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Correr el Tour de Francia y aprobar una ingeniería

Publicado por
Alfredo Varona
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La bicicleta también era, para él, el centro del universo. Pero nunca se dejó obsesionar porque, al final, todo es cuestión de organización. Por eso cuando se retiró del ciclismo Chechu Rubiera ya tenía aprobada su carrera de ingeniería industrial.

 

Las rampas de las montañas eran tan duras como las de ahora y él era un muy buen ciclista al que todo el mundo le preguntaba:

-¿No te ves como líder?

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Pero Chechu Rubiera rápidamente admitió sus limitaciones y no le importó convivir con ellas:

-Me estresaba ser jefe de filas.

Tenía una cabeza buena y humilde, hijo de un hombre que recogía leche con un camión y que regentaba un bar en un pueblo de Asturias.

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Y ni siquiera cuando empezaron a irle mejor las cosas en el ciclismo, cuando empezó a ganar un dinero muy importante en el US Postal de Armstrong, a coincidir en los pasillos o en los ascensores de los hoteles con John Kerry, Arnold Schwarzenegger o Robin Williams, dejó de pensar como pensaba su padre.

-Sabía que el ciclismo se acabaría algún día, que el ciclismo no es el fútbol y que el día que se acabase no podría decir: “ya no trabajo más”.

Y Chechu Rubiera estudió.

Y, siendo ciclista, se sacó la carrera de ingeniería técnica industrial que son tres años, sí, pero que no deja de ser una ingeniería con todo lo que eso implica.

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Es más, Rubiera fue uno de los gregarios clave de Armstrong en aquellos años en los que no se dejaba nada al azar con la responsabilidad, con el estrés que eso implicaba: te pagaban bien a cambio de entregarles la vida.

Pero Rubiera nunca renunció a sus estudios.

Demostraba que se puede correr un Tour de Francia, que se puede competir durante 120 días al año y aun  así sacar la carrera de ingeniería.

Hace poco él mismo me lo explicaba: “Fui a otra velocidad. Tardé nueve años. Cada año me matriculaba en dos o tres asignaturas. Así sí se podía hacer. Era una cuestión de organización, porque para ir a curso por año había que ser un fenómeno. Pero de lo que se trataba era de terminar”.

Hoy, Rubiera tiene 49 años y trabaja como ingeniero en el área de diseño de una marca de bicicletas en Asturias, tiene dos hijos y, por encima de todo, es un tipo feliz que no se queja de como le ha ido la vida.

Pero si ahora acudo a su ejemplo, en este mes de julio, en estos tiempos de hegemonía del Tour de Francia es para recordar que todo es compatible y que su ejemplo vale su peso en oro.

Al final, la clave está en la cabeza y en la organización y estas declaraciones de Chechu Rubiera invitan a tomar ejemplo:

-Creo que nunca hice ninguna locura en el ciclismo. Tuve días, pero siempre estuve ahí, con sensatez. La bicicleta era el centro del universo, pero no me dejé obsesionar.

Y de eso se trata ahora: de convencer a los demás de que no todo empieza y se acaba en la línea de meta.

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Alfredo Varona