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No vuelvas a tener miedo, princesa

Agobiada tanto tiempo por esa máxima, “de los medallistas junior solo triunfan en la élite un 30 o 35%”, Ana Peleteiro llega por primera vez a la final de triple salto en un Mundial

No soy un entendido en triple salto. Pero jamás olvidaré la poderosa mirada de esa niña destinada a comerse el mundo. Tenía 16 años, acababa de ser campeona mundial júnior de triple salto en Barcelona 2012 y el jurado la reconocía con el premio Princesa de Asturias a la mejor deportista joven. Cinco años después, reconozco que, cuando he vuelto a escuchar su nombre, le ha dado varias vueltas a aquella máxima del atletismo que casi nunca se equivoca: “De los medallistas junior sólo llega a triunfar un 30 o 35% en la elite”.

Hoy, Ana Peleteiro ya no es la niña de entonces. Tiene cuerpo de mujer y, aunque parezca mentira a los 21 años,  ya ha vivido varias vidas y hasta ha hecho uso de la posibilidad de reinventarse. En su antebrazo figura el tatuaje de una leona que, según ella, representa “la fuerza, la supremacía”. Justo todo eso que entonces, en el verano de 2012, parecía propiedad de aquella niña que hasta se permitió el lujo, aun teniendo la mínima,  de rechazar ir a los Juegos de Londres. Su nombre era su fortaleza. Hasta Jonathan David Edwards,  la ley del triple salto en este mundo, la identificaba y la pidió en voz alta: “Sigue entrenando así y cada vez lo harás mejor”.

Desde entonces, la vida de Ana Peleteiro desapareció de la elite como la fruta prohibida. Cambió de ciudad y de entrenador con una frecuencia que, desde la distancia, invitaba a la resignación.  Nunca se me ocurrió pedir una entrevista con ella y, más duro que ninguna otra lesión, fue leer el ataque de ansiedad que le entró a ella, la niña prodigio, en el hospital cuando se enteró de que un accidente doméstico (“una tontería “, según ella) le iba a alejar del Mundial de Pekín 2015. Tenía 19 años y tuvieron que ponerla un calmante a toda velocidad. No a ella sino al tiempo, que se iba peligrosamente, sin pedir explicaciones al juez.


“La vida me puso muchos obstáculos…, pero los límites los fijé yo”. 

Hoy, antes de empezar a escribir, he repasado casi todo lo reciente que se ha escrito de ella. Y he leído a Ramón Cid, el seleccionador español, en aquellos tiempos adversos en los que él mismo clamaba frente a la injusticia. “A Ana hay que ayudarla siempre a pesar de que sea difícil. No podemos permitir que se pierda como atleta“. Pero, sobre todo, he leído a Ana y a una frase suya en Twitter, que resplandece como una diosa egipcia y que retrata sin mal humor lo que pueden dar de sí 21 años:  “La vida me puso muchos obstáculos…, pero los límites los fijé yo”. Hoy, a pesar de ese carácter fuerte o de esa mirada, que a mí ya me resulta agridulce, prefiero pensar que ella, la gran Ana Peleteiro, todavía tiene la llave de su destino como la niña que fue campeona del mundo a los 16. “Una gota de agua puede romper una piedra no por su fuerza sino por su constancia”, vuelve a escribir ella misma, de su puño y letra.

La espanola Ana Peleteiro durante la prueba de clasificacion de triple salto de los Mundiales de atletismo que se disputan en Londres EFE Lavandeira jr

Ahora, parece ser que ha encontrado la paz en un chalet de Guadalajara, donde tiene un entrenador, Iván Pedroso, nueve veces campeón del mundo en longitud, que es un mito cubano que cada día se levanta diciendo: “Si te gusta lo que haces no tienes barreras”. Su tono de voz, en realidad, enseña tanto como su currículum. “Hay días buenos y días malos en los que es mejor sentarse y pararse a pensar”. Y yo mismo me he parado a pensar antes de continuar escribiendo. Y he entendido que este ha sido un sábado grande en el que Ana Peleteiro ha recuperado su lugar en el atletismo. Ha tenido que esperar cinco años. Ha podido ser una agria imposición del destino. Pero ahí está la mujer, esa mujer que ya no es una niña, en la final de triple salto del Mundial de Londres del lunes. Y lo ha hecho a solas, alejada de las cámaras fotográficas que la perseguían en 2012 y que también pudieron confundirla. Pero precisamente hoy hemos vuelto a comprobar que para eso está el tiempo, para corregir errores y para demostrarle la bienvenida a ella, la gran Ana Peleteiro, sin miedo a equivocarse nunca más.

@AlfredoVaronaA 


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2 COMENTARIOS

  1. El laísmo duele un poco, no voy anegarlo. Frases como ” la pidió en voz alta”o “tuvieron ponerla un calmante”, hacen un poco de daño pero, salvando ese obstáculo, ha sido un artículo fabuloso. Algo muy emotivo y humano. Fresco.

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