Las heridas de Sevilla del Real Madrid

El entorno madridista empieza a dudar de su equipo

El entorno madridista empieza a dudar de su equipo tras la derrota en Sevilla / EFE

Alejandro Alcázar

Al Real Madrid de Zinedine Zidane ya sabe cómo se le queda el cuerpo a un equipo cuando pierde en los últimos minutos. Una dinámica que ha utilizado hasta en ocho ocasiones para diferenciarse del resto y estar 40 partidos sin perder. Jugar en el alambre tiene estas cosas, y duele más cuando lo que ha fallado es algo que se intuía: el portero y el nueve, la base de un equipo para ganar y perder partidos. Keylor Navas y Benzema cometieron dos errores groseros para un equipo de la categoría de los blancos. Pero no fueron los únicos, Zidane y Cristiano se sumaron al desconsuelo por omisión. El técnico, por su falta de reflejos para reactivar al equipo cuando el Sevilla empezó a voltearlo. Y el Balón de Oro, por su impotencia e inoperancia para marcar diferencias como líder y estrella del equipo. Cuatro patas para el banco que propició la primera derrota en más de nueve meses de competición y que intentan no tomarse como un drama, pero que puede dejar secuelas para el futuro.

A la baja El apático estilo en la dinámica de juego en la que ha entrado Benzema tiene alertado a los madridistas desde hace tiempo. Ven en el francés uno de los puntos débiles del equipo. Un nueve limitado de gol, que busca el remate en el fallo o en el despiste del defensa, sin disciplina ni sufrimiento en defensa, lento en la reacción e indolente en la pegada. Técnicamente exquisito, pero no siempre, depende de si tiene o no un buen día. Ante el Sevilla cometió dos errores de bulto: uno al mandar por encima del larguero un remate a dos metros de la línea de gol que desesperó a sus compañeros; y otro, perdiendo la pelota ante Vitolo por esa indolencia con el balón. Benzema es el capricho de Florentino y el protegido de Zidane y probablemente ha podido tocar techo como jugador.

Dos goles, dos fallos El otro señalado es Keylor Navas. Es evidente que no está a la altura del año pasado. Se muestra inseguro en los despejes y en las salidas, y aunque deja patente que tiene unas condiciones gatunas no las está explotando por cierta dudas a la hora de actuar como en el empate del Sevilla. Se quedó en la línea de gol en un balón que debió atacar de puños al llegar a uno de los vértices de su área pequeña, porque se sabe que desde ahí es mortal si alguien lo toca hacia la portería. Y fue a Ramos al que le cayó toda la bronca y la sorna del sevillismo, que ha encontrado en el autogol la perfecta ‘vendetta’.

Sin líderes Zidane hizo un planteamiento que maniató al Sevilla, pero pagó el precio de atacar menos por culpa de dos delanteros que están para sopitas calientes y brasero, y no para guerrear ante atrevidos defensas. Su peor decisión fue no dar aire al equipo cuando se puso 0-1, fortalecer la línea más inestable, el ataque. Mantuvo a Benzema y a Cristiano, que no ganaron un duelo en todo el partido y menos con kilómetros en las piernas. Una cosa es tener fe en ellos y compadrear y otra perjudicar al equipo. Cristiano marca goles, menos, pero los marca. El problema es que no juega una patata, y obliga a sus compañeros a servirle el balón en el área para que lo remate. Demasiado tienen defendiendo por él como para construir ocasiones para que luzca su pegada sin que él ponga nada más de su parte.