“Hace un año, en este periodo, me pasé los días celebrando la victoria más importante de mi carrera, la París-Roubaix. Nunca pensé que un año después tendría que afrontar uno de los momentos más desafiantes que la vida me ha puesto por delante. Pero es mi vida la que quiero agradecer, una vida que me arriesgué a perder y que me dio una segunda oportunidad. La de estar hoy aquí, para recordar que salí del Infierno del Norte como un ganador, y lo hice de una manera legendaria, que quedará en la historia y que podré seguir contando a mis hijos”.
Así es como empieza la carta de despedida del ciclista italiano Sonny Colbrelli. Nadie podía imaginarse que esa primera etapa de La Volta a Catalunya del año pasado, con final en Sant Feliu de Guíxols, sería la última vez que veríamos competir a Colbrelli. Pero el ciclismo nos ha demostrado, una vez más, que todo queda en un segundo plano cuando entran en juego factores que afectan gravemente la salud de los deportistas.
Con 32 años, Sonny Colbrelli se ha visto forzado a dejar el ciclismo profesional después del paro cardíaco que sufrió en La Volta. La connotación del verbo forzar lo dice todo. Y por si fuera poco, este ciclista nacido en la famosa región de Lombardía ha tenido que colgar la bicicleta justo cuando se encontraba en uno de sus mejores momentos de su carrera deportiva: después de ganar la París-Roubaix de 2021 y el campeonato Europeo en ruta.
Durante los últimos meses, Colbrelli se ha sometido a múltiples exámenes médicos, tanto en el hospital de Girona donde primero lo atendieron, como después en la Clínica de Cardiología de la Universidad de Padua. La solución ha sido la implantación de un desfibrilador subcutáneo, un dispositivo que funciona para corregir el ritmo del corazón si es necesario en casos extremos. Un desfibrilador que le impide la práctica del ciclismo al máximo nivel.
“He considerado quitarme el desfibrilador”
Hasta hace poco, Sonny Colbrelli tenía esperanzas de seguir compitiendo después de lo ocurrido. Pero, afortunadamente, hay ciertos límites que no deben traspasarse. Se llegó a plantear quitarse el desfibrilador para poder competir, porque la ley italiana no lo permite. Pero se quedó en eso, en un planteamiento, porque era “un riesgo demasiado alto, un riesgo que no me podía permitir”, comenta el ciclista.
De hecho, en su despedida relata que llegaron a ponerse en contacto con el equipo médico que trató al futbolista danés, Christian Eriksen, que también lleva implantado un desfibrilador después del percance que sufrió en la Eurocopa de 2021. De hecho, Eriksen sigue jugando al fútbol en Inglaterra, pero ha tenido que dejar la Serie A porque los médicos del Comité Olímpico Italiano no autorizaron su regreso.
Pero el ciclismo no es el fútbol. Como expone el propio Colbrelli, los riesgos son mucho mayores porque no se juega en un campo cerrado y delimitado donde, en caso de necesidad, la intervención médica puede ser oportuna y porque la intensidad física que supone un deporte como el ciclismo es máxima.
“Quitar el desfibrilador va en contra de la práctica médica y significa quitar un salvavidas que es necesario como prevención secundaria. Un riesgo demasiado alto. Un riesgo que no me puedo permitir. Por mí, por la oportunidad que la vida, Dios creo, me ha dado. Por Adelina [su mujer], por Vittoria y por Tomaso [sus hijos]. Por mis padres”, sentencia Colbrelli. El precio a pagar es demasiado alto y no vale la pena.
A partir de ahora, el campeón de la París-Roubaix 2021 se bajará de la bicicleta, pero seguirá ligado al ciclismo con su último equipo, el Bahrain Victorious. Una transición dura, difícil, pero necesaria. De momento, empezará siendo embajador de los socios del equipo, trabajará con el grupo de rendimiento y también compartirá su experiencia con los compañeros y los equipos de desarrollo de la formación.
Cuando la vida brinda segundas oportunidades, hay que aprovecharlas. Y Colbrelli quiere afrontar estos nuevos retos “con una sonrisa en la cara”.
