El Madrid se aferra a la cabeza de Ramos

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Avisó Zidane que el Madrid iba a sufrir en San Paolo y así fue ante un Nápoles que puso a los blancos contra las cuerdas hasta la irrupción de Sergio Ramos, otra vez salvador a base de cabezazos.

Antes el Madrid estuvo en el alambre ante el empuje local. Porque el Nápoles jugó con un arrojo formidable y un plan futbolístico muy definido durante los primeros 45 minutos.

Fue la versión más eléctrica del conjunto italiano; un equipo poderoso cuando ataca en bloque, aunque frágil en el repliegue. Las transiciones rápidas del conjunto de Sarri desarmaron a un Madrid irreconocible, partido por la mitad.

La imagen de Casemiro, incapaz de tapar el desagüe, era la de un equipo superado. Sin respuesta, sin control y abrumado por la inercia de la fiebre napolitana. No tardó en avisar el conjunto de Sarri. Primero con un disparo envenenado de Insigne y más tarde con el gol de Mertens. El delantero está viviendo su gran temporada y demostró que listo para las grandes citas. Suyo fue el primer tanto con un disparo raso imposible para Keylor.

El Madrid seguía perplejo -con Modric y Kroos dimitidos- y la BBC en su particular islote. Encerrado en su campo y con alguna contra esporádica. De eso vivió el Madrid en la primera mitad y Cristiano a punto estuvo de marcar el empate. El portugués quedó un poco escorado en el área y envió, con toda la portería para él, el balón al palo.

El susto no cambió la mentalidad de los locales, que siguieron jugando con una determinación espléndida. Mertens, de nuevo el belga, pudo poner el 2-0. Pero su derechazo golpeó en el palo y respiró el Madrid. Los datos en el descanso eran demoledores: el Madrid recibió 11 disparos a portería en solo 45 minutos, más que en cualquier otro encuentro de la Era Zidane.

Y de repente Ramos...

Algo se torció para el Nápoles en la segunda mitad. Porque lo que se vio en San Paolo en la segunda parte fue otro partido. Benzema fue el primero en enviar un mensaje con la primera ocasión del Madrid. Algo se había movido en el vestuario del Madrid en el descanso. Fue un Madrid con más empaque, aunque el cambio se explicó sobre todo por un nombre. Por Sergio Ramos, convertido en emblema del equipo a base de goles importantes.

Lo del central es además un caso de estudio: todo el mundo sabe que rematará los córners. Todo el mundo sabe que ataca el primer palo. Pero no hay forma de frenarlo. Esta vez logró en dos ocasiones. Con apenas seis minutos de diferencia marcó dos goles de cabeza. El primero, con su clásico remate, el segundo con la colaboración de Mertens, que con su despeje, envió el balón a la portería de Reina.

Ramos se ha convertido en el gran agitador del Madrid, el salvador de un equipo que mantiene una pegada espléndida. Esta vez  sin embargo, más que un Nápoles-Madrid pareció un Nápoles-Sergio Ramos en una noche gris de la BBC.

Los tantos del Madrid desactivaron la fiebre de San Paolo en un partido particularmente cruel para un Nápoles que bailó al Madrid durante toda la primera mitad y terminó hundido con el último gol de Morata. 

No estará en cuartos el conjunto italiano y sí un Madrid que avanza de ronda con otra aportación espectacular de Ramos. Ni Cristiano. Ni Benzema. Ni Bale. El Madrid se aferró a la cabeza de Ramos para festejar el triunfo en San Paolo.