Riba: colgó las botas con 23 años

Era un digno sucesor de Piera, pero su carrrera fue fugaz. El padre de Riba no quiso que nadie se lucrara con su hijo y acabó colgando las botas con solo 23 años...

Riba dejó el fútbol a los 23 años

Riba dejó el fútbol a los 23 años / sport

DAVID SALINAS

Josep Riba Nuet fue un prometedor extremo derecho que destacó por su fútbol académico. Defendió los colores del primer equipo del FC Barcelona las temporadas 1943-44 y 1944-45. Barcelonés de nacimiento (23-03-1923), la prensa de la época depositó grandes esperanzas en este jugador forjado en la inagotable cantera del club: “Posee buena punta de velocidad, hábil regate y notorio sentido de la función primordial de un delantero: tirar a gol. Es un digno sucesor del mítico Piera”. Sin embargo, su paso fue fugaz y el barcelonismo, como ha experimentado en multitud de ocasiones, se vio privado de un talento que había visto crecer en casa.

Hay que retroceder 70 años para dar con las razones de tan sorprendente, sentido y prematuro adiós por aquel entonces. Las encontramos en su hijo Josep. Las dos temporadas que su padre jugó con el primer equipo lo hizo con ficha amateur. Ya de cara al siguiente ejercicio (1945-46), Josep Samitier, entonces entrenador, invitó a Riba firmar el primer contrato como profesional. Un sueño para el joven... Hasta que se enteró que el mister se llevaba una comisión por su ascenso. “Antes de firmar documento alguno habló con su padre, mi abuelo, al que no le hizo ni pizca de gracia que alguien se lucrara a costa de su hijo”, recuerda Josep. El padre de Riba se las tuvo con Samitier y acabó mandándole a paseo. Luego vino la carta del Barça, la liquidación y la baja. Casi de un día para otro. Tenía 22 años. Así acabó la prometedora carrera del extremo en la entidad azulgrana. Ni lesiones ni competencia en su banda... Simplemente, no pasó por el aro.

Los progenitores de Riba (Josep y Amelia) siempre quisieron que su hijo encaminara su vida hacia los estudios. No le prohibieron que jugara al fútbol, pero lo primero era lo primero. Y más esos años de guerra y postguerra. Radicado en la calle Tamarit esquina Urgell, el joven Riba se levantaba cada día a las seis de la mañana para ir a entrenar. Lo hacía en el llamado campo de la Pirelli con otros compañeros. Iba en bicicleta, hiciera frío o calor. Su pasión por el fútbol y por el Barça no conocía límites. Después, también en bicleta, ponía rumbo a la academia donde estudiaba, en la calle Muntaner.

Su afición había empezado en el colegio y se consolidó durante los veranos que pasaba en Torrelles de Llobregat. Se presentó a unas pruebas y recaló en el equipo Infantil del FC Barcelona (1938-39) como interior. Tenía 15 años. Luego pasó al Juvenil (1939-40 y 1940-41) que dirigía Ramon Llorens, exguardameta en la llamada Edad de Oro. Fue él quien lo ubicó en el extremo derecho. Le dijo que allí mejoraría su aportación al grupo, como así fue. Saltó después al equipo de Aficionados (1941-42 y 1942-43), proclamándose campeón de Catalunya la temporada 1942-43. Y debutó con el primer equipo el 7 de noviembre de 1943, en un Barça-Granada (7-2) de Liga (jornada 6) celebrado en Les Corts. Marcó dos goles. Antes había brillado en el homenaje a Monjardín, el 31 de octubre, un amistoso disputado en Chamartín contra el Madrid (1-1). Suya fue la asistencia para que Betancourt inaugurara el marcador.

Había hecho realidad en sueño de su vida, el sueño por el que tanto había peleado e invertido horas y horas de entrenamiento. A partir de ese momento se convirtió en titular indiscutible desplazando a Sospedra y Valle. Riba era una realidad. Contra el Espanyol, en partido de la novena jornada, jugado en Montjuïc, volvió a anotar otro doblete (1-3). Como algo excepcional, el Barça abonó a sus jugadores una prima de 1.000 pesetas por aquella victoria ante el cuadro blanquiazul.

Sin embargo, en el último partido de Liga del curso 1943-44, un Barça-Real Madrid, cayó lesionado después de una entrada de Moleiro en la primera mitad. Aguantó como pudo hasta el descanso y llegó a empezar el segundo tiempo, pero tuvo que dejar el campo a los 56 minutos para no reaparecer. Era el 9 de abril de 1944. Permaneció un tiempo alejado de los terrenos de juego y tuvo que volver a empezar. Regresó al equipo de Aficionados para ponerse nuevamente en forma. Jugó amistosos y la Copa Presidente. Y lo logró. En febrero de 1945 estaba otra vez en el primer equipo, en un partido de Copa ante el Athletic en Les Corts. Samitier siguió confiando en él y alineó a Riba en tres de los últimos cuatro partidos de Liga. Su última aparición fue el 13 de mayo de 1945, en Les Corts, ante el Athletic (5-2). De esta forma, jugando los últimos encuentros, pudo sentirse partícipe de esa Liga ganada por el FC Barcelona en dura pugna con el Real Madrid. Fue el único título que pudo saborear como barcelonista.

Tenía entonces 22 años y fue cuando Samitier decidió incorporarle a la primera plantilla como profesional, pero sucedió lo anteriormente expuesto. El entrenador se había reservado cierta comisión por su promoción definitiva... Riba, influenciado por su padre, muy decepcionado con el mito barcelonista, optó por dejar el fútbol y dedicarse al negocio de género de punto que tenía la familia. Pero unos amigos de Sabadell lo convencieron para que cambiara de opinión. El joven extremo, con la carta de libertad en el bolsillo, aceptó fichar por el Sabadell (Segunda División). Ayudó al equipo arlequinado a ascender a Primera la temporada 1945-46.

Él mismo, en la prensa de la época, explicó tiempo después los motivos que le llevaron a jugar en el Sabadell y a dejar el fútbol pese al ascenso de categoría: “Vinieron e insistieron mucho. Me convencieron porque el plan era muy modesto y había una gran camaradería entre la Junta, el entrenador y los jugadores. Todos éramos uno y así, con el esfuerzo general, el Sabadell ascendió. Fue para mi un honor y una satisfacción terminar mi vida futbolística tan airosamente. ¿Por qué no seguí? Era el trato. Me gustaba el fútbol, pero había que mirar el porvenir y estaba yo metido en un pequeño negocio de género de punto que hacía falta atender. Creo que acerté, pues así pude organizar mi vida futura y hoy no me duele haberlo hecho”.

Riba se casó con Amalia. El matrimonio tuvo dos hijos: Josep y Amalia. Su vida giró entonces alrededor de su familia, los negocios y el almacén que su padre tenía en la calle Cristina número 10, detrás del restaurante ‘7 Portes’. Los Riba fueron los primeros en despachar medias de nylon para señora en Barcelona. Del fútbol ya no quiso saber nada nunca más. Dolido con su Barça, rechazó el pase que, como exjugador, le daba derecho a entrar en el campo de Les Corts. Sin embargo, el tiempo fue aplacando su ánimo, que no su barcelonismo, y se hizo socio junto a su esposa cuando el equipo se mudó al Camp Nou (1957). “Pagó todas las cuotas religiosamente”, recuerda su hijo Josep, para agregar que “era de los que sufría en la grada. De hecho, antes de cada partido se tomaba una pastilla para mantener a raya los nervios. Era un gran barcelonista”. El Barça, sin embargo, jamás se acordó de Riba ni tuvo detalle alguno con él salvo en el homenaje que se rindió a los exjugadores con ocasión del Centanari (1999). Riba, ya muy mermado de facultades, desfiló junto a su amigo Josep Valle por el verde césped del Camp Nou. Como todas las viejas glorias, fue recibido con una estruendosa ovación. Un pequeño pedazo de justicia histórica para alguien que sintió los colores en lo más profundo de su corazón.

Ya jubilado, cambió su Barcelona natal por Vilassar, donde se instaló para afrontar la última etapa de su vida. Falleció el 11 de septiembre de 2002 en una clínica de Mataró a los 79 años de edad. El Barça lució brazaletes negros en su memoria el 14 de ese mes en San Mamés (0-2) y guardó un minuto de silencio en su honor (también para el exguardameta Iborra) el día 21 en el Camp Nou, con ocasión de un derbi contra el Espanyol (2-0).