En tercera persona del singular

Zidane no encontró soluciones desde la banda para su equipo

Zidane no encontró soluciones desde la banda para su equipo / sport

Carme Barceló

Carme Barceló

Confieso que siempre me han dado cierto repelús los y las que hablan de sí mismos en tercera persona. Creo que al único que se lo perdono es a Dalí y, aun así, me cuesta. En estas semanas de racha y autobombo madridista, en los que han conjugado con arte y pericia los buenos resultados -que no buen fútbol-, el ‘efecto Zidane’ y las alteraciones institucionales en el Barça, ha pasado bastante desapercibido The Best. Tras las campañas entregadas a la consecución de galardones individuales para hacer feliz al portugués en su declive, la realidad les dio un bofetón en el Sánchez Pizjuán con un resultado adverso y todos los ingredientes de un guión propio de Hollywood. Tozuda como es, ese 2-1 personificado en Sergio Ramos, con el dedo acusador sobre Keylor Navas y un gesto indolente de Benzema, pasó de puntillas sobre la figura de CR7, que parece intocable. Él, que habla de sí mismo muchas veces en tercera persona del singular, personifica ya no solo el ego y el narcisismo, sino la sobreprotección de la que gozan algunas figuras. Poco o nada he oído, visto o leído sobre el balonazo de Cristiano sobre la espalda de Vitolo, acción por la que incluso árbitros de cabecera han reconocido que merecía la tarjeta roja directa. Lo llega a hacer Messi -ya no digo Piqué, que hubiera tenido que pedir asilo en Colombia- y no nos da la programación ni la imprenta para el tema. Esa acción puntual no es tan grave como la confirmación de que la estrella del portugués se va apagando. Su escasa aportación en el partido ante el Sevilla, considerándose a sí mismo como el líder de la manada blanca, fue alarmante. Pero desvían el foco. La tercera persona del singular la dirigen hacia otro. Ahora se llama Keylor, el portero que ha estado bajo los palos los 40 partidos de la racha. A Ramos casi le han convertido en un mártir y a Cristiano Ronaldo le han colocado en la tercera persona del plural para que pase más desapercibido mientras buscan grieta en el proceso de renovación de Messi, el auténtico número 1. Él puede usar la primera persona del singular en mayúsculas. Pero prefiere hacerlo en el campo. Discretamente.