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Jesús Montoya: el ciclista con el que no contábamos para nada

Hace 30 años, en la Vuelta a España del 92, un murciano con el que no contábamos para nada estuvo a punto de ganar. Quedó segundo por delante de Perico Delgado. Estuvo 12 días de líder.  

 

Esa fotografía, que abre este artículo, creo que resume lo que pretendo contar.

Jesús Montoya, rodeado de mujeres, de azafatas en la Vuelta a España.

Se lo mereció porque en aquella Vuelta a España de 1992 Montoya desafió todas las leyes del universo.

Y hasta la última contrarreloj, en la que Rominger impuso su ley, tuvo la esperanza real de ganar aquella Vuelta.

Él,  Jesús Montoya, que era lo más parecido a un antihéroe con un currículum pequeño y discreto, con una pinta diría no muy fotogenica.

Minguez lo había llevado a esa Vuelta para ayudar a Cubino.

Pero la primera contrarreloj de Oropesa, de casi 50 kilómetros, puso el mundo del revés.

En una actuación memorable, Montoya fue segundo tras un especialista mundial como Erik Breukink. 

Entonces imaginamos que sería como el sueño de una noche de verano. Pero Montoya se convirtió en una roca.

Perseveró hasta el punto de aguantar el maillot amarillo durante 12 días.

Resistió carros y carretas (hasta en Luz Ardiden).

En aquel mes de abril (porque entonces la Vuelta era en abril), se convirtió en uno de los nuestros, en un reflejo exacto del pueblo y de los niños: no hacia falta una condición innata para ser ciclista (esa condición también se podía trabajar).

Y fue lo que pasó en esa Vuelta a España en la que Montoya se convirtió en nuestra opción, por encima incluso de todo un ganador del Tour como Perico Delgado (tercero clasificado).

Es verdad que Perico ya amenazaba con la decadencia, pero insisto en que lo que pasó fue muy fuerte. 

Montoya, con ese acento murciano, se convirtió en una referencia nacional, en el auténtico líder de los supervivientes.

Al final, se quedó en la orilla: Rominger era más ciclista y sentenció en la crono final de Fuenlabrada.

Pero cómo lo peleó Jesús Montoya, cuánta admiración generó en aquellos días y cómo lo quisimos, qué abrazos le hubiésemos dado.

Creo recordar que hasta el presidente del Gobierno habló de él.

Hoy, 30 años después, me  apetece contar esa historia que, pese a todo, acabó con final feliz.

¿Quién le iba a decir a Montoya que iba a llegar hasta ahí?

Al año siguiente fue quinto en la Vuelta, pero ya nada volvió a ser igual para él.

El mes de abril del 92 fue para Montoya como para Sabina: en su pueblo (Cabezo de Torres) pusieron hasta una calle a su nombre.

Fue, por encima de todo, una historia muy literaria que aún nos pone los pelos de punta.

Al menos, a mí en aquella época en la que la Vuelta a España se vivía tan intensamente como si se tratase de una asignatura extraescolar. 

Simon Rufo aún nos la contaba en el AS, que entraba en mi casa casi todos los días.  Pedro González en televisión.

Han pasado 30 años y apenas he vuelto a saber nada de Jesús Montoya, que hoy ya tiene 58.

Pero ya llegará el día en el que hable con él.

Hoy solo me apetecía contar esta historia y que las letras acompañasen, sin obstáculos, a los recuerdos.

Aquel mes de abril todos fuimos Jesús Montoya .

Él siempre lo podrá contar; yo recordarlo.


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