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Ganar una Paris Roubaix entrenando en el rodillo. La historia de Hayman con Zwift

Paris Roubaix Mathtew hayman y zwift

Los grandes aficionados al ciclismo estamos 364 días al año esperando que llegue uno de los eventos competitivos más esperados de la temporada.

La Paris Roubaix es probablemente la carrera más espectacular y especial de todo el calendario. Una lucha sin cuartel que nos hace babear año tras año y nos permite conectar con la parte más aventurera y cruel de este deporte.

Ante tal descripción, no es de extrañar que la Paris Roubaix se conozca también bajo el nombre de “L’enfer du Nord” (el infierno del norte) y es que sus famosos tramos de adoquín son un auténtico suplicio para todos aquellos ciclistas que se atreven con la clásica de las clásicas.

Una carrera en la que el 85% del pelotón se conforma con sobrevivir. Un recorrido clásico de más de 250 kilómetros en los que la velocidad, el riesgo, la meteorología, la colocación y el factor suerte juegan un papel clave a la hora de determinar el resultado final.

Demasiados factores a controlar que históricamente nos han brindado momentos de auténtico caos y alguna que otra sorpresa.

Dicen que ganar una Paris Roubaix es incluso más complicado que ganar un Tour de Francia. En el infierno del norte no vale con ser el más fuerte. Hay que tener experiencia, visión de carrera, suerte y estar en momento justo en el lugar adecuado.

La Paris Roubaix es seguramente el único monumento del ciclismo que deja la puerta abierta a que los gregarios tengan, cada ciertos años, su momento de gloria.

En las dos últimas décadas hemos podido ver como la carrera premiaba contra todo pronóstico a ciclistas como Servais Knaven, Stuart O’Grady, Magnus Backstedt, Johan Vansummeren o Matthew Hayman.

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El rodillo y la plataforma Zwift le cambiaron la vida. Foto: FB Zwift

Precisamente este último es nuestro gran protagonista. Hayman era prácticamente un desconocido para el gran público hasta que la Paris Roubaix de 2016 le cambió la vida.

Matthew Hayman que por entonces ya llevaba más de 15 temporadas en activo tocó el cielo en esa Roubaix de 2016. Una carrera que será siempre recordada como uno de los momentos más mágicos de la historia de este deporte.

Aquel 16 de abril de 2016 se hizo justicia deportiva y más allá del incuestionable buen estado de forma del australiano se alinearon todos los astros para que Hayman cumpliera un sueño.

Un sueño que apenas unas semanas antes, lesionado y con 38 años parecía absolutamente inalcanzable.  Un deseo que algunos habrían calificado como un acto de fe totalmente irracional.  

Por entonces el corredor del equipo Orica GreenEdge se había roto el brazo en una de las carreras de preparación hacia la Paris Roubaix.  Justo quedaban 6 semanas para el evento y parecía imposible no solo ganar, sino incluso llegar a poder competir.

Pero Hayman es de esos tipos que nunca se rinde. Un tipo con una fuerza de voluntad tremenda y un auténtico gladiador de este deporte.

Con 38 años no estaba dispuesto a tirar todo el trabajado realizado durante la pretemporada y los meses de preparación. Su condición era buena y era plenamente consciente de que esa Roubaix podía ser la última.

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Hayman besando el trofeo de la Paris Roubaix

24 horas después del salir del quirófano, Hayman, en compañía de su entrenador, decidían montar el rodillo y empezar a dar pedales.

El australiano tenía el brazo inmovilizado por lo que salir el exterior estaba completamente descartado. Una nueva caída hubiera resultado mucho más grave.

Hayman tenía que hacerse obligatoriamente amigo del rodillo. Ese elemento que todos los ciclistas han llegado a odiar alguna vez en su trayectoria deportiva.

Pero al australiano rápidamente le llegaron voces de que había una plataforma interactiva, una especie de simulador que le haría mucho más llevadera la penitencia.  Zwift acababa de “explotar” y Hayman rápidamente quedó fascinado y enganchado por la gran cantidad de funciones que presentaba dicha plataforma.

Su “pain cave” se convirtió en un pequeño santuario y los workouts específicos, perfectamente diseñados por su entrenador, en su rutina diaria.

Nuestro protagonista empezaba a ver la luz al final del túnel y cada vez veía más cerca como la posibilidad de disputar la Roubaix crecía.

La recuperación fue asombrosa y la condición física trabajada únicamente en el rodillo, mejoró tanto que Hayman no solo pudo participar, sino que además se alzó con uno de los triunfos más locos de la historia del ciclismo.

Un recital de principio a fin que le brindó su deseada y más que merecida Paris Roubaix.

En el video adjunto, puedes ver el reportaje completo que posteriormente le realizó Zwift.


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