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El día que te dicen 'tú no eres mujer'

El caso de la sudafricana Caster Semenya, que hoy compite en el 800, se vivió en España hace 32 años con María José Martínez Patiño. Pero la gran diferencia es que aquí no se apoyó nada a la atleta. “Si hubiésemos estado en el siglo XV, me hubiesen quemado viva”. 

Tenía 24 años y daba gusto verla competir. Tenía la misma mirada que en la fotografía y su derecho a soñar estaba intacto. De hecho, a cualquiera de los compañeros de su generación que hoy le preguntes por María José Martínez Patiño te habla maravillosamente de ella. El día que me atendió entendí por qué cuando la escuché contar sin prisa trozos de su biografía.  Hija de un capitán de barcos, Patiño estaba marcada por la muerte de su único hermano por leucemia que ni siquiera ella, a pesar de los dos trasplantes de médula que le hizo, pudo impedir.

Siempre que vuelvo a ver competir a Semenya inconscientemente me acuerdo de Patiño, porque su caso fue muy similar hace 32 años. En la Universiada de Kobe (Japón) la Federación Internacional le retiraba la licencia de atleta porque en un control de sexo se estableció que tenía cromosomas propios del sexo masculino. Un golpe de Estado que fue como una sentencia para María José que, de regreso a España,  se encontró con las maletas en la calle. Un relato que endurece imaginarla saltando la valla del Inef para entrenar a partir de las once de la noche y que sólo suaviza la solidaridad de aquella compañera suya, Covadonga Mateos, que le sacaba los bocadillos de la antigua residencia Blume para que pudiese comer.

María José tenía entonces el récord de España de 60 metros vallas. Tenía, incluso, algo más importante: edad, porvenir y motivo. Se había quedado a cuatro centésimas de ir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84. Pero en aquella España de la década de los ochenta a Patiño le faltó el apoyo que le ha sobrado a Semenya en Sudáfrica, capaz hasta de celebrar orgullosa la boda con su novia de toda la vida. La diferencia es que hoy Semenya es campeona olímpica mientras que Patiño se quedó con la duda de lo que podría haber sido y no fue. “Alguna vez sueño que vuelvo a competir y que llego tarde a las eliminatorias de 110 metros vallas”. Pero ya no existe esa posibilidad. El tiempo no se para ante nadie.


 “Tuve momentos en los que quería cerrar los ojos y no despertar pero enseguida me decía a mí misma, ‘María José,  tienes que plantar cara'”


La realidad es que a los dos años, cuando el Tribunal por fin le dio la razón, Patiño también intentó volver. De hecho, me contaba que hasta volvió a batir un récord de España pero ella misma se daba cuenta de que ya no era como antes. “Había perdido el motor que mueve al atleta. Me fui a entrenar sola a la Unión Soviética, donde no me asustaba salir a la calle porque nadie me conocía. Pero aun así comprobé que tampoco había manera“, me contaba aquel día Patiño, uno de esos magníficos recuerdos que le deja a uno esto del periodismo porque, por encima de una marca o una medalla, me parece que fue una lección. “Descubrí el potencial que tenemos frente a la adversidad“. Así lo decía ella, que hoy es una mujer reputada, profesora de la Universidad de Vigo, investigadora y conferenciante en medio mundo, donde a veces recuerda esos días. “Si hubiésemos estado en el siglo XV, me hubiesen quemado viva. Tuve momentos en los que quería cerrar los ojos y no despertar pero enseguida me decía a mí misma, ‘María José,  tienes que plantar cara’, y recordaba que económicamente mis padres se estaban dejando la vida por mí “.

Desde entonces, desde ese día del 85 en Japón, han pasado 32 años. Pero hay recuerdos que nunca pasan de moda y que no sólo demuestran como ha cambiado el atletismo. También la sociedad que todo el respaldo, que ha transmitido a Semenya, fue odio para Patiño. Un debate para el que entonces tal vez no existía preparación y que hoy María José Martínez Patiño, reconvertida al budismo, acepta sin rencor. “A veces, pienso que si el destino me eligió a mí fue por algo. Sabía que no iba a darme por vencida”. Y, aunque se quedó sin la posibilidad de pelear esa medalla olímpica, le ayudó para algo más importante. Le ayudó para enfrentarse a sus miedos lo que hoy marca la diferencia en cualquier conversación que uno tenga con ella, María José Martínez Patiño.

@AlfredoVaronaA 


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