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Mikel Landa: tanta mala suerte no es normal

Es la pregunta que nos deja la primera semana del Giro. Otra de esas primeras semanas letales en el currículum de Mikel Landa a las que la mala suerte nos tiene tan acostumbrados

Qué mala suerte. Hay veces en las que es inexplicable tanta mala suerte como la de ayer en el Giro de Italia, donde Mikel Landa se cayó en una carretera maldita, camino de una playa adriática con un diagnóstico que hace daño a los oídos, clavícula herida y cinco costillas rotas, lo que ya no es capaz de engañarnos: estamos ante un auténtico enamorado de la mala suerte en las primeras semanas de carrera. Si alguien puede hacer una cátedra de ello es él: Mikel Landa, el mejor ciclista español del momento.

Cuando estas cosas pasan no sólo se cae el ciclista. Nos caemos todos. Sobre todo, los que aún esperamos grandes cosas de Mikel Landa y nos autoriza su edad (31 años) y su liderazgo en un equipo como el Bahrain y su manera de ser, destinada a desdramatizar lo peor. Y miren que él ya es un especialista. “Si no gano, no pasa nada porque estoy acostumbrado a no ganar”, explicó hace una semana antes de empezar el Giro.

Sin embargo, el martes con ese ataque en el puerto de Passerino, nos invitó a cargar el depósito de gasolina en un Giro tan montañoso. Y, de repente, esta caída nos ha dejado con las manos vacías y con una pregunta muy amarga: ¿por qué la mala suerte casi siempre la tienen los mismos? Pues es una pregunta que no sé si tiene respuesta o sólo es cosa del destino. Ustedes dirán. Pero la realidad es que desde el Giro de Italia de 2015, cuando Mikel Landa apareció con esa rotundidad, la mala suerte no hace más que complicar su currículum y lo encharca de penas.

Un ciclista de una categoría bestial que, a pesar de todo, ha sido dos veces cuarto en el Tour de Francia (2017 y 2020), una vez sexto (2019) y otra séptimo (2018). Pero la realidad es que todo eso sabe a poco y es la eterna sospecha que persigue a Mikel Landa. Y en buena medida es culpa de tardes como la de ayer, en las primeras semanas de las grandes Vueltas en las que no debe pasar nada y a veces pasa lo peor de lo peor.

No hay que dejarse invadir por la cólera de la mala suerte. Si hay que ser comprensivos este es el momento. Nadie se cae a posta de la bicicleta.  Yo, qué quieren que les diga, hasta el día que se vaya, nunca dejaré de creer en Landa. Quizá ya nunca sea el heredero que un día imaginamos. Pero un ciclista que ha quedado cuatro veces entre los 10 primeros del Tour siempre será un ciclista capital, inolvidable en el recuerdo.

Y les diría más. En aquel Giro de 2015 tan maravilloso, en el que ganó Contador y en el que Landa fue tercero, Fabio Aru (que tiene un año menos que Landa) quedó segundo. La realidad es que, a partir de aquel año, Fabio Aru casi desapareció de la clase alta del ciclismo. Y, sin embargo, Landa todavía sigue ahí insinuando que es posible. Y quisiera creer que frente a la generación de los Pogacar o Evenepoel o Bernal, Mikel Landa aún no dijo su última palabra.

Recuperate y aquí te esperamos.

Con los brazos abiertos. Como siempre.


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