Un tipo positivo que sabe cómo decir lo que quiere decir y que, para suerte nuestra, lleva desde 1995 de comentarista de ciclismo en TVE: lo que funciona no se toca
Hace muchos años, cuando empecé a trabajar, escuché a un hombre decir:
– Cuando hagas un favor olvídalo pero cuando te hagan un favor no lo olvides nunca.
Me prometí que nunca olvidaría esa idea. Ni siquiera escribiendo para ustedes. Hay pocas cosas más fáciles y más honestas que dar las gracias.
Y el personaje del que estoy escribiendo hoy me hizo muchos favores a mí y a la gente de mi generación. Nos lo hizo pasar en grande las tardes de verano en el Tour y de primavera en la Vuelta a España. Nos presentó una oferta irrechazable. Nos enseñó a ganar y a perder. Nos ayudó, por encima de todo, a amar el ciclismo como sólo se aman las cosas que te importan.
Perico Delgado ejemplificó todo eso. Quizá porque, como él dice, fue como una telenovela en la que pasabas de la risa al llanto a la velocidad de la luz. Nunca estabas seguro del todo.
Sólo ganó un Tour de los once que corrió. Pero casi siempre estuvo ahí con una valentia inmejorable. Como él dice, si hubiese ganado más, no le hubiésemos querido tanto. Es difícil explicarle esto a la gente que nunca le vio correr. Pero creo que no estoy exagerando. No hay necesidad de hacerlo.
La fortuna es que, 30 años después, uno se atreva escribir de él. Pero no para volver a glorificar el pasado sino para explicar el presente.
En una de las mejores decisiones de su historia, TVE nos ha impedido olvidarnos de Perico Delgado. Desde 1995 lo ha convertido en su comentarista vitalicio de ciclismo lo que nos demuestra que en todos los sitios hay gente lista que no se atreve a tocar lo que funciona.
En ese sentido hay pocos nombres que nos pongan a todos tan de acuerdo como el de Perico Delgado. 26 años después, aún no nos hemos cansado de él. Y eso que nosotros nos cansamos hasta de los mejores. Pero Perico está a salvo de esa epidemia, y seguro que hay gente que sabe más que él del ciclismo moderno, que te podría aportar más datos, que son capaces de meterse hasta en la Antártida en la marugada para encontrarlos.
Pero la pregunta es si sabrían contarlo con la amabilidad que te lo cuenta Perico. ¿No se cansarían ellos mismos después de tantos años?
Al final, no es lo que te cuenten sino como te lo cuentan. Las clases no son aburridas: los aburridos pueden ser los profesores.
Y Perico es la empatía. Perico es un tipo positivo, con buen humor y con una infinita capacidad de contar las cosas sin desear que acabe ya este tío, ‘qué pesado es’.
Nunca le escucharemos grandes metáforas pero sabe contar lo que quiere contarnos. Y no es fácil afilar el cuchillo de esa manera. Cada hora en televisión que pasa es una amenaza. Pero sin vanidad las cosas se hacen mejor.
El caso es que yo, cuando enciendo la televisión y hay ciclismo, estoy deseando escuchar a Perico. Sé que no me va a fallar. Sé que, por pesada que sea la tarde, nos ayudará a pasar un buen rato. Y sé, porque está más que comprobado, que el comentarista está a la altura del ciclista que fue.
Todos los caminos nos conducen a imaginar a Perico Delgado como un buen tipo. El día que hablé con Ramón Pizarro, que trabajó muchos años a su lado en TVE, me lo constató:
– No te lo puedes ni imaginar – me dijo.
Me dio por imaginar entonces que Perico Delgado sería el compañero o el jefe que cualquiera de nosotros firmaría. Pero, a estas alturas de la vida, o nos damos prisa o no habrá posibilidad. En abril cumplió 61 años. Quién lo diría. Pero es que todo el mundo cumple años.
Mientras tanto, procuraremos que la memoria haga su trabajo y no olvidarnos nunca de esa idea que es más antigua que nuestros padres:
– Cuando hagas un favor olvidalo pero cuando te lo hagan no lo olvides nunca.
Y hay personajes que, sin pisar nuestra casa, nos han hecho muchos, muchos favores.
Al menos, a mí.
