¡La décima maravilla de Rafa Nadal!

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¡Décimo Roland Garros para Rafa Nadal! ¡Lo nunca visto en la historia del tenis masculino! Ningún jugador había sido tan dominante en un Grand Slam como lo es el balear en el 'grande' francés mientras en categoría femenina el récord son los 11 Open de Australia de Margaret Court. 

Victoria sobre el suizo Stan Wawrinka por 6-2, 6-3 y 6-1 en dos horas y cinco minutos de partido.

Espectaculares sus cifras que le sitúan ya con 15 'majors' en su currículum, en segunda posición del ranking histórico tras Roger Federer (18).

A las tres y dieciocho minutos de la tarde empezaba a escribirse en Roland Garros la página de oro más brillante de la historia. Salían a la pista los protagonistas de la final, Rafa Nadal y Stan Wawrinka, jaleados por la grada que llenó la Philippe Chatrier. Tampoco frente a las dos pantallas gigantes habilitadas en la instalación cabía un alfiler. 

Fue un inicio frío, dominado por un ritmo lento, con ambos tenistas jugando con el máximo tiento, sabedores ambos de que ceder rápidamente la iniciativa en una final no es nada bueno. Rafa 'zafó' un punto de break en el tercer juego y Stan hacía lo propio, aunque en su caso fueron cuatro, en el 'game' siguiente. 

Pero eso actuó como espoleta en un Nadal que se anotaría siete juegos seguidos. El suizo había estado buscando una brecha en el juego de Rafa, incidiendo en su revés. Pero cuando el balear está con confianza ese golpe se le da estupendamente bien. Verle pegar el revés paralelo es signo inequívoco de que se siente a gusto en la pista. Y lo estaba.

Logró que el suizo no pudiera pegar cómodo: con bolas profundas, cambiando las direcciones y las alturas en cada golpe, Wawrinka tenía que golpear siempre en movimiento y eso le impedía soltar esos latigazos con los que desbordó en semifinales a Andy Murray.

Set para Nadal y ventaja de 3-0 en el segundo parcial. El helvético empezó a negar con la cabeza. No veía por dónde podía flaquear el hombre que estaba al otro lado de la red, el que jamás había perdido ninguna final en la tierra batida de París. Y que no iba a perder tampoco ésta.

No lograba regularidad el pupilo de Magnus Norman. Si no eres capaz de encadenar varios puntos seguidos, la diferencia se va ampliando cada vez más. Es lo que pasó. Se anotaba la segunda manga Nadal y rompía de inicio en la tercera. Desesperación absoluta de Wawrinka. Y es que tenía el Everest frente a él. Ganarle tres sets a Rafa era una misión imposible.

Intentó agarrarse al público para que le sostuviera. Pero no era el día. Ni siquiera si las 14.911 gargantas de Philippe Chatrier hubieran ido al unísono habrían podido desviar a Rafa de su propósito. Era cuestión de no acelerarse, de no precipitarse. 

Y, a las cinco y 25 minutos de la tarde, dos horas y cinco minutos después del inicio, el intento de dejada de Wawrinka se estrelló en la red y Rafa se lanzó a la tierra, esa tierra que tanto le ha dado y a la que él tanto adora. 

Después, el recogimiento en la silla, el momento de soledad del campeón, rememorando todo los momentos que han precedido a éste, al éxtasis. Nueva reinvención para convertirse en un tenista todavía mejor tras superar una lesión de muñeca.

"Ha sido increíble volver a ganar esta final, ganar la décima es muy especial para mí. Estoy muy emocionado y mi francés ya es muy malo y en este momento es aún peor", dijo en la misma pista, "para mí, los nervios, la adrenalina que siento cuando juego en esta pista es difícil comparar, no puedo describirlo".