Óscar Pereiro, ganador del Tour 2006: “Yo tomaba tres pirulos al día para engañar al estómago”

Publicado por
Alfredo Varona
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Hoy, a los 44 años, Pereiro es un tipo realista que acepta que lo más duro de su época de ciclista “era no comer”. Sobre todo en los meses que precedían al Tour. “De mayo a junio pasaba verdadera hambre”.

Fue un ciclista combativo. Pero, sobre todo, fue el ganador del Tour de Francia 2006. Hoy, Óscar Pereiro es un hombre de 44 años. Un hombre realista al que aun le gusta sufrir en la bicicleta. No hace mucho su corazón llegó hasta las 189 pulsaciones. “Me gusta llegar a casa reventado”, explica Pereiro, que acepta que la mayoría de las cosas que hace hoy en su vida fue “gracias a ganar el Tour de Francia”. Porque entonces tuvo estrella. “No me avergüenza reconocer que yo no tenía calidad para ganar un Tour”.

Para mí, Óscar Pereiro fue un grande
Para mí, fue un ciclista diferente, porque entró en la historia de manera diferente al resto.

 ¿Y le dio tiempo a soñar con ganar el Tour?
Desde que tenía 14 años soñaba con ser profesional cuando veía a Perico en televisión. Pero la época que más me marcó fue la de Indurain. De hecho, el primer día que me visto de amarillo en el Tour me digo a mí mismo: ‘estás donde estaba Indurain’.

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Nada es imposible.
Hay cosas que solo pasan una vez en la vida. Pero hubo una estrella que me iluminó porque no tenía calidad para ganar un Tour. No me avergüenza reconocerlo. A lo máximo, yo era para hacer entre los 10 primeros. Pero para estar entre los tres primeros hay que ser un privilegiado y yo no lo era.

¿Y el día que ganó?
Sabía que no iba a volver a vivir nada igual.

¿Y cómo conservó la motivación?
Ése fue el problema.  Cuando consigues lo máximo con 28 años y ves que todo lo que puedas conseguir no va a ser igual ya no es lo mismo: hubiese preferido ganar el Tour con 34 años. Pero sobre todo fui realista. De hecho, al siguiente Tour fui a ayudar a Alejandro Valverde y tan contento con mi papel de gregario. Es más, le diría que yo disfrutaba más siendo gregario.

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¿Y eso es lógico?
A mí no me costaba sacrificarme por los compañeros. Me gustaba preparar el plato y con Valverde recuerdo que tuve momentos increíbles. Sobre todo, aquel día en el que entre Iván Gutiérrez, Chente García Acosta y yo le convencimos de que podía, ganó la etapa y se puso líder del Tour.  Aquel día, en una etapa en línea a falta de 10 km, Alejandro no hacía más que decir, ‘no, no, dejarme, hoy no puedo’.

¿Las cosas más bonitas de su vida le han sucedido en el ciclismo? 
A nivel deportivo sí. Sigo viviendo gracias al ciclismo. La gran mayoría de cosas que hago es gracias a ganar el Tour de Francia. Pero, sobre todo, fue una época feliz. Al final, el deporte profesional es hacer los sueños que tienes de niño y yo los hice.

¿Hizo ya lo mejor de su vida?
Eso pensaba yo el día que me retiré. Pero ahora me doy cuenta de que aún queda mucha vida.

¿Y qué es lo mejor que puede hacer?
Mi sueño es el día a día y la mayor victoria es que mis hijos queden colocados, tengan una formación y no dependan de mí. El pequeño tiene 6 años, pero el mayor ya ha cumplido 16 y ya está en bachillerato.

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El tiempo pasa.
Fíjese si pasa que este mismo niño tenía ocho meses cuando subió conmigo al podio del Tour en 2006.

¿Y cuántas veces ha vuelto a ver esa foto con él?
Muchas veces

¿Y qué dice él?
Lleva 6 Vueltas a España conmigo y dice que es uno de los pocos que ha estado en el podio del Tour. Siente orgullo y es consciente de lo que significó estar ahí. ¿Qué si será ciclista? A él le gusta la bicicleta, le gusta el ciclismo pero no le gusta sufrir y si no tienes ilusión por sufrir no hay opción para comprobar si tienes calidad o no. Lo que importa es que es muy buen estudiante.

¿A usted le gustaba gusta sufrir?
No entiendo la vida sin sufrir. Me gusta llegar a casa reventado.

¿Y cómo se conserva?  
Ahora, peso lo mismo que en los inviernos de mi época de ciclista, uso la misma talla de ropa. Pero mantener el peso de competición es difícil entre otras razones porque a mí ya no me compensaría. Siempre digo que lo más duro de mi carrera deportiva era no comer. Yo pasé mucha hambre. Cada día era una lucha con el peso, una verdadera guerra.

¿Y en el Tour pasaba hambre?
Antes del Tour, sí. Pero durante el Tour te organizabas y no. Mire, yo tenía meses que comía helados de hielo para saciar el hambre. Me tomaba tres pirulos, que son 50 calorías cada uno, al día para engañar al estómago, porque entre mayo y junio pasaba hambre. Solo hacía dos comidas al día, el desayuno y la cena, y llegaba a entrenar hasta 8 horas.

Esa vida solo se puede llevar unos años.
Es el mérito de Valverde. La vida, que los demás sólo podemos llevar durante 8 o 10 años, él ya lleva más de 20 aguantando, y no se puede imaginar lo delgado que está. Lo vi desnudo en la Vuelta antes del covid. Le vi quitarse el maillot y me quedé asombrado.

¿Y eso es sano?
¿Pero es sano el deporte de elite? Los ciclistas no tenemos problemas de articulaciones ni de caderas como los futbolistas. Pero hacemos un esfuerzo descomunal: yo siempre digo que el corazón es como el motor de un coche que tiene unos kilómetros y que hay que cuidarlo.

¿Y cómo está su corazón?
Sigue bien. El año pasado en invierno llegué a ver las 189 pulsaciones en el pulsómetro.

¿Y ésas no son muchas a su edad?
Cada uno es como es. Yo nunca bajé de 40 en reposo. Pero lo importante es el margen que tengas. Hay corredores que tienen 25 y no superan 170. Yo llegué hasta 206 pulsaciones, pero recuperas porque estás entrenado y el corazón, si está preparado, aguanta lo que le echen.

 

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Alfredo Varona