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Julián Gorospe, a los 61 años: “Ahora, el médico importa más que el director”

Fue uno de los mejores de la generación de Perico Delgado con el que no quería compartir habitación ni en broma. “No se dormía hasta las tantas”. Hoy, Julián Gorospe es un comercial que lleva 15 años alejado del ciclismo. “Prefiero estar en casa con un sueldo normal”. 

La nostalgia es una mina. A los 61 años, Julián Gorospe es un exponente fantástico. Uno de esos ciclistas que, sin ganar una gran Vuelta, nos dejó marcados en los ochenta. Un contrarrelojista fantástico que hoy es un señor mayor, un comercial en una empresa de su pueblo. Un hombre que ya tiene una nieta y que disfruta de una vida pacífica en Durango, a 30 kilómetros de Bilbao. “Aunque me lo ofrecieran, no volvería al ciclismo”, asegura.

¿El ciclismo le dejó la vida resuelta? 
No, pero sí media vida.

¿Y cómo es su otra media vida? 
En 2006 me quedé sin trabajo en el ciclismo y ya tampoco intenté volver. Prefiero estar al lado de casa con un sueldo normal. Al principio te gusta estar fuera, viajar, hablar idiomas, pero luego te das cuenta de que esa vida es sota caballo y rey y ya tenía 46 años… Llevaba mucho tiempo.

¿Qué idiomas aprendió?
Aprendí a defenderme en francés, que era el idioma que más se hablaba en el ciclismo de mi época.

¿Y a qué se dedica ahora?
Trabajo en una empresa al lado de casa aquí, en Durango, que se dedica al alquiler de maquinaría de elevación. Hago de comercial. Ando por la calle y les ayudo en lo que necesito y ya solo viajo con la familia. Puedo ir al gimnasio todos los días. Tengo una casa, tengo mi terreno, tengo una nieta. No le pido más a la vida. Si ahora me dijesen ‘vuelve al ciclismo’ no volvería.

¿Sería ahora un buen director? 
Supongo que sí. No creo que el ciclismo haya cambiado tanto. Si tienes buenos ciclistas es fácil dirigir.

Recuerdo los años dorados del Euskaltel con usted de director. 
No hicimos fichajes. Solo con gente formada en el País Vasco y es verdad que logramos grandes cosas: etapas en el Tour, en la Vuelta, un quinto puesto en el Tour… Teníamos apoyo económico. Supimos estar a la altura.

Incluso en 2003 iban de favoritos para ganar el Tour con Iban Mayo. 
Había ganado la Dauphine Libere. Pero no era lo mismo y menos competir con Armstrong y en el Tour nos dimos cuenta de que Mayo iba a menos. Él era muy frágil moralmente, todo lo contrario que Haimar Zubeldia, que era más constante.  Pero Mayo… De hecho, después de ese Tour, ya no volvió a ser el mismo. Había que saber llevarlo.

¿Mayo podía ser mejor escalador que Delgado?  
No. Quizás en algún día concreto. Pero Delgado ganó un Tour, una cronoescalada en el Tour, varias Vueltas. No se puede ni comparar. Perico era más corredor. Quizás si Mayo hubiese sido más regular, pero no lo fue.

Usted tampoco fue especialmente regular. 
No, yo tampoco.

Sin embargo, cualquiera tiene a Julián Gorospe en la memoria. 
No hice tanto. Pero es verdad que hay gente que me sigue recordando y es de agradecer. Los años van rápido. Yo ya tengo 61 años. Fueron 13 de profesional.

Julián Gorospe en acción

¿Fue usted un genio? 
Estuve de líder en la Vuelta a España del 83. Planté cara a Bernard Hinault y se habló de mí, porque entonces empezaba a televisarse los últimos kilómetros de la Vuelta a España y tuvimos un gran periodista como Jose Marcia García, que por las tardes nos llevaba a las plazas de los pueblos y nos entrevistaba delante de todo el pueblo en la radio. Y eso fue impresionante. Y había una cercanía que no olvidaré nunca.

Qué tiempos. 
Teníamos que estar en la cama descansando. Pero la gente merecía que estuviésemos ahí. El ciclismo era de la gente. Yo recuerdo que José Ramón de la Morena venía a las 7 de la mañana  a las habitaciones y nos despertaba a diario. Nos ponía el micrófono y nos preguntaba cómo habíamos dormido. Y nos hizo ser famosos.

¿Por qué ya no hay pájaras en el ciclismo? 
Hay algunas por ahí. Pero en aquella época no había la medicina de ahora. Ahora se le da más importancia al médico que al director porque te hace andar, te hace recuperar… Nosotros, sin embargo, no teníamos médico… . Hacíamos un reconocimiento anual en la universidad de Pamplona que nos pagaba el Reynolds y nada más. Luego, vino Padilla y nos controló un poco más. Pero nada como ahora.

¿Alguna vez le ofrecieron doparse? 
No. Además, no te pueden dopar porque si te dopan das positivo…. Pero si buscabas cosas para recuperar y tenías que controlar.

¿Y cómo recuperaba? 
Con la alimentación. No teníamos otra cosa. Recuperábamos con cereales, yogures, galletas, sales minerales. A la noche hidratos de carbono y luego  vitaminas C, B12… Nos decían ‘estás bajo de hierro’ y todo era natural. Mi época era así. Sabíamos que un ciclista cuando está en forma está enfermo porque está bajo de defensas.

Fue otro ciclismo.
Íbamos por las sensaciones. Y te levantabas y decías ‘hoy voy a ser el líder’ o lo decía Laguia o Magro o Carlos Hernández…. Yo lo decía sobre todo en primavera. Me gustaba mucho la primavera. Con agua rendía más y me apoyaban. Cada uno sabía dónde estaba y eso ahora con la cadencia, los vatios, no sé si sería posible. Ahora todo es matemática. Pero tiene que ser asi.

Le entra a uno la nostalgia 
No se lo puede ni imaginar. Recuerdo los inviernos cuando nos concentramos en la nieve fuese en Font Romeu, en Candanchú, en Sierra Nevada… Eramos como una familia en la que lo más importante era ser feliz. Jugábamos a las cartas, hacíamos bromas, no sé si ahora pasa eso. Creo que no.

De usted siempre se esperó más en competición.
Uno no se defendía en todos los terrenos. Tenía mis puntos débiles y no los superaba. El calor me machacaba y el ciclismo, si no estas a la altura pierdes hasta el apellido.

Pudo ser usted una eterna promesa.
Era lo que se decía. Gané la Vuelta al País Vasco nada más empezar y tuve mis cosas. Pero al no ganar una Vuelta grande te quedas en promesa pero es que la presión de tantos días no era fácil. Me afectaba. Tenías desgaste físico, mental. Pero bueno tampoco tuve ninguna desgracia grave.

Nos quedamos siempre con lo mejor.
No cambio esa época por nada.  Éramos como una familia y si uno estaba en forma lo estábamos todos.

¿No sintió envidia de Perico Delgado, que era de su edad? 
No, para nada. Supe hacer de gregario. Pero lo que sí es verdad es que no quería compartir ni en broma habitación con Perico Delgado (risas). A Perico le gustaba dormir muy tarde. Se ponía a leer, a ver la televisión hasta las tantas y yo era de los de dormirme a las diez y media. Y luego madrugaba y él me decía, ‘ya me has despertado’.


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