Cubriéndose en salud más de uno escribiría este articulo el lunes día 26, justo un día después de la Lieja Bastogne Lieja y de que se conociera el resultado final del tríptico de las Árdenas.
Esto tendría todo el sentido del mundo si la publicación estuviese orientada como una crítica o una valoración objetiva de lo que es una de las partes más importantes de la temporada, y seguramente la semana más crucial de todo el calendario World Tour.
Sin embargo, mi intención, terminaré de escribir estas líneas cuando ni si quiera haya terminado la Flecha Valona, es alabar independientemente del resultado, la figura de Alejandro Valverde.
Un tipo que el próximo día 25 celebrará en plena Lieja su cuadragésimo primer aniversario.
Un ciclista que más allá de la opinión que le pueda generar a cada uno, la realidad es que ha cambiado el ciclismo español y la historia de este deporte.
No quiero empezar a desmenuzar su extraordinario palmarés. Para eso ya tenemos bases de datos que a través de la estadística avanzada cada vez nos ofrecen más curiosidades. Que Valverde ha ganado y que lo ha hecho mucho lo sabemos todos.
¿La pregunta del millón es cómo es posible que con 41 años y más de 20 temporadas de profesional siga con esta motivación? Con unas ganas terribles de competir y con un físico envidiable incluso para ciclistas que están en su supuesta plenitud?
Pues la respuesta a esta pregunta solo puede ser una y evidentemente va ligada a la palabra “pasión”. Un concepto que la propia RAE define como “Apetito de algo o afición vehemento a ello”.
Pues bien, Alejandro Valverde es un goloso del ciclismo. Un tipo que no se cansa, ni se ha cansado nunca de ganar. Un ciclista de los pies a la cabeza y con una mentalidad digna de los mejores deportistas de la historia.
Valverde, Nadal o Cristiano Ronaldo son deportistas, que al margen de poseer un talento único tiene entre ceja y ceja la palabra trabajo.
Currantes incansables que con un envidiable poderío mental han sido capaces de superar lesiones y situaciones delicadas a lo largo de sus carreras deportivas.
Valverde, quien sigue sacando las castañas del fuego al Movistar Team, en la que supuestamente es su última temporada, ha tenido además una de las trayectorias más regulares y perfectas de la historia del ciclismo.
Al margen de la tumultuosa situación que vivió en 2011, temporada en la que estuvo sancionado, Valverde no ha dejado de competir al más alto nivel. No recuerdo la última vez que vi al Bala en “baja forma” y es que el murciano disfruta del ciclismo, de su grupeta y de todos y cada uno de los momentos vividos encima de esas dos ruedas.
El ciclista infinito , que en su documental, expresa la enorme satisfacción personal que alcanzó tras el título mundial en Innsbruck, siempre ha estado en la pomada.
Es evidente que la gente siempre pedirá más, que el aficionado nunca tiene suficiente y que en el deporte siempre existe margen de mejora.
“Si Valverde se hubiera centrado solo en las clásicas…” “Si Valverde no se hubieses quemado con las Grandes Vueltas….” “Si Valverde hubieses probado el adoquín antes….”
Especular gratuitamente sobre todo esto está muy bien, al igual que lo está plantearse hasta qué punto su forma conservadora de correr le ha limitado en cuanto a número de triunfos y conexión con el aficionado.
Pero lo que os quiero transmitir, y tristemente creo que no me equivocaré, es que a Alejandro Valverde lo echaremos en falta. Y como sucede en muchas otras ocasiones lo haremos cuando ya no este.
Hoy se disputa la Flecha Valona, una de sus carreras talismán y ganador de la misma en 5 ocasiones. Alejandro es capaz de todo, pero independientemente de si gana, se mete en el podio, completa otro Top 10 o abandona, todos los aficionados a este deporte y por simple respeto, deberíamos ponernos en pie y aplaudir a este genio cuando cruce por última vez el muro de Huy.
