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La nueva vida de Suso Blanco Villar: “Trabajo por amor al arte”

El gran Suso Blanco Villar, a los 60 años, dirige a un equipo amateur en Galicia. “Tengo alquileres, inversiones…, ya no le pido dinero al ciclismo”, explica tras una brillante carrera de ciclista y director. 

 

Hoy, tiene 60 años y la misma pasión por el ciclismo que cuando fue ciclista del Teka o director del Xacobeo. Porque la vocación es así. “A la vocación no se puede renunciar”, explica Suso Blanco Villar, que hoy es director deportivo de un equipo amateur de Padrón: ‘Aluminios Cortizo’. “Mi hijo, que llegó a ser campeón de Galicia, corrió hasta juveniles. Pero vio que el ciclismo era muy duro y lo dejó”, recuerda.

¿Es agradecido el ciclismo?
Para mí, sí. Desde que tenía 10 años estoy en el ciclismo. Es la única profesión que he conocido. Mi vida es lo que es gracias al ciclismo. No le puedo reprochar nada. Sólo he vivido de esto.

Entonces sí: ha sido un privilegiado.
Sí. He sufrido mucho en las Vueltas, en los Giros, en los Tours. Pero gracias al ciclismo he descubierto que, al final, todo esfuerzo tiene su recompensa. Para mí es muy importante. Cuando era niño me daban a elegir entre una bicicleta o un balón. Prefería la bicicleta.

Luego, sufrió a tope en la bicicleta.
No se lo puede imaginar. He estado a casi 200 pulsaciones durante una hora subiendo un puerto de montaña. Llegas a unos límites exagerados. Recuerdo una etapa del Tour que terminó en Luz Ardiden en un día terrible de calor. Cogí una pájara tremenda y salvé el control por los pelos. Todavía no sé como lo hice.

Pero lo hizo.
Los ciclistas somos así. Estamos educados para sufrir.  Te adaptas a todo: al calor, al frío o a la nieve si hace falta. Yo recuerdo esas etapas de frío en la que se te quedaban congeladas las manos y los pies: te quedabas hasta sin sensibilidad en los dedos. Me acuerdo de una en el Giro en las tres cimas de Lavadero. Llegué a meta con síntomas de congelación. Y luego me duché con agua hirviendo durante una hora.

Porque además los ciclistas están tan finos.
Bueno, yo era un ciclista a la antigua. Me gustaba entrenar mucho y comer bien. No lo oculto. El peso no me resolvía gran cosa. Cuando estaba muy fino sentía que perdía potencia. Así que no me obsesionó nunca.

Fue usted un muy buen contrarrelojista.
Todo empezó de junior. No me gustaba ganar al sprint. Prefería atacar desde lejos y le puedo decir que luego sí. Hasta llegué a ganar una contrarreloj a Sean Kelly (risas).

Los años del Teka.
En el año 85, sí. Nos convertimos en un referente mundial con ciclistas como Reimund Dietzen, Patrocinio Jiménez… Los propios patrocinadores estaban volcados con el ciclismo. Lo querían con locura. Recuerdo que fuimos el primer equipo en tener autobús. Íbamos a Portugal, al Giro de Italia, al Tour…, qué espectáculo, porque esa época no era como ahora

¿Quién le marcó más?
Mi padre. Sobre todo, mi padre. Trabajaba de panadero, pero era un apasionado del ciclismo. Fui ciclista gracias a él.

¿Qué le faltó?
Quizás una Vuelta a España, porque vueltas de una semana sí conseguí. Pero en la Vuelta hice, a lo máximo, séptimo un año. El año en el que  Dietzen fue segundo le ayudé hasta la misma cima en los Lagos. Pero es verdad que igual podía haber logrado más.

El pasado ya es inamovible.
Pero me quedan grandes cosas. Yo, Jesús Blanco Villar, le llegué a disputar una Vuelta a la Comunidad Valenciana a Bernard Hinault. Estaba primero y él segundo. Pero me descalificó el comisario porque desde el coche me bajaron el sillín. Llevaba la bicicleta de Echave. La mía se había enrollado los piñones con una bolsa de plástico. Y como yo iba de líder Echave rápidamente me dejó la suya.

Lo recuerdo, sí.
Fue un gran momento, pese a todo.

¿Y ahora a qué se dedica usted?
Soy director deportivo de un equipo amateur, Aluminios Cortizo, porque me gusta. Mientras pueda estaré allí. Busco hacer ciclistas. Trato de ayudarles y si algún día llegan… Qué orgullo… El orgullo es importante. El hecho de recordar que esos ciclistas han estado conmigo como ha pasado con Ezequiel Mosquera, con David García… No sé como explicarlo.

¿Vive de esto?
No, no, no puedo. Le diría que trabajo casi por amor al arte. Pero me lo puedo permitir. El ciclismo me permitió hacer unas inversiones, unos alquileres… Hasta que llegó la pandemia, aprovechando mi nombre, teníamos una tienda de bicicletas que llevaban entre mi cuñado y mi mujer.

¿Y qué pasó en la pandemia?
Las ventas bajaron y decidimos ‘hasta aquí hemos llegado’. Mi mujer pidió la jubilación anticipada.

¿Y usted?
Yo no quiero jubilarme. Mientras el ciclismo me haga un hueco quiero estar en él. Sí, lo sé, ya no es como antes cuando era director de equipos profesionales. Pero yo disfruto y los equipos amateurs tienen casi más medios de los que tenía yo como profesional en mi época.

 

 


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