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El ansia por seguir sufriendo de Iván Raña (20 años después)

Publicado por
Alfredo Varona
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Este mes de noviembre se cumplen 20 años desde que Iván Raña fue campeón del mundo de triatlón. Él fue el auténtico pionero, la inspiración en la que se fijaron los demás. Por suerte, Raña no se ha acabado todavía. No se acaba nunca.

 

Fue el auténtico pionero del triatlón.

Un alma libre, un tipo que podemos definir de demasiadas maneras pero, si se trata de ser diferente, hay una que a mí me gusta especialmente y que es a través de un tuit suyo dedicado a Albert Llovera hace varios años y a su libro ‘No existen límites cuando se cree en uno mismo’. 

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-Vas a hacer que el viaje se me haga más corto -escribió Iván Raña en Twitter en uno de esos viajes suyos en los que cruzaba el mundo.

A mí me llevó a comprar el libro.

Pero Iván Raña (que hoy tiene 43 años) es algo más que un libro.

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Es el hombre que nos descubrió la gloria en el triatlón.

El que nos hizo campeones del mundo por primera vez hace 20 años (precisamente este mes de noviembre se cumplen esos 20 años) en Cancún.

Nos presentó entonces un mundo que apenas conocíamos y nos hicimos muy de Iván Raña que, sin pedir permiso, había sido quinto en los JJOO de Sidney (vaya muchacho).

Y no dudamos que el oro en los JJOO de Atenas 2004 debía ser él porque en ese momento no había nadie como Iván Raña.

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Sin embargo, Atenas nos pegó un palo muy gordo y, sobre todo, se lo pegó a él que por culpa de esa derrota (23º clasificado) se estresó como no lo hubiese imaginado.

Pero volvió.

Tenía que volver Iván Raña y claro que volvió.

Y, a su lado, sacamos jugo a la ley de las nuevas oportunidades.

Porque Raña es un tipo que pertenece a ese retrato de gente a la que le gusta machacarse, un abogado defensor del entrenamiento más extremo, un tipo que ha sido feliz así, un hombre que es feliz así.

Seguramente por eso hoy continúa al pie del cañón sin objeciones.

El año pasado se retiró del triatlón como profesional, pero el deportista no dejó de vivir.

Se ha enganchado a la bicicleta de montaña en esta nueva etapa de su vida en la que ya no pasa nada si no gana.

Lo descubrió antes de que se le hiciese de noche y de todas las entrevistas que he leído con él me quedo con ese titular en la que lo explicaba con una naturalidad sobresaliente:

-Ya no me hace falta ganar para estar contento.

No fue una frase. Fue un testamento, el testamento de Iván Raña, el hombre que precedió a Gómez Noya y a Mario Mola que realmente hizo lo más difícil: presentarnos un deporte distinto, familiarizarnos con él, el atrevimiento de los pioneros.

Hoy, a los 43 años, ya no es el que ganó en Queenstown ni en Madeira. Ni siquiera el que logró los Ironman de Cozumel o Klagenfurt no hace tanto tiempo. Pero siempre será una demostración eterna de vocación.

Un tótem de una época que no volverá, una inspiración infinita, un machaca que ha sabido conservar la motivación ya sea nadando, en bicicleta o corriendo a pie.

Quizá tuvo más prestigio en la profesión que popularidad en nuestro país. Pudo ser. Ha podido ser en el caso de Iván Raña. Pero, sea como sea, para mí es uno de esos nombres que me da gusto escuchar, de los que me tiraría horas escribiendo porque no intuyo el final ni lo quiero ver.

Una vez retirado del triatlon ha seguido ganando triatlones.

Quizás no hay mejor demostración que esa para despedirse de él hasta la próxima vez.

 

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Alfredo Varona