Nunca mires de donde vienes sino a donde vas.
Pello Bilbao es el responsable de que hoy cuente esta historia.
De una bicicleta que le compró por 120 € a un compañero de instituto a los 15 años a ganar a un campeón del mundo como Julian Alaphilippe al sprint en Amurrio.
Entre esas dos historias hay 18 años de diferencia que son los que separan a aquel muchacho de 14, que no sabía lo que era el ciclismo ni lo que quería ser, a un hombre de 32 años, que es ciclista profesional, que fue noveno en el último Tour de Francia y que ha empezado como un tiro esta temporada: da gusto.
La historia de Pello Bilbao es, por lo tanto, una historia de una motivación rotunda que nos recuerda que nunca es demasiado tarde, que tu hijo adolescente puede ser ciclista profesional sin haber montado nunca en bicicleta.
Es el mensaje que hoy pretendo trasladar.
Recuerdo que este invierno estuve hablando con Pello Bilbao y él mismo se sorprendía de su propia historia porque su vida no tiene nada que ver con la de un ciclista al uso (admitía).
También le pregunté si podría convertirse en uno de los líderes del ciclismo español (ha sido noveno en el Tour) y no es que se envalentonase, pero sí se le ocurrió recordar que Damiano Caruso, con 33 años, fue segundo en el último Giro de Italia.
Pello Bilbao es un ciclista poco gastado. A una edad como la suya, en la que otros inician la decadencia, él muestra un estado óptimo.
Y todo arrancó gracias a esa bicicleta que se atrevió a comprar a un compañero de clase a los 14 años y que le salió tirada de precio (“incluyó el culotte y los zapatos”) y que fue el pasaporte para desafiar a los mejores del mundo.