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Alessandra Aguilar: el final del verano

Todo pasa y todo queda. Y ella la mujer que un día se dijo, “o corres o lloras”, se aproxima al último maratón de su vida en Japón. Así es su testamento de maratoniana.

Si nos acompaña una banda sonora será mejor. Y si la letra de esa canción se enorgullece de ella, Alessandra Aguilar Moran, entonces ya no se le podrá pedir más a esta conversación que sabe a testamento. La radiografía perpetua de una maratoniana que se acaba, “porque todo se acaba”,  la vida es así. Será en Japón, en el maratón de Nagoya el próximo 12 de marzo, en un maratón sólo para mujeres. Pero ya no será como ayer, como los últimos ocho  años en los que la palabra presión nunca falló a la cita “fuese por un récord, por una mínima o por un puesto”. Siempre estaba ahí y fue un desgaste brutal que se nota en ella y en su pasado, en esta conversación y en su rodilla “a la que ya le falta cartílago y aguanta como puede”. “Pero mi verdadera clave está en el Aquiles.  Mientras él resista,  yo resistiré “. Y lo hará sin miedo a ser vencida, porque ese miedo ya pasó de moda. “Siempre dije que mi último maratón a muerte sería el de los Juegos de Río de Janeiro. Y aunque salió mal, yo lo intenté como si hubiese salido bien”.

Hoy, ya no se trata de buscar solución, sino de darla la razón y de reconocer el valor de la palabra adiós. “No es un drama. Ni siquiera es una pena. Sólo es la vida. El punto y final tenía que llegar en algún momento y yo ya voy a cumplir los 39 años. Hubo temporadas en las que hice tres maratones. A veces, no sé ni como he llegado hasta aquí”. Por eso no sabe decir qué pasará mañana. Quizá porque ella misma necesita esta tregua en la que las preguntas sobran. “Mi entrenador, Antonio Serrano, me pregunta, ‘bueno, Aless, y a partir de ahora, ¿qué?’ pero no le puedo decir nada porque no lo sé. Sólo sé que voy a correr en Nagoya y que este verano me lo tomaré libre, porque lo necesito: lo necesita mi cuerpo, lo necesita mi cabeza y lo necesito yo para demostrarme que en verano se puede vivir de otra manera”.

“Siempre querré al maratón. Siempre será uno más de la familia. El día que le perdí el miedo a prepararlo lo entendí todo”.

Su mundo se ha quedado pequeño.  “Han sido demasiados veranos en Madrid preparándome a fondo, dejándome la vida, acostándome a las nueve y media para estar en pie al día siguiente a las siete de la mañana. Al principio, era más o menos fácil. No tenía dolores y no pasaba nada, pero estos últimos años ya no ha sido así”. Descubrió entonces que la motivación no es suficiente. “Frente al calor no se puede discutir. Al final, siempre desgasta y a mí me ha desgastado mucho. Por eso no se trata de que ya no quiera más, sino de que probablemente ya no pueda y de recordar que todo esto ha sido maravilloso. La fortuna de vivirlo; la fortuna de viajar y de que haya sido como es. Cuando llegué a Madrid a estudiar no podía ni imaginar llegar hasta los 39 años “. También había quienes le hablaban del maratón y entonces ella contestaba “estáis todos locos”.

“Me podía fallar el cuerpo. Me podían fallar las piernas. Pero yo sabía que jamás me iba a fallar la cabeza”

Pero, si fuese así, la locura sería entonces como una empresa de mudanzas. “Al final, resulta que una no siempre lleva razón”, ironiza ella encerrada en un cuerpo de mujer, donde habitan las dos caras de la moneda, “un gran carácter y una miga de pan”, que la propia Alessandra hizo compatibles. “Quizás porque descubrí que mi cabeza era muy dura. Me podía fallar el cuerpo. Me podían fallar las piernas. Pero yo sabía que jamás me iba a fallar la cabeza”. Y en el viaje descubrió el maratón perfecto en aquel verano de 2013, en el Mundial de Moscú,  en un maratón durísimo,  donde fue quinta del mundo. “Los astros se pusieron de acuerdo: todos se aliaron a mi favor. No falló uno solo. Así que dio igual que ese no fuese mi mejor día ni tuviese las mejores sensaciones”. Pero así es la convivencia de tantos años con el maratón, capaz de perpetuarse en una canción de Manolo Tena y hasta en la voz de Alessandra que podría ser como una póliza de seguros. “Siempre querré al maratón. Siempre será uno más de la familia. El día que le perdí el miedo a prepararlo lo entendí todo. Después, en los Juegos Olímpicos de Pekín, en mis segunda participación, comprendí para siempre que esto podía ser un mundo de locos. O lo entendías o te ibas”.

Hoy, el recuerdo le da sentido a la vida. “Venía de hacer el primer maratón en el que no me enteré de nada. Y, de repente, llegué a Pekín más preparada que nunca. Y en el kilómetro 15 veo que va a ser imposible llegar a meta. Los dolores eran terribles y entonces me dije a mí misma: ‘Alessandra, o corres o lloras, no tienes energía para las dos cosas’. Y lo entendí.  Y llegué a la meta. Y comprendí que nunca, nunca más, en mi vida iba a vivir un día tan duro”. Pero así es la fuerza de voluntad que se apropió de esta mujer. De ahí que hoy las palabras toman el testigo sin ningún plan más importante que el de escucharla. “No concibo el mundo real sin correr”, dice. “Trabajo, constancia , esfuerzo. No puede haber palabras más bellas que esas en el mundo y corriendo las he conocido todas”.

Alessandra Aguilar en el Mundial de Pekin 2015

En realidad, se trata de un pacto con el diablo en el que no siempre se puede conducir un Jaguar. “La vida es otra cosa. La vida es esa cosa capaz de sacarte de la zona de confort en el momento más inesperado y entonces, si algún día me pasa, yo me recordaré a mí misma: ‘Aless, ¿cómo vas a sorprenderte si esto tú ya lo has vivido en el maratón?’ Y me volveré a dar cuenta de que corriendo aprendí  a llevar el fracaso y a no asustarme frente a él  Y eso no sólo te cambia a tí. También te cambia la vida en la que, al fin y al cabo, no todo es correr”. Su tiempo no pasó pero sí ha podido pasar. El otro 50% de su armario, en el que no habita la ropa de deporte, está preparado para tomar la alternativa. “Siempre me ha gustado mucho la moda. He intentado cuidar mi imagen cuando iba a mis clases, a mis conferencias, a la otra vida. Sabía alejarme de las zapatillas. No siempre es deporte, deporte y deporte. No lo olvidé nunca”.

“Quiero disfrutar de la vida. Necesito hacerlo.  Necesito un verano entero para mí y para mi familia (…)”

Y, aunque nos cuesta imaginarla con un abrigo de pieles, Alessandra respeta su fecha de nacimiento. “Seguiré corriendo. El deporte siempre estará presente en mi vida. Pero claro que sabré vivir sin machacarme. Ni siquiera creo que mi cuerpo vaya a echar de menos todas estas palizas. Y si existe algún problema le recordaré que esto perteneció a otra época de mi vida o que ya fue suficiente”. Por eso imagina que engordará. “Supongo que sí, algo sí, claro, aunque como llevaré una vida tan activa…”. Y en esa vida dependerá de la paciencia y de las palabras en sus queridas clases. “Tendré que encontrar algún colegio público,  privado, no sé… Y si hay que opositar lo haré y no me asusta esa posibilidad. Me encanta la fuerza de voluntad. He vivido de ella. Sé hacerla frente. Siempre recuerdo que tengo un amigo que es juez y, mientras preparaba las oposiciones,  me llamaba y me decía:  ‘Aless, me acuerdo mucho de tí, porque esto es como una de esas carreras de fondo que haces tú’. Así que yo también podría intentarlo”.

Hoy ya no es ganar o perder, sino vivir, escuchar a Manolo Tena o a Frank Sinatra como en aquel maratón que Alessandra corrió en Nueva York. “Quiero disfrutar de la vida. Necesito hacerlo.  Necesito un verano entero para mí y para mi familia, que mi marido no tenga que adaptar sus vacaciones a mí o llegar a Lugo, a ver a los míos, y condicionarlo todo porque tengo que salir a entrenar. No, ya no puede ser, ya me cuesta madrugar para hacer la primera sesión y no puedo ser ajena a ello”. Quizás sea el silencio a gritos de una mujer que ya hizo su destino. “Llegué a posponer mi luna de miel por el maratón del Europeo de Zurich. Pero en esa época había que vivir así, porque era la época. Era mi época de atleta en la que sé que lo intenté hasta el final”. Hoy, en esta enigmática fase de transición, quizás ya ha llegado la época de la mujer. Y eso también suena interesante o imprescindible como la banda sonora de una película. El placer entonces es escuchar y escribir que siempre nos quedarán los recuerdos. El final del verano de Alessandra Aguilar Morán. O la vida en la que siempre se puede volver a empezar.

@AlfredoVaronaA


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