Teatro del bueno

Una coronilla

Florentino Pérez, en el Bernabéu

Florentino Pérez, en el Bernabéu / sport

Carles Sans

Mientras esperaba que empezase el partido del Mundial de Clubs que se celebra en Japón, leí con estupor en este diario las órdenes dadas por el señor Florentino Pérez a la televisión del club de que no tomen planos de su coronilla. Digo yo que lo hará para que su imagen de latin lover adquirida a base de esfuerzo y años no se vaya al traste y se haga público que también a los todopoderosos les llaga su “San Martín”. La verdad es que todos, públicos o anónimos, con los años acabamos siendo puestos en evidencia a través de nuestros pelos. A unos se nos blanquean; a otros les desaparece, y a algunos se les va por la coronilla, como a Florentino. Dicen que Pérez teme que a la pérdida de credibilidad gestora atesorada con empeño en las últimas temporadas se añada la decepción de los fans al descubrir que el ser superior no solo pierde adeptos sino también el pelo.

En fin, para contrarrestar, yo procuraría que las televisiones que no estén bajo su influencia de vez en cuando nos regalaran con algún plano para seguir la evolución capilar del presidente madridista. Dicho todo esto con el mayor respeto, con el mismo respeto con el que él, hace unos años, después de haber caído derrotado ante el Barça de Guardiola, me dijo en el antepalco del Camp Nou, y cito textualmente: “A pesar del “bajito (refiriéndose a Messi) y de Guardiola, el Barça me ha parecido un equipo vulgar”.  Luego vinieron los éxitos que vinieron y hasta hoy. Ha pasado tiempo desde este encuentro y a todos, unos más y otros menos, se nos ha caído el pelo.

Por cierto, terminó el partido y el Barça cumplió con el objetivo de superar la eliminatoria con tres goles de esta maravilla que es Suárez. Ahora lo que toca es cumplir ante el River, y hacerse con la coronilla, perdón, quiero decir con la corona de campeón del mundo.