la entrevista

Àlex Corretja: "Jamás me he tomado una cerveza"

Es el yerno que toda madre querría tener. El hijo perfecto. Un ejemplo de educación que le dio al tenis español un Masters, una Copa Davis y una medalla olímpica

El lado más personal de Àlex Corretja

El lado más personal de Àlex Corretja / sport

TONI FRIEROS

Bueno, bueno, enhorabuena, Àlex. Y a Martina, claro...

¡Gracias! Estamos muy ilusionados con ‘nuestro embarazo’. Es un hijo muy deseado después de seis años de convivencia.

Será niña... 

¡Sí! La esperamos para enero.

¡Usted ‘solo’ sabe hacer niñas!

(Risas) ¡No me quejo! Mis dos hijas son lo mejor del mundo. Ellas están por encima de todo, aunque claro, también es lícito soñar con un niño, ¿no?

¿Padrazo?

¡Y madrero! Desde que me separé, he hecho de padre y de madre de mis hijas cuando las tengo conmigo. He procurado, y procuro, disfrutar cada segundo que estoy con ellas. Son la alegría de mi vida.

¿Se ha perdido muchas cosas?

No. Les he cambiado los pañales, les he dado el biberón, he hecho y hago los deberes con ellas... Ya tienen 13 y 11 años y todavía hoy, cada noche, les leo un cuento antes de irme a la cama.

¡Qué afortunado!

Cuando estoy de viaje con Eurosport o TVE comentando partidos de tenis, cuento los días para volver a casa. Perderme un festival de mis hijas, por ejemplo, es mucho peor que perder cualquier otra oferta profesional.

¿Por eso ya no hace de ‘coach’, como hizo con Andy Murray?

Por eso. Ya no estoy para pasarme veinte semanas fuera de casa. Entrenar en Barcelona, sí. Ahora bien, fuera no. Afortundamente me lo puedo permitir.

¿Dónde está para usted el paraíso? 

Todos lo buscamos, pero me temo que, desgraciadamente, no existe.

Imagíneselo...

Tal y como está el mundo hoy en día es difícil imaginárselo. Y eso que yo soy un afortunado.

¿Qué nos pasa, Àlex?

Creo que, como sociedad, hemos perdido muchos valores esenciales, como son el respeto y la educación. Y tenemos otro defecto...

Otro...

Sí, la falta de comunicación. No hablamos, no nos entendemos, no nos comprendemos. En los últimos tiempos veo mucho odio, mucha envidia. Antes, cuando viajaba por todo el mundo con una raqueta bajo el brazo, no lo veía así. 

¿Y qué hacemos?

No lo sé, pero ojalá pudiéramos vivir en paz con nosotros mismos, porque entonces sabríamos respetar a los demás y lo que nos diferencia. 

Usted ha viajado muchísimo, ¿qué le ha impresionado más?

No se lo creerá, pero un viaje que hice a la India, país que no conocía, ya retirado. Fui a jugar un torneo de veteranos y conocí en directo la precaria y dura vida de los habitantes de Chennai, de Nagpur. Aquella experiencia hizo que cambiara, por ejemplo, la forma de educar a mis hijas.

¿Cómo?

Quiero que sean conscientes de todo lo que tienen, que  sepan que hay otras muchas vidas y no todas son fáciles y agradables. Y que lo valoren. Y yo mismo me lo aplico. Cuando era tenista no me daba tiempo de pensar en nada que no fuera tenis. Ahora lo valoro todo mucho más.

¿Por eso colabora con la Fundación ‘Lo que de verdad importa’?

Con ella y con todas las que me lo piden. Es un enorme placer para mí compartir y explicar en conferencias lo que he hecho como profesional y dar mi visión de las cosas. He dado  ponencias en diferentes ciudades, A Coruña, Mallorca, Zaragoza...Es una actividad que me llena mucho.

También hace  ‘coaching’...

Asesoro a empresas, ejecutivos, multinaciones. Es lo que se llama ‘mentoring’. 

¿Les da las claves para triunfar en la vida?

 Hay dos aspectos básicos que valen para todos: actitud y esfuerzo. El talento por sí solo no sirve para alcanzar tus objetivos. Ayuda, sí, pero no basta.

¿Cómo se lleva con las redes sociales?

Son una herramienta muy positivas si las utilizas bien, con respeto y de forma constructiva. Desgraciadamente hay demasiada gente que no lo hace así. Pero me gustan porque acerca a la gente. Le pongo un ejemplo...

Claro...

Cuando Albert Costa y yo ganamos la medalla de bronce en los JJ.OO. de Sydney, aquí en España, como las noticias llegaban tan tarde y estábamos tan lejos, se enteraron cuatro. Hoy en día, con las redes sociales, hubiera sido una medalla histórica y le habrían dado mucha más repercusión.

Veo que solo bebe agua...

Es lo único que bebo. Jamás en mi vida he tomado una cerveza, vino o bebida alcohólica.

No me lo creo...

Pues créaselo porque es verdad.

¿Y eso?

En 1998, volviendo de Nueva York, para poder dormirme, mezclé varias cosas y me emborraché. Lo pasé fatal. Desde entonces, solamente zumos, coca colas, agua y poco más.

¿Volveremos a verle  en Formentera?

Sí, como cada año. Alquilamos un apartamento toda la familia y pasamos unos días inolvidables. Quizá el paraíso sí exista...