'Si me queréis, irse'

Luis Enrique, entrenador del Barcelona

Luis Enrique, entrenador del Barcelona / EFE

Risto Mejide

Risto Mejide

En el fútbol y en la política son los únicos lugares en los que nunca se van los mejores. En el resto de ámbitos, cuando alguien se va casi siempre se le hace un homenaje que puede devenir en felación. Vamos, que te sueles ir bastante más guapo de lo que viniste. Sin embargo, algo tienen estas dos áreas que no hay forma de irse bien de ningún sitio. Da igual cómo lo hagas, que siempre lo harás mal.

Si lo haces con tiempo, porque abandonaste el barco a media travesía. Si lo haces de pronto, porque así no se hacen las cosas. Si lo haces sin gloria ni títulos, porque ya se veía que tocaba un cambio de ciclo. Y si lo haces con 8 de 10 en el bolsillo, porque ya no dabas para más.

Seguramente tenga que ver con la falta de tiempo para dedicarle un luto en condiciones. Nunca hay tiempo para llorar convenientemente al finado. La máquina debe seguir rodando, ‘the show must go on’. Y como todo buen jefe de redacción sabe, solo hay una portada que venda más que la de tu marcha: la de tu sustituto. 

La marcha de Lucho no es que nos haya cogido con el pie cambiado, pero sí ha sorprendido su falta de construcción. El mismo día, un presidente siempre conciliador le dedicaba el sobrenombre de superentrenador, sí. Pero nos falta una historia, ‘LA’ historia, esa serie de razones más o menos consecuentes y concatenadas que nos lleven al desenlace de esta semana, lo que en marketing se conoce como storytelling. Las marcas sin storytelling no construyen su futuro, tan solo sobreviven a su pasado.

El problema no es que nos falte esa historia. El problema está en quién deberá escribirla. Y sobre todo, si no es tarde ya. Cuando has convertido al mensajero en tu enemigo, cuando te has enfrentado a quien dedica su tiempo y su vida a relatarte, no es de extrañar que el día que te vayas no te sobren precisamente los voluntarios para glosar tus gestas. Además, si la historia la escriben los ganadores, nos podemos esperar lo peor. Me imagino el sentimiento de victoria que sentirán algunos periodistas. Un sentimiento erróneo y en el que todos pierden, pues no hay mejor fuente de historias que un buen conflicto, y si no que se lo digan a los periodistas que deben seguir a Trump.

Tampoco creo que un libro sobre Luis Enrique y su paso por el Barça vaya a tener mucho sentido. Básicamente porque no me veo al principal protagonista juntándose con un periodista a charlar ahora que precisamente logrará alejarse de ellos. Aunque vete a saber.

De cualquier modo, creo que quien debería cuidar estas cosas es el mismo club. No podemos permitir que la gente salga mal -o vamos a decir de manera abrupta o incompleta- de una entidad tan grande. Y lo mismo que sirve para entrenadores, sirve para jugadores, sirve para directivos y sirve para cualquiera que haya significado algo para el Barça.

Quien se va bien, te deja parte de su historia. Quien se va mal, se lleva parte de la tuya. O como dijo alguien, creo que fue Lao Tsé. Cuida el final como cuidaste el principio y cosecharás el éxito.