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El empleado estrella de Indurain que murió a los 50 años

Fue uno de los mejores gregarios de aquel Banesto de Indurain. Armand de las Cuevas fue un ciclista que no dejó indiferente a nadie y que en aquella mítica contrarreloj de Luxemburgo del Tour del 92 fue el primero de los humanos. 

 

Murió a los 50 años.

Murió en el paraíso, en la isla de Reunión, en el océano índico, Madagascar.

Los compañeros de ‘L’ Equipe’ escribieron de un posible suicidio.

El 2 de agosto se cumplirán cuatro años de su muerte.

Armand de las Cuevas (1968) tenía 50 años.

Nos contaron que, después de dejar el ciclismo, ya nunca encontró su sitio en la vida.

Armand de las Cuevas era un tipo difícil,  desordenado y lleno de contrastes como el poco pelo que empezaba a quedarle en aquella época en la que fue uno de los mejores gregarios de Indurain en Banesto.

O tal vez De las Cuevas fue algo más que eso.

Se trataba de un tipo que no dejaba indiferente a nadie, con unas capacidades altísimas, en especial contrarreloj.

De hecho, es ahí donde pretendo situarme y regresar a aquella contrarreloj del Tour de Francia del 92 en Luxemburgo, en aquellos 65 kilómetros en los que Indurain dilapidó a todo el mundo (Lemond, Fignon, Zulle, Breukink, Bugno….)

Armand de las Cuevas, a 3’00”, fue el segundo clasificado.

Fue el primero de los humanos (así lo admitió la prensa aquel 13 de julio de 1992).

En unos días se cumplirán 30 años de aquello: uno de los episodios más espectaculares de la historia del ciclismo y De las Cuevas estaba allí.

Fue uno de sus mejores protagonistas.

Un par de años después, se marchaba de Banesto (dicen que se peleó con Indurain).

Fuera como fuese, es un tipo que siempre recordaremos como algo diferente.

Y no por lo que ganó,  sino por la naturalidad con la que aparecía en esas contrarreloj y porque tal vez se trataba de un genio.

Nos contaron que, antes de ciclista, quiso ser boxeador.

No fue un hombre especialmente comunicativo lo que quizás le impidió ser un líder o un ciclista más constante.

Nos dejó verdaderas exhibiciones como aquella contrarreloj que ganó en Bolonia en el Giro, la Clásica de San Sebastián o la Dauphine Liberé que ganó y en la que nos dio por pensar que tal vez  había tiempo para algo diferente.

Nos equivocamos.

De las Cuevas nunca sería un líder.

Su trabajo nunca fue el de ser un líder.  Quizás no estaba preparado y ni siquiera él lo deseaba.

Murió demasiado joven y ése día nos acordamos con muchísimo cariño de él y de aquel Banesto de Indurain que parecía un equipo perfecto.

En la perfección, Armand de las Cuevas marcaba la diferencia.

De lo contrario, quizás hoy continuaría vivo.

Tendría 54 años.

Pero tal vez hacerse mayor no estaba entre los objetivos que Armand de las Cuevas pretendía para la vida.


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