¿Ónde etá la belodita?

Imagen de archivo de un Barça-Madrid

Imagen de archivo de un Barça-Madrid / sport

Risto Mejide

Risto Mejide

A ver, dónde está la pelotita. Decídmelo porque justo la semana que me estreno en esta contra yo voy y me pierdo todos los partidos. Aun así, pretendo arrancar bien. Si la pelotita está en el fondo de la red, toca hablar del mejor equipo del mundo, de momento histórico del club, toca sufrir por las renovaciones y toca activar el modo paranoico por saber cuándo se va a acabar. Toca hablar del mejor jugador del mundo, toca ensalzar los valores de La Masia y toca restregarle a nuestros rivales lo importante que es apostar por cantera y no por cartera. Toca llamar al míster Luis Enrique y toca quererle como es. Toca alabar su estrategia en cada partido, lo sólido del centro del campo y de las virguerías que nos regala el tridente. Toca respetar a los árbitros, porque hay que acatar siempre sus decisiones, por arbitrarias que sean. Toca decir que la directiva sabe muy bien lo que se hace y toca hablar de la mejor afición del mundo, que sonríe y aplaude hasta los escupitajos de sus ídolos en 4K.

Pero ojo, que si la pelotita no ha entrado, avisadme, porque entonces tengo que cambiar ligeramente de discurso. En ese caso toca escribir sobre fin de ciclo, sobre lo mal que lo está haciendo Lucho, sobre sus desmanes ante la prensa, sobre lo agotada que está la plantilla, sobre lo mayores que están los buenos y sobre lo verdes que están los nuevos. Los árbitros no ven, ni oyen y casi que ni sirven para dar la hora. La directiva en este caso es una directiva perdida y sin rumbo, a la que hay que añadirle así como para echar más mierda algún caso en los juzgados, para dejar claro que no están por lo que están.

A mí no me gusta el fútbol. Y como no me gusta, seguramente, no tengo ni puñetera idea. Cuando algo te gusta, aunque solo sea por afición –que es la ósmosis del conocimiento–, acabas sabiendo algo sobre el tema. Yo no. Yo, por más que veo partidos, no aprendo. Porque tampoco le echo interés, lo reconozco. Y es que insisto, a mí no me gusta el fútbol.

A mí me gusta el Barça. Y me gusta precisamente por lo que explicaba en las primeras líneas de este texto. Ser del Barça no es ser de un equipo, es ser de dos. Cuando eres del Barça, eres del mejor club del mundo y de uno de los peores a la vez. Es como apuntarte a una religión y poder adorar a dios y al demonio al mismo tiempo y todo con la misma intensidad. Solo depende de dónde esté esa semana la pelotita.

¡Eh!, y todo bien. Porque disfrutamos igual poniéndolo por las nubes que poniéndolo a parir.