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¿Pagar por ser profesional? El ciclismo que no se ve

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“Dicho de una persona que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive.”

Esta es la definición que ofrece la RAE sobre el término “profesional”. Atendiendo la definición no entiendo muy bien porque cuando la acompañamos del vocablo “ciclista” a menudo pierde su significado.

“Ciclista profesional”. ¿Según lo anterior, debería decirse de aquel que vive del ciclismo no? Pues bien, está es la teoría, la práctica, otra.

Si lo que buscas son nombres de equipos no los vas a encontrar. No estamos aquí para fusilar a estructuras deportivas, pero si para dar visibilidad a la precaria situación que viven muchos ciclistas en España y en el mundo.

Un servidor lleva toda una vida vinculado al ciclismo y he tenido relación con innumerables ciclistas que han soñado, o siguen soñando, con llegar al campo profesional.

Lo hacen con todas sus fuerzas y con toda su ilusión, pero desconociendo por completo lo que se pueden llegar a encontrar.

El World Tour (primera división) y la categoría Pro Team (segunda división) sí que ofrecen, en principio, garantías profesionales. Especialmente en el apartado salarial.

Un apartado que se tambalea y prácticamente se derrumba en lo que sería la tercera división. La de los equipos continentales

Cierto es que los “contis” hacen bien al ciclismo, y que su presencia permite a muchos ciclistas competir en categorías de nivel profesional.

Lo que hace daño al ciclismo y a los ciclistas, son las miserables condiciones con las que muchas veces se formalizan sus “contratos”. Y pongo las comillas entre la palabra contratos, porque en innumerables casos los contratos son simple papeleo. A estos niveles, los contratos se rompen sin ningún tipo de control y las supuestas promesas de determinados equipos a sus ciclistas, desaparecen de la noche a la mañana.

Calendario, dinero, material, viajes… la lista de promesas iniciales es interminable y temporada tras temporada, muchos son los ciclistas que cierran un año que nada ha tenido que ver con el que imaginaban al principio.

No voy a quitar ningún mérito a estas estructuras que en muchos casos hacen verdaderos milagros para seguir adelante. Cuadrar presupuestos para ellos es un puzzle y ello les lleva a tomar decisiones, que, en muchos casos, no quisieran tomar.

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La palabra profesional debería estar vinculada siempre a unas condiciones dignas.

En este cuento de nunca acabar el personaje que debería adquirir más protagonismo es la UCI (Unión Ciclista Internacional).

En vez de limitar la altura de los calcetines, de sancionar determinadas posiciones o de sacar innumerables normas absurdas, tal vez lo que tendrían que hacer es proteger a su valor más preciado. Los ciclistas.

Especialmente a su colectivo más vulnerable. El de aquellos deportistas que entrenan, se cuidan y se sacrifican como los que más. Esos de la tercera división, esos grandes olvidados por parte de la UCI y que aceptan “todo” con tal de poder competir.

Lejos de cobrar, algunos de ellos llegan incluso pagar a sus equipos, para que los “contraten” y los lleven a determinadas carreras.

Algunos de ellos llegan incluso pagar a sus equipos, para que los “contraten” y los lleven a determinadas carreras.

Evidentemente todo esto se hace de una forma “no oficial” pero todos los que llevamos años en este círculo sabemos perfectamente que esto se convierte en algo demasiado habitual.

Especialmente a estas alturas del año, en que muchos ciclistas todavía no tienen equipo para la siguiente temporada.

Algunos pagan porque ellos o sus familias disponen de suficiente capital, pero otros comprometen todos sus ahorros con la única intención de tener un año con buenos resultados y poder cambiar de categoría.

La UCI sigue tramitando licencias de equipos que no tienen ningún sentido. Estructuras de un país europeo con licencia asiática, africana o sudamericana. No es un tema solo de patrocinio, es un tema de condiciones económicos y salariales.

Entiendo que los equipos, y sus responsables, se las empeñen para encontrar su mejor situación. Es lógico. Lo que no lo es, es que los que paguen los platos rotos sean estos deportistas que llevan una vida soñando y trabajando para ser ciclistas profesionales.

Profesionales con todas las de la ley. Con contratos que avalen, justifiquen y protejan a la profesión.

Deportistas que se puedan ganar la vida con lo que hacen y por lo que supuestamente han sido contratados.

Nada raro, ni nada excesivo, simplemente condiciones laborales dignas.


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