¡Vuelve 'Andresito' de mi vida!

Iniesta, en el Calderón

Iniesta, en el Calderón / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Son estupendos. Buenísimos. Leo Messi te mata, te gana el partido, cierto, pero son Iniesta y Xavi los que te destrozan las piernas, los que te hacen correr, sin sentido, persiguiendo el balón hasta agotarte”. No, no es Pere Gratacós quien hablaba así, en mayo de 2011, del juego del Barça y, sobre todo, de la tremenda lucidez y eficacia de Leo Messi. Qué va, qué va, quien lanzaba semejantes elogios era el británico Wayne Rooney, uno de los mejores futbolistas ingleses de las últimas décadas, tras padecer el juego del Barça en Wembley. Y ese parrafito, que yo repasaba no hace mucho cuando un día, por entretenerme, escribí en Google “elogios a Messi”, me ha venido a la memoria este fin de semana por tres razones: una, porque el Barça llevaba mucho tiempo pasando el balón por encima de sus centrocampistas; dos, porque el Barça había perdido la idea de jugar con centrocampistas, su mejor arma, su arma mortal (aunque Messi sea quien mata) cuando logró la excelencia y, tres, porque si algo ha demostrado la exhibición frente al Celta es que han vuelto los centrocampistas, especialmente Busquets y, quién sabe, ¡ojalá!, tal y como anunció esa misma noche Luis Enrique, también Iniesta.

El Barça afronta, como todos los grandes de Europa, sus últimos meses de competición con la posibilidad de volver a repetir el triplete, cierto, esta vez más difícil que nunca. Es más, hay quien ya ha impreso, en letras de oro, la palabra ‘imposible’. Y, no, en fútbol no hay imposibles y menos para un equipo al que se le ha visto derribar muros, para un equipo que ha tenido (que tiene) fútbol a toneladas y que cuenta en sus filas con cuatro de los cinco magos del balompié: Messi, Suárez, Neymar e Iniesta. Podemos llamarle suerte cuando queremos decir fútbol. Es verdad, demasiado cierto, que el Barça jamás ha tenido ni siquiera el ‘espíritu de Juanito’ al que agarrarse en noches en las que necesita más que una remontada, precisa, casi, casi un milagro. Bueno, necesita que pase algo. No es menos cierto, que jamás el Barça ha tenido cofradía alguna, ni siquiera la del ‘clavo ardiendo’, a la que rezar. Y ya no digamos el minuto ‘noventa y Ramos’ por el que soñar.

El Barça ha tratado siempre de agarrarse a lo que mejor tiene, crea y demuestra: su juego, infinitamente más creativo y ofensivo que el de cualquier otro equipo, incluso que cualquier otro campeón. Y, en ese sentido, pese a tener a Messi (o, incluso, por tener a ‘D10S’), es más necesario que nunca, que frente a un equipazo como el PSG, la sala de máquinas vuelva a ser (o se parezca) a lo que era. Y es por eso que la demostración frente al Celta provoca que la gente (no toda; yo sí) crea. Y creer nace, no de seguir viendo golear a la MSN, cosa que sucede a diario, cosa que no sorprende, cosa que jamás se encontró a faltar, sino de comprobar que Busquets vuelve a ser Busquets, que se adivina que ha vuelto el mejor Rakitic, que se nos anuncia el mejor Iniesta (¡¡¡Dios, el mejor Iniesta!!!) y que hasta Rafinha, un media punta alineado en el centro, puede ser un estilete más a la hora de percutir. Porque a Rooney, admirador de Messi, aún le duelen las piernas de perseguir a Xavi e Iniesta.