El pensionista Marino Lejarreta: “En los Dolomitas subía un autobús de tifosi a animarme”

Publicado por
Alfredo Varona
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Marino Lejarreta es muchísimas cosas en nuestro recuerdo. Pero, sobre todo, fue el hombre Giro en los ochenta. Hoy, a los 64 años, recuerda que “un autobús de tifosi subía a los Dolomitas” a animarle, porque él vivía en San Marino.

 

Tiene ya el pelo plateado. Pero sigue siendo él, inconfundible, fino y carismático. Sólo con la mirada te atrapa Marino Lejarreta, que ya tiene 64 años y ya está jubilado. Vive en Durango y, como en su juventud, sigue enamorado del Giro de Italia. No tuvo sucesión en el ciclismo porque su hijo prefirió estudiar (“hizo ADE y Derecho”) y ahora trabaja de lo que estudió.

Son palabras mayores su recuerdo, Marino.
No lo sé. A veces, me lo dicen y me sonrojo. Fui siempre una persona sencilla, normal. Y cuando alguien viene y me dice que me admira… El otro día vino uno y me dijo que yo era como un Dios para él y, claro, te quedas.

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¿Y en qué se parece usted a Dios?
Bueno, no soy quién para decirlo.

Sé que usted nos enamoró a mucha gente.
Tengo la sensación de que algo hice bien. Pero, sobre todo, lo mejor que conseguí fue conquistar a la gente sin necesidad de palabras: lo que hice habla por mí.

No siempre hacen falta las palabras.
No sé si me explico. La palabra te puede engatusar. Mire a los políticos. Pero lo que marcan la diferencia son los hechos. Eso es lo que provoca que la gente te crea y que ahora, tantos años después, se acuerde de ti. Pero es que yo corría con el corazón. No me importaba no ganar. Prefería el corazón.

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Recuerdo aquellos Giros suyos con el Alfa Lum.
Nada más llegar a Italia, me veían como un forastero. Pero, una vez que me adapté, ya tenía hasta mis seguidores, los tifosi. En los Dolomitas venía a animarme un autobús con gente de San Marino, porque yo me fui a vivir a San Marino. Es más, el maillot del Alfa Lum, que era una empresa de ventanas de aluminio, era la bandera de San Marino.

Llegó a ser cuarto dos veces en el Giro (1984 y 1987).
Pero no estuve nunca cerca de ganar, esa fue la realidad.

En aquella época se decía que los Giros estaban amañados para que los ganasen Moser o Saronni y hasta se decía que los puertos se pasaban por túneles.
Sí es verdad que algunos años los puertos no se subieron hasta arriba. Me acuerdo, sí, me acuerdo, pero yo nunca tuve opciones de ganar el Giro.

Fue usted un ciclista de momentos como en los Lagos de Covadonga.
Yo no llegaba a Hinault ni a la suela de los zapatos. Pero aquel año no vino al cien por cien a la Vuelta y le pude molestar. Me acuerdo aquel día en los Lagos. Salimos de Aguilar de Campoo, que hacía un frío terrible. Pero el tiempo cambió cuando llegamos al Cantábrico y empezando a subir los Lagos vi que me quedé solo y, sí, fue una sorpresa hasta para mí.

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¿Qué hubiera sido de no ser ciclista?
No sé. Igual podía haber sido montañero. Pero es absurdo pensarlo: ya no hay vuelta atrás y, además, cualquier tontería te cambia la vida, quieres ser una cosa y luego eres otra.

¿Y qué le cambió a usted la vida?
La bicicleta. El ciclismo me cambió la vida y me dio todo lo que tengo. La bicicleta ha sido la gran motivación de mi vida por culpa de mis dos hermanos gemelos, porque en casa no había antecedentes. Mi padre trabajaba de electricista. Pero los dos gemelos, que me sacaban cuatro años, empezaron a montar en bicicleta y como yo quería hacer todo lo que hacían ellos…

Luego, se quedaron Ismael y usted.
Sí, porque el otro gemelo estudió para aparejador y me quedé con Ismael, que fue como mi padre deportivo. Él no tenía mi clase pero era un currante y le gustaba hacer las cosas bien. Me obligaba. Y lo primero que hice nada más saber que me iba a Italia, fue decirle: “Ismael, quiero que vengas conmigo”, y vino, no podía ser de otra manera.

¿Y qué ha sido de él?
Cuando se retiró estuvo trabajando de bombero hasta que le dieron una incapacidad total por artrosis. Pero ahí sigue haciendo las cosas bien (risas).

¿Y usted?
Yo fui director de la ONCE hasta que se acabó y me dediqué a vivir por mi cuenta, a disfrutar de la vida. Ahora, ya soy pensionista y soy dueño de mi tiempo. Por las mañanas hago deporte y por las tardes, si surge cualquier compromiso con el ciclismo, siempre voy. No puedo decir que no a quien me ha dado tanto.

¿Y en qué se parece el ciclismo de ahora al de entonces?
Siempre recuerdo que cuando me fui a vivir a San Marino hablaba por teléfono una vez a la semana con la familia, aquellas conferencias de entonces. Pero es que no teníamos necesidad de estar todo el día comunicados. Ahora, con el whattsap sería imposible, y creo que esta comparación vale para el ciclismo: todo lo que no teníamos entonces, lo tienen ahora. Pero es que la vida cambia, todo cambia.

¿Y qué le quedó?
No lo sé. Tampoco me planteo esa pregunta ahora. Acabé a gusto y ya está. Incluso en mis últimos años logré estar arriba en el Tour, porque aprendí a correrlo. Demostré que nunca es tarde. Hasta entonces yo lo corría como si se tratase de la Vuelta al País Vasco y no: el Tour es diferente.

¿En esta época usted sería Landa?
El que lo diga sabrá por qué lo dice. Yo no lo diría, aunque sí es verdad  que los dos éramos escaladores y tenemos una buena relación con el Giro de Italia. ¿Que si Landa puede ganar este año? En su momento sí lo pudo ganar, sí, y este año ya sí es la prueba de la verdad y quizá la definitiva. ¿Por qué no?

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Ver comentarios

  • Yo decía, échate a la cuneta que viene Lejarreta. Si lo decía es pq transmitía esa fuerza. Un grande del ciclismo, sin duda.

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Alfredo Varona