Sandro Rosell nos falló

Momento en el que Rosell abandona su casa

Momento en el que Rosell abandona su casa / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

Más de tres años después se desvela el gran misterio. Ayer supimos por fin por qué había dimitido Sandro Rosell y por qué había guardado silencio durante tanto tiempo. La vergüenza, la tristeza y la decepción se apoderaron ayer del barcelonismo con la detención fulminante del expresidente blaugrana por presunto blanqueo de capitales y pertenencia a banda criminal. Esta vez ya no valen las manos negras, ni las teorías de la conspiración, ni nadie podrá esgrimir que su caída es consecuencia de las clásicas luchas intestinas barcelonistas, como suele decirse como excusa. El cerco a Rosell lo monitorizó la UDEF con ayuda del FBI en el marco de la operación FIFAgate y tiene ramificaciones internacionales en Brasil y Andorra. Esta vez ya no son creíbles los complots contra el Barça, el independentismo y otras manías persecutorias. Aparentemente, la denominada ‘operación Rimet’ no tiene relación alguna con el Barça y el club intentaba ayer aislar al presidente Bartomeu de la deflagración. El club tiene técnicamente razón: la detención de Rosell no lo afecta judicialmente. 

Pero el daño moral no será tan fácil de perimetrar. En primer lugar, porque algunos delitos por los que la UDEF y el FBI le acusan habrían sido cometidos cuando Rosell era directivo del club. Fueron posteriormente aireados en parte por Marc Ingla en la campaña de las elecciones del 2010, aunque rápidamente tapados y desmentidos. Cabe preguntarse ahora qué habría votado el socio del Barça entonces si hubiera tenido toda la información que tenemos hoy. En segundo lugar, porque los presuntos delitos de Sandro Rosell tienen conexiones con el bochornoso FIFAgate, es decir, que podrían comprometer las relaciones del Barça con la diplomacia del fútbol a nivel internacional: que un expresidente reciente de la entidad esté implicado en un caso de semejante gravedad no ayuda precisamente a dar una imagen sólida y creíble de la institución. Y en tercer lugar, porque Bartomeu se ha significado varias veces públicamente a favor de Rosell y nunca ha hecho ningún esfuerzo para disimular que mantiene los vínculos intactos con él. 

Tras el tsunami de ayer, se confirma que la presidencia del Barça es una silla eléctrica en la que casi nadie queda a salvo: Núñez, condenado; Rosell, detenido y Bartomeu, investigado. Laporta tampoco sale moralmente indemne, porque a pesar de liderar el mejor Barça de la historia tuvo que admitir en octubre del 2011 que había cobrado más de 10 millones de euros de Uzbekistán a través de su despacho de abogados siendo presidente del Barça, algo perfectamente legal pero muy poco edificante. Dicho esto, la figura que queda más seriamente comprometida es sin duda la de Sandro Rosell que, ironías de la vida, impulsó una injusta acción de responsabilidad contra la junta anterior en nombre del “rigor y la transparencia”. Sus palabras de entonces se le giran ahora en contra como un boomerang. Cuando accedió a la presidencia en julio de 2010 dijo una frase que hizo fortuna: “No os fallaré”. Ni siquiera eso ha sido verdad.