Inicio Entrevistas "Ninguna medalla vale la salud de un niño" (I) 

"Ninguna medalla vale la salud de un niño" (I) 

Los niños son los grandes desconocidos del atletismo. Por eso LBDC inicia un serial de tres etapas en el que Isidro Rodríguez, toda una vida dedicada a esto, empieza explicando que “lo más difícil que hay en esta vida es enseñar a los niños a correr despacio”. 

Se presenta sin cronómetro a esta conversación, con una mirada afortunada  y en la que lo único que le preocupa es que se pueda trabajar de espaldas a los niños, la cara oculta del dolor. “Si nos olvidamos de la paciencia nos olvidamos de las satisfacciones”. Tiene 63 años y lleva media vida trabajando en la enseñanza de niños entre los que no se sabe qué es más importante, si la devoción o la vocación. Quizá por eso trae una frase apuntada que no quiere que se le olvide (“ninguna medalla vale la salud de un niño”) y entorno a ella se puede edificar este relato con Isidro Rodríguez, que empezó a correr “en el colegio Salesianos”, que llegó a ser “campeón de Ávila de campo a través” y que a partir de un día dejó de entrenar a muerte. “Fue el día que descubrí que la enseñanza me daba todas las satisfacciones a las que podía aspirar”. Desde entonces, no hay excusa ni pretexto. “El futuro sabe más de nosotros que nosotros mismos”.

Hoy, Isidro dirige un club en Madrid que tiene más de 400 licencias federativas, “la mayoría de niños”, que alguna vez le han escuchado regresar al pasado, al año 83, “cuando en una carrera, en Ciudad Pegaso, me atropelló un coche. Me partió la pierna derecha y parecía imposible que yo volviese a correr”. Pero después de un año lo logró. “Incluso volví a conseguir mínimas para los campeonatos de España de maratón”, añade como prueba infatigable de que “en el esfuerzo hay futuro. Y si hablamos de niños sólo podemos hablar sin problemas de futuro, de paciencia”. De ahí que hoy haya tanto por hablar o por escucharle a él, que acepta que “los niños son los grandes desconocidos del atletismo”. Es más, retrocede a esas jornadas en las que estuvo la semana pasada.


“Los entrenadores que no trabajan con niños, son los que nos dicen cómo debemos trabajar con los niños”, ironiza.

“Hace 20 o 25 años que voy a ellas y siempre escucho lo mismo. Los entrenadores que no trabajan con niños, son los que nos dicen como debemos trabajar con los niños”, ironiza. “Es más, también se acepta que con los niños deberían estar los mejores entrenadores. Pero en la realidad no es así, sino que este trabajo se reserva para los que empiezan”. Una valiente contradicción de la que no se sabe si escapa él, Isidro Rodríguez. “No lo sé porque eso no me corresponde decirlo a mí. Pero sí es verdad que llevo muchos años trabajando con niños con los que rara vez he utilizado el cronómetro. Es más, si un niño en nuestro club baja de 3’30” en un 1.000 con 8 o 9 años seguramente es por su talento natural. Si lo hace de manera natural no se lo puedes impedir. Otra cosa es que lo preparemos para eso”. Y entonces pone el ejemplo de ese niño diminuto que acaba de ganar la carrera Nocturna de Canillejas, “que ni siquiera entrena atletismo, sino que hace fútbol… La gente se creía que se había colado, pero si uno tiene ese talento… En realidad, lo más difícil que existe en esta tarea es la de enseñar a un niño a correr despacio”.


“Sólo un 9% de los niños que destrozaron el cronómetro “en infantiles, cadetes…, llega a la elite”.

Isidro tira entonces de estadísticas: “El 75% de los atletas que están en la élite a nivel nacional no han hecho sus mejores marcas hasta la categoría sub-23 mientras que el 91% de las que las hicieron ya no están”. Y aunque los números produzcan terror, Isidro pretende explicar que sólo un 9% de los niños que destrozaron el cronómetro “en infantiles, cadetes…, llega a la elite”. Y no se trata de eso, aunque a veces a los padres les cueste admitirlo. “No es difícil tratar con los niños”, matiza. “Es más difícil tratar con los padres. Hasta hace poco, incluso, existía más respeto hacia nuestra labor. Pero hoy en día que se han popularizado tanto las carreras parece que todo el mundo sabe de esto y se asisten a casos de padres como me sucedió el año pasado. El hombre vino a reprocharnos que en el mes de noviembre, en pleno inicio de temporada, su hijo hiciese una marca en 60 metros peor que el año pasado”.

La frialdad del entrenador, en este caso, vuelve a ser imprescindible. “Porque también vienen padres que te acusan de que sus hijos no hacen nada y que parece que están jugando en la guardería. Y entonces yo les respondo que por este club han pasado atletas de élite como Jesús España o Fernando Carro, por poner dos ejemplos, que a los 8 o a los 14 años hacían el mismo trabajo que ahora hacen sus hijos”. Porque a estas alturas ya no se trata de inventar nada, “sino de explicar que el hecho de que hoy tu hijo quede último en una competición no significa que también vaya a serlo mañana y de que la prisa por querer saltar etapas no es un argumento. Somos un club de base. No podemos destrozar la lógica. El tiempo nos ha enseñado que si uno tiene paciencia, al final, todo llega. Al menos, lo que tiene que llegar”.


‘Si mi padre quiere medallas, que corra él’

La experiencia es una batalla ganada. “Es más, con los niños tenemos una ventaja. La mayoría de los juegos que hacen es corriendo”. A partir de ahí no hay que enfadarse con nadie. “Ni siquiera cuando ellos mismos te preguntan, ‘¿y esto para qué vale?’, porque entonces estás tú para explicarles que no sólo se corre con las piernas. También se corre con los brazos, con la cabeza..., y hay ciertos movimientos de coordinación que, si no se aprenden en la infancia, luego todo es más difícil“. Pero eso es parte de la vocación de este hombre, la misma que esta vez me ha traído hasta él, la didáctica que no se arrepiente de llegar hasta aquí. “Yo no pongo de ejemplo las medallas que hemos logrado en mi club porque ni las sé. Al final de temporada, las miras porque las tienes que mirar. Pero, en vez de apuntar eso en mi memoria, apunto la satisfacción, apunto cosas como ese chaval que me dijo ‘si sigo este año entrenando es por tí Isidro’ ante la presión de su padre y añadió, ‘si mi padre quiere medallas, que corra él’, y que es algo que yo no sé como olvidar”.

De ahí que Isidro no se despida sin volver a recordar, “ninguna medalla vale la salud de un niño”, como si fuese patrimonio de la humanidad. “Nosotros somos un club de base”, insiste él, coleccionista de miedos que ya no hablan y de recuerdos que hoy son proyectos que ayer sus compañeros de trabajo en el Banco difícilmente entendían. “Yo iba y volvía corriendo al trabajo y ellos me preguntaban viendo todo lo que yo hacía corriendo cómo es que no me ganaba la vida con esto. Pero entonces yo les contestaba que el Banco era lo que me permitía que yo pudiese trabajar con mis atletas y no cobrarles”. Hoy, prejubilado desde los 55 años, se olvidó de los números, que no le gustaban demasiado, y dio rienda suelta a una ilusión en la que su propio aspecto físico actúa como un espejo para los niños, “mantengo el mismo peso que a los 18 años”, lo que demuestra que Isidro siempre mira de frente y que esa fotografía de espaldas sólo es un recurso para ilustrar este texto y para explicar a los niños como no se debe ir por la vida. Ni siquiera en el atletismo.

@AlfredoVaronaA 


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