Inicio Noticias & Blog Milagro en Monza. Así hemos vivido el #Breaking2 de Nike

Milagro en Monza. Así hemos vivido el #Breaking2 de Nike

¿Se imaginan a ustedes levantándose en pijama a las 5 de la mañana para acudir a un frío circuito automovilístico y tratar de hacer la hazaña de correr una maratón en menos de 2 horas, aún con el café caliente en la garganta?

¿Se lo imaginan? Ni en sueños, ¿No? Claro, más bien sería una pesadilla para un mortal.

Si correr a 2:50″ un sólo kilómetro ya es un sueño para cualquiera, imaginaos tratar de hacer eso mismo en 42 km sin morirse. Una acción que, a priori, por tópico que resulte decirlo, solo podía resolver un ser de otro planeta. Aunque últimamente han salido voces disidentes, gente con propiedad, técnicos, especialistas, gurús y chamanes…que se han empeñado en negar la posibilidad real que haya alguien de este mismo planeta, que come y bebe igual que usted y yo, que puede bajar al piso imposible de las 2 horas la maratón. Y por eso estábamos aquí hoy.


“Ellos han sabido hablar con sus piernas, que es después de todo la única forma válida que conoce este deporte para forjar a sus leyendas”.

A la hora loca de las 5 de la mañana. Para ver la puesta en escena de este invento del Sub 2, orquestado por el gigante Nike, que, según la disposición en la que se ha llevado a cabo, tenía tanto de acción deportiva, como de ligero sabor a perfomance teatral. Un invento en sí mismo, alucinante y tentador, que, dada la exigencia del mismo, se ha visto obligado a llamar a la puerta de la historia viva de este deporte: el eritreo Zersenay Tadese, y el Keniano, Eliud Kipchoge que, hoy se ha colocado, en un peldaño por encima del olimpo. Ambos, curiosamente, son dos personalidades herméticas, muy poco dados a hablar en público, y a diferencia del postureo y la charlatanería imperante, ellos dos sí han sabido hablar con sus piernas, que es después de todo la única forma válida que conoce este deporte para forjar a sus leyendas.

Respeto máximo. Por eso, resumir aquí lo que significa cada uno da su cosilla. Parecería sacrilegio y todo.

Como tercer invitado a la función, teníamos a un curioso chaval etíope de 26 años, llamado Lelisa Disesa, de curriculum lógicamente menor al de sus otros dos compañeros.

Los tres llegaban a Monza, Italia, como un lapicito afilado por el sacapuntas de un niño hiperactivo. A Kipchoge, estos días previos, le tiraron unas fotografías y lucía un cuerpo que parecía el espíritu de la golosina. Estaba todavía más flaco que en Río, que ya es decir. También porque el esfuerzo de hoy no apuntaba ni de lejos al paseíllo que ofreció en las calles de Copacabana, donde su victoria olímpica resultó poco más que insultante. Tadese, entrenado por el español Jerónimo Bravo, “el profesor”, venía muy motivado, y sometido a una preparación muy grande, con una mayor mentalización adecuada para enfrentarse a la distancia, aunque ironías del destino, se quedó justo cuando la prueba alcanzaba la media maratón.

Lelisa contaba con las chucherías tecnológicas de Nike, que parece que hacen la vida mucho más fácil y sólo faltó que compareciera hoy con un casco aerodinámico probado en el túnel del viento, aunque en ningún momento se le vio cómodo en el envite. El caso es que ninguno de los tres estaba engañado, sabían perfectamente en que vergel se metían:

El mítico sub 2.

La panacea.

El sueño dorado.


Este mismo espectáculo de hoy imaginado en el interior de una ciudad abarrotada de gente habría sido fascinante.

Una gesta en la que, de saque, y para abrir boca, había que clavar los primeros 10 kilómetros, en 28: 20. Nada, un aperitivo.

  • 20 K tenían que hacer 56:50
  • 35 k Tenían que hacer 1:39:20
  • 42 K Tenían que hacer 1:59:10

Y de ahí hasta la meta, tenían que rezar a la virgen de Fátima para intentar clavar: 1h59:45″

Casi nada.

¿No sería lógico primero superar primero el WR de 2h02:57, de manera oficial, y luego ya si eso hablaríamos del sub 2? Sin embargo, esta idea del Sub 2, humanamente hablando, es un reto asombroso, fascinante, mítico…y Kipchoge hoy les dio la razón a quienes lo perseguían, algo que, para los aficionados a este deporte, pone la piel de gallina. Porque detalles había mil. Y esfuerzo un millón. Entre ellos, podríamos destacar el imponente marcador que llevaba el coche, alto y ancho, ideado para detener el posible impacto del viento en el cuerpo de los atletas. Y con un rayo láser incorporado para marcar el paso. Un rayo que proyectado en el suelo parecía el dedo acusador de Dios y que solo desapareció de la pantalla cuando salió el sol.

Un láser marcaba la línea del sub2

¿Y Monza? Bueeeeenooo. Que sea un circuito de fórmula 1 no quiere decir que no sea válido para albergar una prueba atlética. Aunque este mismo espectáculo de hoy imaginado en el interior de una ciudad abarrotada de gente habría sido fascinante. Pero ellos lo querían así. Monza. Y además, apenas casi sin público. Tratar de albergar la esperanza de que estos campeones hicieran hoy semejante esfuerzo sin el calor del público, es como meterse en la ducha con un traje de neopreno. Estarán de acuerdo conmigo que, viendo el palizón que tenían por delante, les habría venido bien sentir mucho más amplia la magia del público, esa que empuja cuando falta el resuello, cuando ya no llega el aliento. Un “venga”. Un triste “¡vamos!”. Todo eso siempre sienta de maravilla. Apenas si hubo público en la línea de salida. Unos pocos aplausos de los managers y el tímido palmeo del encargado del mantenimiento que, casualmente, a esa hora trajinaba en una esquina con la escoba barriendo las hojas que caían al circuito. La tecnología no tendría que estar reñida con el flow del público.


“¿Y sí era posible? Sí, ¿Y si lo era? Kipchoge nos estaba haciendo soñar.”

La mañana se abrió suave para que Kipchoge hiciera historia. Los tres gladiadores fueron clavando los tiempos exigidos, según lo pactado en las oficinas, el 10, el 15, y ya en el 20, (justo en el paso de la media) irremediablemente se quedó solo Kipchoge.

Sólo para recrearme en sus cualidades: Qué piernas de alambre tan aparentemente frágiles, y cuánto abarcan sus zancadas. Parece tan fácil verle correr que da la sensación que lo puedes hacer tú mismo de un salto de la cama, y sin embargo qué único. Incluso como hoy, a la hora de disputarse la prueba parecía totalmente entero y de repente fue cuando la mano se me quedó paralizada. Porque el pensamiento volaba: ¿Y sí era posible? Sí, ¿Y si lo era? Nos estaba haciendo soñar.

La estrategia de entrada y salida de las liebres

Siguieron pasando los minutos y a la hora y 20 seguía ahí. Entero. Y misterioso. Sin sobresaltos en el estilo, con la boca cerrada, aparentemente inmutable. Fue en ese momento cuando se empezó a creer en el milagro, cuando las liebres, precisas en su trabajo, salían por todos los lados como si saltaran del sombrero de un mago. Sonreían y escoltaban al gigante keniano en plena armonía de ritmo. Que manera de exprimir todas esas cualidades de fondista. Es el maratoniano. Sin duda. Certero. Sobrio. Único. Tiene programada la distancia en el interior de su cabeza con una precisión de un reloj suizo.

Kipchoge es felicitado por su entrenador, Patrick Sang

En una prueba como el maratón en la que nunca hay nada seguro, a no ser que te llames Eliud Kipchoge. El tío donde pone el ojo pone la bala. Qué piernas, sí señor. Porque piernas podemos tener “todos”, (léase entre comillas), pero hay que reconocer que la naturaleza se ha entretenido en hacer una obra maestra con las de Kipchoge. Y así la cosa avanzaba hasta la 1 hora 40 cuando Eliud y sus “mariachis” doblaban a Lelisa, y seguían para adelante arrasando el circuito. Tirando palante como el ser humano nunca había visto antes. Teníamos que adelantar 4 minutos para ver, por fin, signos de mortalidad en el keniano. Abrió la boca. Sí, pero ligeramente. No se crean. Y de ahí siguió Kipchoge espoleado por las liebres, siguió y siguió, muy animado por sus compañeros, en una bonita fraternidad africana. Porque este deporte es de ellos y les pertenece. Y así, Eliud, se colocó al borde de la historia con una marca que nadie podía soñar:

2 horas 25 segundos. Nunca antes se había corrido tan rápido un maratón. 

Cuando entró en meta le acercaron el micro y tosió ligeramente. Luego pidió perdón. Es educado hasta para hacer historia. La clase la lleva de serie.

Editado 06/05 (10:00am)

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2 COMENTARIOS

  1. El artículo bien, pero hay que vigilar los detalles y evitar poner cosas como ‘azaña’ sin ‘h’ y que dan mala imagen.
    Saludos

  2. Gracias Cesar por el detalle. la celeridad te lleva a cometer errores que en condiciones normales no se deberían tener.

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