Inicio ciclismo profesional “Perico Delgado sigue siendo un ídolo nacional”

“Perico Delgado sigue siendo un ídolo nacional”

Ramón Pizarro fue una de las voces de TVE en la Edad de Oro del ciclismo. Para quienes lo vivimos es imposible olvidarse de él y de aquellas retransmisiones. Hoy damos luz verde a los recuerdos.

Ramón Pizarro está a punto de cumplir 62 años. El tiempo ha pasado pero la memoria sigue viva incapaz de olvidarse de él ni de Ángel María de Pablos ni del los fallecidos Pedro González, Alberto Bacigalupe o Emilio Tamargo que en los 80 y 90 nos narraban el ciclismo en TVE: las hazañas de Perico, las de Indurain, las de Pino, las de tantos.

Entonces el ciclismo parecía un deporte perfecto y Ramón Pizarro,desde 1985 a 2000, fue uno de los que le puso voz. Incluso desde la moto en aquella Vuelta del 87 que ganó Lucho Herrera, “y no veas el miedo que pasé, dije que no me subía más a la moto”. Hoy damos luz verde a los recuerdos. “Los protagonistas no éramos los periodistas”, recuerda Ramón. “Yo me limité a hacerlo lo más honestamente que sabía en una época tan bonita”.

Fue usted una de las voces de la Edad de Oro del ciclismo en TVE
Fue una época maravillosa que, para mí, duró 16 años. Siempre recordaré que en mi primer Tour de Francia en 1986 ganó Peio Ruiz Cabestany, en la 3ª o 4ª etapa, y lo celebramos de un modo tremendo. Cada triunfo de etapa era una fiesta, oro puro. Sobre todo en el extranjero. Era como haber ganado un Mundial.

Y Eduardo Chozas también.
No sé si fue ese año. Pero sí recuerdo una victoria de Chozas en los Alpes en la que Ángel María de Pablos y yo nos indignamos: las cámaras francesas no le enfocaron en toda la etapa. Cuando le vimos le quedaban 50 metros para la línea de meta.

Qué tiempos. 
No me gusta comparar. Cada época tiene su momento. Pero los últimos 15 años del siglo XX fueron excepcionales para el ciclismo y yo estuve ahí.

Fue un afortunado. 
Yo diría que un privilegiado. Mire, recuerdo que en 1990 retransmitíamos todas las carreras del calendario nacional. Fíjate como sería que en 1988, dos días antes de acabar la Vuelta, nos dijeron que nos teníamos que ir al Giro a Alberto Bacigalupe y a mí. Fue ir a casa, cambiar la ropa de la maleta y marchar. Pero es que fueron años en los que todo el mundo fijó sus ojos en el ciclismo.

¿Fue todo tan perfecto?
Bueno. Había una competencia brutal: codazos, empujones, peleas duras para coger a los protagonistas al final de las etapas. Recuerdo en Lagos de Covadonga para entrevistar a Lejarreta que Alberto Bacigalup se las tuvo tiesas con los periodistas de la radio, y es que no era fácil. Éramos tantos….

Había que trabajar duro
Yo diría que si. Acabábamos las Vueltas agotados. Pero éramos jóvenes. Yo tenía el doble de fuerzas y la mitad de años que ahora y me gustaba. Ahora, cuando he vuelto a alguna Vuelta a España, me ha sorprendido cómo ha variado la mecánica en el control de firmas. Antes firmaban y te sentabas a tomar un café con los ciclistas y a hablar de lo humano y lo divino. Ahora es una feria de muestras de autobuses y bicicletas. No veo la misma relación humana.

¿Hizo amistad con los ciclistas?
No, poca.

¿Por qué? 
Siempre se establece una barrera porque éramos dos estamentos distintos. No éramos amigos. Tampoco lo pretendíamos. Creo que sólo hice una amistad con Maximino Pérez, que era el director del SEUR. El resto eran conocidos y, sí, ha quedado esa cordialidad y, por ejemplo, con Perico he mantenido relación. Nos felicitamos las Navidades. Quedamos alguna vez para comer  y recordamos una época imborrable.

Perico tenía magia. 
Todavía la tiene. Todavía es un ídolo nacional. Se forman algarabías cada vez que aparece en el autobús de televisión. No vea la cantidad de gente que quiere hacerse fotos con él o que le pide el autógrafo porque además él se conserva muy bien. A su lado, parece que no ha pasado el tiempo.

 

Todos los ciclistas debían ser como Perico. 
Él practicaba un tipo de ciclismo que en España gustaba mucho. Cuando arrancaba se iba y levantaba a la gente del sofá. Era un ciclismo alegre, agresivo en el que podía pasar cualquier cosa: todo lo contrario que Indurain al que, excepto al final, no le vimos fallar nunca. Lo llevaba todo tan planificado. Era otra historia.

Pero no era lo mismo.
Era diferente, claro.

¿Y volverá alguien como Perico? 
Hemos tenido a Contador. Pero tampoco era lo mismo.  Quizás porque todo en la vida tiene su momento. Incluso socialmente. Entonces no había tantas distracciones como ahora. Hasta el 91 no llegaron televisiones privadas. La mayor diversión era ésa, ir al cine o escuchar radio. Se fijaba el foco de atención. Pero en la época de Contador la gente ya tenía tanto donde elegir. Podías ir a tantos sitios.

¿Podria usted volver usted al ciclismo? 
La edad ya no me acompaña.

¿Hace falta ser tan joven? 
Te levantas a las 7 de la mañana e ibas al punto de partida. Hacías cuatro horas de transmisión. Montabas el resumen de media hora. Acababas a las diez de la noche y aún tenías que hacer otros 80 km para volver al lugar donde tenías el hotel.

¿Salió en el momento justo del ciclismo tras la crónica de sucesos del 98? 
Hice 2 Vueltas más.  Pero el ambiente ya se había enrarecido. Me costó trabajo admitir cuando me dijeron en televisión que no iba a hacer ciclismo y luego dije menudo favor me habéis hecho.

¿Por qué? 
No veíamos lo que pasaba o tal vez teníamos una venda en los ojos, no lo sé. Pero para mí fue un verdadero shock descubrir esa cara B. No me la hubiera imaginado nunca. No se me ocurría ni pensarla.

¿Llegó a odiar el ciclismo? 
Nunca, imposible.

Hay amores que matan.  
Desde que tengo uso de razón me gustó el ciclismo. Tengo un hermano seis años mayor que me metió ese veneno y cuando tenía 7 años recuerdo que mis padres hicieron un viaje a San Sebastián y me trajeron una caja de figuras de plástico de ciclistas y jugábamos a hacer carreras con ellas. Es más, aún las conservo. Les poníamos el nombre de un ciclista y jugábamos con ellas.

Y tocó el cielo usted. 
Sí. En la Vuelta del 85 solo pude ir a la primera y última etapa. Pero hacíamos un programa en Torrespaña que presentaba Jesus Álvarez con imagenes de la etapa anterior y tuve la posibilidad de invitar hasta a Eddy Merckx que vino desde Bélgica y que había sido mi ídolo.

Qué suerte. 
Pero le podría hablar de Perurena, de Lasa, de González Linares, de gente que yo había admirado y resulta que cuando venían al programa yo comía con ellos y estaba tres horas. Aquellos días iba diez metros por encima del suelo.

Lo imagino. 
Fue lo máximo. Soy de Puertollano. Soy hijo de un librero. Pero quise ser periodista por el afán de contar las cosas que pasaban en la vida. De niño jugaba al fútbol y escribía lo que pasaba en el campo y luego se lo leía a mis amigos.

¿En sus casi  40 años de carrera lo mejor fue el ciclismo? 
Sin duda. Era lo que realmente tenía esa conexión conmigo. En mi casa entraba As, Marca y Dicen. Los comprabamos todos los días sin excepción. Los leía de arriba a abajo. Fui un privilegiado. Viajé por muchos países. Pero no cambiaría nada por lo que viví en el ciclismo. Ha sido uno de mis cinco hitos en la profesión.

Enhorabuena.
No he sido todo lo brillante que podría haber sido. Pero me arrepiento de muy pocas cosas. Incluso, detrás de las cámaras fui subdirector de deportes. Era lo más alto que se podía llegar de forma profesional para mí. Y lo conseguí y siempre me quedará haber cubierto 11 JJOO (8 de verano y 3 de invierno).


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