolo de vida.

Como Tom Cruise, parece que ha firmado un pacto con el paso del tiempo y, a los 58 años, se conserva estupendamente (cualquiera diría la edad que tiene).

El tupé sigue en su sitio y el pelo en su mayoría continúa negro.

Y su sonrisa (lo importante que es sonreír a la cámara) nos aproxima en redes sociales a este fantástico personaje, cuya página web explica hasta donde llega su trascendencia no sólo como promotor del ciclismo, sino también de la calidad de vida.

Alcalá es hoy un resumen de su experiencia, del pionero que fue en el Tour y, sobre todo, del ciclista que igual aguantaba en el Galibier que ganaba la Clásica de San Sebastián.

Porque eso fue Raúl Alcalá: “un corredor muy completo”, recuerda él. “Un ciclista que rendía mucho en la contrarreloj y que en la montaña era batallador”.

“Un gran rodador”, en definitiva, lo que le permitió “competir en todas las carreteras”. De ahí que hoy él mismo se compare con Hinault en el pasado y con Pogacar ahora, “que también va muy bien en todo”.

Y los que vivimos aquella época no decimos que no.


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