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La delgada línea roja del dopaje

7:00h de la mañana. Suena el despertador. Nuevo día, nuevas tareas. Atletismo, como siempre, para empezar. Ojeando noticias, me topo con la del día en el diario Marca. Aflicción. Desánimo.

El 28 de marzo se celebró en Guiyang (China) el Campeonato del Mundo de Cross. Marhoum, como vigente campeón nacional de la especialidad, y en vista del excelente estado de forma que demostrara las semanas previas, destacaba como abanderado y adalid de un combinado español carente de posibilidades a nivel absoluto, obvia tiranía africana, pero como siempre, con esperanza y calidad, tanto contrastada como novel. La noticia de la previa caía como una bomba en los mentideros atléticos. La web de la RFEA empequeñecía, lacónica, citando la baja de última hora del atleta del J-COE Guadalajara: “razones médicas”. Escueto, sucinto, somero. Demasiado, quizás.

El propio Marhoum, en sus redes sociales, se encargaba de explicar lo sucedido: “Fiebre y vómitos. A un Mundial no hay que ir de vacaciones. Una gripe se la puedes contagiar a un compañero y más aún en un viaje largo”. Si la explicación en la previa a Guiyang resultaba parca hasta el paroxismo, las declaraciones que ahora recuperamos rezan como epitafio cruel de una falacia de proporciones bíblicas. No resultando suficiente, la baja del ceutí a última hora para el Nacional de 10.000m en Huelva el pasado sábado no podía sino levantar todas las suspicacias posibles. Como curiosidad añadida, su cuenta de Twitter desaparecía de la noche a la mañana, misteriosamente, del universo cibernético.

SPORT-EFE
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Y durante esta mañana,a primera hora, la noticia corría como un reguero de pólvora a través de varios medios de comunicación y las redes sociales. En un control por sorpresa realizado por la AEPSAD durante el mes pasado, Marhoum daba positivo por la ya tristemente conocida eritropoyetina (EPO), una hormona que, simplificando la explicación, facilita la creación de glóbulos rojos. Por supuesto, con devastadores efectos para la fisiología humana a medio y largo plazo. No está de más recordar una entrevista concedida por el atleta hace poco más de un año (cuando compartía entrenamientos con el ya sancionado en el transcurso de la ‘Operación Galgo’, Aelemayehu Bezabeh), donde, siendo preguntado por el tema, Marhoum argüía tajante: “Yo no opino de nadie porque voy limpio”. Impecable y sobrecogedor.

A la espera del contraanálisis y de la confirmación del positivo a través de los canales oficiales, la irregularidad ya ha sido comunicada a la IAAF. De confirmarse, la sanción podría ser de cuatro años. No podemos sino desear que así sea, en ese caso, ya que no hay otra opción.

No deja de resultar llamativo el hecho de que hayan surgido dos noticias durante los últimos días, a nivel internacional, que guardan incipiente relación con la turbia realidad de la que hablamos. En primer lugar, la supuesta investigación sobre ciertos valores “anómalos” en el pasaporte biológico del británico Mohammed Farah.

A continuación, la vorágine de acontecimientos acaecidos en el elíseo del fondo mundial contemporáneo: Kenya. Hace unos días, la vacilante prensa keniana publicaba una controvertida información sobre un atleta que habría dado positivo. El diario ‘Standard Digital’ apuntaba a un ganador de “two major marathon races in the past one year” (que podría interpretarse, o bien como “dos World Marathon Majors”, con lo que hablaríamos del explusmarquista mundial Wilson Kipsang -Londres y NY-, o bien “dos maratones de gran importancia”, pudiéndose referir al ganador en Rotterdam y Chicago, Eliud Kipchoge). Para mayor énfasis, ayer la noticia era la suspensión cautelar de dos de las agencias de representación más importantes a nivel mundial en lo que a fondistas (y mediofondistas) se refiere. Rosa & Associati y Volare Sports eran suspendidas durante 6 meses por la Athletics Kenya (Federación Keniana), a razón de los recientes casos de dopaje, y las consecuentes sospechas. La federación se hará cargo durante este tiempo, mientras duren las investigaciones, de gestionar los intereses de los atletas representados. Las nóminas de ambas agencias, de auténtico vértigo. Federico Rosa tiene bajo sus órdenes a Stanley Biwott, Asbel Kiprop, Priscah Jeptoo o Rita Jeptoo (positivo por EPO en 2014), mientras que Volare Sports gestiona a Wilson Kipsang, Dennis Kimetto, Geoffrey Mutai…

Y de nuevo, se traspasó la delgada línea roja del dopaje. Esa línea que separa el honor de la insolencia. El respeto de la desfachatez. La integridad de la estafa y el engaño. Que Marhoum haya naufragado en arenas movedizas no tranquiliza, por el hecho de apartar a un nuevo tahúr de nuestro juego. Atormenta la posibilidad (real) de que se destroce por completo la efigie de un deporte a todas luces tocado. No deja de ser la sombra de un profundo desasosiego. Herido de muerte, en parte. Quién sabe si un cisma absoluto podría ser la única válvula de escape ante una mentira más que consolidada. Ante un juego macabro que se salta las normas, empezando por la propia raíz… el “querer”. Y es que, salvo la AEPSAD, que va dando síntomas de una integridad que no se veía desde tiempos inmemoriales en este país, no hay organismo que no siembre la duda con su actuación. Huelga ahondar, de nuevo, en el mismo concepto. Para poder, hay que querer. No ayuda la constante entre el colectivo de atletas. “Lo sabíamos todos”. “Era un secreto a voces”. “Estaba cantado”.

Todos lo saben. Nadie actúa. Se puede actuar. Se debe actuar.

La delgada línea roja en España se fusiona en el tiempo con una sucesión de acontecimientos a nivel mundial que podrían desencadenar un cisma sobrecogedor que quizá nunca hayamos conocido en el entorno de este deporte. Un torpedo directo a la línea de flotación del atletismo. En año de Mundial al aire libre. En año, paradójicamente, pre-olímpico. Con casos flagrantes en circulación, como si las letras emborronadas de un libro hubieran recuperado milagrosamente su hechura original. Con multinacionales firmando, someras, contratos con dopados enrocados en la reincidencia, encarnando la frialdad y la hipocresía desde las raíces más profundas e inmorales del ser humano. Casi con saña. Con sorna. Sin respeto o valores. Ese respeto que no obtuvieron aquellos atletas limpios, que tuvieron que contemplar con amargura cómo un dopado aniquilaba su trabajo, su esfuerzo y sus reconocimientos (también económicos). Un respeto que ya nunca obtendrán, en ese sentido. Se quedarán sin el sabor de lo más alto del podio. En contraprestación, se admirará y aplaudirá su integridad. Sin embargo, sabemos que ya nunca será lo mismo.

De momento, en España ha caído un impostor. Una mentira tras otra mentira. Pese a la amargura desmedida del día, desde aquel sonido de despertador a las 7 de la mañana, cuando los sueños quieren seguir siendo sueños, y el despertar parecía convertirse en pesadilla, ya hay uno menos. Un tramposo menos. Sigamos luchando. No nos cansaremos de decirlo.

Por: www.soycobarde.com · @SoyCobarde2


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