El ciclista con el que no nos portamos bien

Publicado por
Alfredo Varona
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Eric Caritoux es hoy un agricultor de 61 años que en 1984 le ganó la Vuelta a España por 6 segundos al fallecido Alberto Fernández. La rabia del mal perdedor nos llevó a tirarle piedras y bolsas de agua helada. Pero el destino no dio su brazo a torcer.

 

Y le tirábamos piedras.

Y le atizábamos con los paraguas.

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Y hasta le tirábamos bolsas de agua helada en la carretera, en esas carreteras llenas de niebla de aquella Vuelta a España del 84.

Y también recordaré que Ángel María de Pablos, el locutor de televisión, un hombre de una literatura implacable, nos decía que “eso no se hace”, que saber perder es una virtud y que no podíamos dar esa imagen.

Pero eran seis segundos.

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La diferencia iba a quedarse en seis segundos.

Aquel 1984, por encima de cualquier otra asignatura en el colegio, yo iba a aprender que no hacía falta un recreo para cambiar la vida.

La vida podía cambiar en seis segundos, que fue la diferencia que nos separó de Eric Caritoux en la penúltima etapa, en los 33 kilómetros de contrarreloj de Torrejón.

Caritoux era un ciclista de 23 años cuyo currículum era una hoja de papel en blanco.

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Un ciclista, aparecido de la nada, que, a falta de un día para acabar la Vuelta a España del 84 nos sacaba esos seis malditos segundos que se podían solucionar hasta con un alfiler en el Paseo de la Castellana (queríamos creer).

Caritoux le sacaba esos seis segundos a Alberto Fernández pero era como si nos los sacase a nosotros.

Alberto Fernández era el ciclista del ZOR porque en aquella época sucedían cosas como que una marca de mecheros patrocinase a un equipo ciclista.

Alberto representaba aquel mes de abril todo lo que los chavales queríamos ser: un valiente, un ciclista inquieto en las montañas, que no sabía vivir sin atacar.

Y dolía.

Dolía mucho que esa Vuelta se la fuese a llevar un ciclista prácticamente desconocido que había venido aquí a llevar las maletas.

Aún tengo la sensación de encender la radio de José María García y de escuchar a sus comentaristas, quizás a Luis Ocaña, decir que no nos preocupásemos.

-Tarde o temprano, Eric Caritoux va a caer.

Pero Ocaña se equivocó.

Eric Caritoux no cayó nunca.

Y fue una cosa extraña (todavía es difícil acostumbrarse a ese recuerdo).

Hasta que se retiró a mediados los noventa, Caritoux nunca volvió a aparecer entre los primeros clasificados en una gran vuelta.

Por eso en parte tenían razón los que desconfiaban de él en 1984 como un gran campeón.

Caritoux, en realidad, fue una piedra en el zapato que, más allá de la rabia, nos enseñó lo que ni siquiera se aprendía los miércoles en el cine en el día del espectador: la vida podía cambiar en seis segundos.

Hoy, Caritoux es un hombre de 61 años que se dedica a la agricultura: tiene 10 hectáreas de viñedos al pie del Mont Ventoux.

Le pido perdón por haberle deseado lo peor en el 84.

-No me puedo pasar la etapa esquivando puñetazos, recibiendo insultos y viendo como me tiran agua helada -llegó a quejarse.

También aprovecho para agradecerle que nos demostrase que el destino puede ser un animal invencible, capaz de maltratarnos.

Alberto Fernández, a los 29 años, merecía ganar aquella Vuelta entre otras razones porque iba a ser su última oportunidad. Al invierno siguiente, Alberto moría junto a su esposa en un accidente de coche en la carretera de Burgos.

Y eso fue muy duro, mucho más duro.

 

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Alfredo Varona