No pasará

Cristiano Ronaldo y Vitolo se encaran durante el Sevilla-Real Madrid de la Liga 2016/17 disputado en el Sánchez Pizjuán

Cristiano Ronaldo (derecha) y Vitolo se encaran durante el Sevilla-Real Madrid de la Liga 2016/17 disputado en el Sánchez Pizjuán / EFE

Risto Mejide

Risto Mejide

Jamás hay que alegrarse de la desdicha ajena. Eso es, al menos, lo que siempre me enseñaron. Y sin embargo, ahí estamos todos los culés, esperando que el Madrid pinche. Sevilla, Celta o Málaga, nos da igual. El caso es que todos esperamos su error. Como el otro día en Champions, ante el Atleti. Una pena, pensamos todos. Sobre todo porque a veces la justicia divina parece que se pone de perfil, y siempre con los mismos. Los insultos entre CR7 y Torres acabaron siendo fruto de la archiconocida soberbia del primero y la desesperación del segundo, que a la vista de no poder defender a sus aficionados con el resultado, se vio forzado a hacerlo como si de un callejón de barrio se tratase. El caso es que me hubiese encantado que el Madrid pinchase. Lo reconozco, sí.

En lugar de eso, un recital de fueras de juego, el jugador número doce que fichó Florentino sin que nadie se diera cuenta, nos dejó, como auguraba el maestro colchonero, un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo. Ojo, que nadie se confunda, que esto no es antimadridismo. Es más bien todo lo contrario. Estar siempre pendientes de que pierda el mismo equipo es todo un halago. Significa que es el único que nos puede arrebatar las opciones de título. Significa que cuando no lo gana uno, se espera que lo gane el otro. Y sobre todo, significa que hay temor. Y no existe forma más grande de elogio, en lo deportivo se entiende, que el miedo. Porque respeto hay que tenerles a todos. Pero miedo, sólo al que más te la puede liar. De hecho, los grandes jugadores son los que se crecen ante ese miedo, y parece que estén de todo, menos asustados.

Queremos que el Madrid pierda. Que se quede sin opciones de títulos esta temporada. Un mundo ideal en el que Buffon gana el Balón de Oro, la Juventus se lleva la Champions y el Celta le da a los blancos lo que nos dio a nosotros en Balaídos. E insisto, es todo un halago que deseemos que sea así. Sin embargo, en el fondo algo nos dice que nada de eso va a pasar. Hay demasiadas cosas que se pueden torcer de aquí al final de la temporada. El Barça, para empezar, puede sufrir un resbalón ante cualquiera de los dos equipos presuntamente modestos que le quedan, como el que sufrió ante el Málaga. Las Palmas o Eibar. Da igual. El Real Madrid no juega con un equipo, sino con dos. Ese al que no le pitan fueras de juego y el otro. Y la Vecchia Signora puede tener un mal día el 3 de junio y volver a sufrir lo que sufrió ante nosotros en Berlín.

Ante esto, cada cual que elija su estrategia. Yo, para ahorrarme disgustos, prefiero ser siempre pesimista. De esta forma, la alegría en caso contrario siempre es mayor. Y en caso de haber acertado, la tristeza la he prorrateado por varios días, con lo cual nunca llega de golpe, y se lleva mejor. Que gane el mejor, otra frase que solía decirse en mis tiempos de portero en el colegio.

Está claro que eso ya no ha pasado hasta ahora.Así que no veo por qué debería pasar.