Lo de Rafa

Rafa Nadal está listo para la batalla ante Stan Wawrinka

Rafa Nadal está listo para la batalla ante Stan Wawrinka / EFE

Risto Mejide

Risto Mejide

Cuando el fútbol pasa a un segundo plano de la información deportiva en nuestro país, cuando el deporte rey abdica en cualquier otro, de pronto y sin avisar, eso es que algo muy gordo está pasando. Alguna gesta, alguna historia con mucha épica y esfuerzo llevado casi siempre a la sombra de la discreción hasta que de pronto un resultado hace impepinable e ineludible abrir todos los informativos con esa información. Y últimamente, quien más veces lo ha conseguido, quien más veces nos sorprende y para bien, tiene nombre, apellidos, procedencia y profesión. Rafa. Nadal Parera. Manacor. Y tenista. Hablemos de lo bien que nos sientan este tipo de campeones. Hablemos de lo de Rafa. 

Lo de Rafa Nadal es histórico. No creo que, en la historia de nuestro país, haya habido un solo compatriota que nos haya dado tantas buenas noticias a tanta gente y en tan poco tiempo. Con su permiso, su palmarés es de alguna forma también nuestro, ya que nos permite pasearnos por el mundo entero mirando de tú a tú a cualquiera que nos intente toser.

Como siempre, la forma de ganar es tanto o más importante que el hecho de ganar en sí. Y yo, como amante del tenis pero sobre todo como padre, me siento orgulloso de que existan héroes como él. Héroes que no se rindan. Héroes que caigan y se levanten, como viene haciendo desde aquella majestuosa temporada en 2013. Héroes que sepan perder, pero sobre todo, que sepan ganar. Que siempre tengan una palabra elegante y elogiosa para su rival. Que sepan que ese es el ejemplo que queremos para nuestros hijos. Que demuestren a las nuevas generaciones cuál es el camino, a base de esfuerzo, sacrificio, humildad y dedicación. Y héroes, al fin y al cabo, que llenen las escuelas de tenis de niños que sueñen algún día ser como él. 

Por eso, lo de Rafa se refleja en cada campaña publicitaria en la que participa. El rostro más demandado por las marcas año tras año, lo es de manera lógica y legítima. Su imagen blanca, impoluta, después de tantos años, no es más que la justa recompensa a quien ha sabido hacer las cosas bien y sin estridencias. Igual es cosa mía, pero diría que hasta ha mejorado sus dotes como actor publicitario. Vale, igual aquí me he pasado. 

El caso es que lo de Rafa no es que sea de otro planeta. Lo de Rafa es que es de otro país. En un país lleno de Millets y Montulls, de Pujols y Bárcenas, Ignacios González, de etcétera etcétera, parece increíble que también haya nacido un tipo como él. Lo cual nos devuelve un poco la fe, nos recuerda que somos capaces de lo mejor y lo peor. Como la especie humana. Como el corazón. 

Por todo ello, cuando este domingo le veamos jugar su <strong>décima final de Roland Garros</strong>, sinceramente, a mí me preocupará muy poco si gana o pierde el título. Lo de Rafa va mucho más allá de un resultado puntual aquí y ahora. Lo de Rafa ya es una trayectoria, y como tal ha de juzgarse, valorarse y recordarse para siempre. Y si además gana, no hará más que agrandar su leyenda. Sí, ya sé que es del Real Madrid. Pero nadie es perfecto.