US Open

El US Open, un torneo que no deja indiferente a nadie

Grandes instalaciones, público muy activo, música, mucho ambiente, ruido... no todos se adaptan a eso

Stan Wawrinka tuvo sus más y sus menos con un apasionado aficionado

Stan Wawrinka tuvo sus más y sus menos con un apasionado aficionado / sport

Neus Yerro

El US Open es un Grand Slam diferente. Son muchos quienes a lo largo de su historia se han estrellado una y otra vez en este torneo o han tardado años en lograr sentirse cómodos. Nueva York, la ciudad que nunca duerme, hace honor a su apodo Y, como decía Andre Agassi, o la adoras o la odias. Y ese sentimiento se traslada al último 'grande' de la temporada.

La magnitud de las instalaciones del Billie Jean King National Tennis Center, un público diferente, que se implica en cada partido, que grita, celebra o padece y lo hace con mucha más intensidad durante las sesiones nocturnas, un auténtico mundo aparte... y durante los descansos, momentos que muchos aprovechan para concentrarse, música a todo volumen para la grada, la terrorífica 'kiss cam', la cámara del beso, que tanto gusta entre los estadounidenses o, incluso, el reparto de premios de un sorteo diario.

Sin olvidarnos de los aviones que sobrevuelan las pistas (el aeropuerto de La Guardia está cerca), los puestos de comida que funcionan de principio a fin alrededor de las pistas (y sus correspondientes olores a pollo frito, hot dog, palomitas, hamburguesas, patatas fritas, pizzas...), bares donde se puede consumir alcohol durante toda la jornada...

Hay quien, como Roger Federer o Novak Djokovic -si Rafa Nadal estuviera compitiendo también engrosaría esa lista-, que disfrutan de cada instante pasado en Flushing Meadows. “El US Open intenta que la gente se entretenga, dentro y fuera de las pistas. Siento una cierta envidia cuando veo otros deportes: las pantallas grandes, lo que pasa en los descansos… Incluso durante el juego se puede gritar, silbar, lo que quieras. No podemos ir tan lejos, pero entre juego y juego, ¿por qué no? Sería bueno para el espectáculo”, apunta el número uno.

“El público aquí quiere emociones. Y la noche tiene algo electrizante, es como más salvaje”, destaca Roger Federer. Otro de sus ex campeones, Andy Murray, cree que todo es una cuestión de hábitos y que si se permitiera a la gente hablar y moverse, al final los jugadores terminarían por acostumbrarse.

Pero hay otros que defienden tesis muy diferentes. Como el suizo Stanislas Wawrinka o el checo Tomas Berdych. El campeón de Australia tuvo un enfrentamiento con un espectador durante su duelo (en sesión nocturna) con el brasileño Thomaz Bellucci: “¡Cállate tío! En serio... ¡cállate!” le llegó a gritar al espectador a pleno pulmón. En la rueda de prensa posterior al encuentro, Stan sentenció: “No pasa nada. Un fan sudamericano… Al final del día comienzan a estar un poco borrachos. Tuve que hablar con alguno de ellos. Es normal… Todo el mundo estaba metido en el partido…”.  Dejando al margen las consideraciones políticamente incorrectas de su comentario, no es la primera vez que algunos jugadores se sienten molestos por la actitud de un público que entienden el deporte como un espectáculo. Y ellos quieren formar parte de ese espectáculo.