Un oficio en desuso

Deulofeu no viajarán este nsábadp a Girona al ser uno de los descartes

Deulofeu no viajarán este nsábadp a Girona al ser uno de los descartes / IGNASI PAREDES

Jordi Costa

Jordi Costa

Hubo un tiempo en que los extremos abiertos fueron seña de identidad del Barça. Con la fidelización al 3-4-3 y después al 4-3-3 se produjo un fenómeno curioso: al Barça le costaba encontrar extremos puros en el mercado, porque solo el Ajax los utilizaba, del mismo modo que a los extremos de la base barcelonista que no llegaban al primer equipo les costaba expresar en otros hábitats el oficio que habían aprendido. Hoy, es el propio Barça quien está renunciando progresivamente a jugar con extremos.

Es cierto que la marcha de Neymar, combinada con la lesión de Dembélé y el rendimiento irregular de Deulofeu, ha dejado a Valverde sin demasiadas opciones para explotar la banda con elementos netamente ofensivos. Pero tan cierto como que ‘El Txingurri’ ya prescindió de entrada de uno de los extremos, con el dibujo asimétrico que concede todo el carril a Jordi Alba, y el objetivo de reforzar el centro del campo y dotar al equipo de equilibrio. Además, en el último partido en el Metropolitano, el técnico optó de salida por André Gomes, el perfil menos parecido a un extremo de los que disponía. 

Es obvio que, en los partidos grandes, Valverde tiene diez nombres inamovibles y que usa el undécimo para matizar lo que intuye que necesita su equipo. En el caso del sábado, pensó en André Gomes por su capacidad física de tapar la banda de Filipe Luis. Pudo haber elegido a Deulofeu, a Denis -que no es extremo pero que, por lo menos, tiene uno contra uno-, o incluso a Aleix -no convocado- o a Sergi Roberto, ambos acostumbrados al costado sin ser tampoco extremos. La cuestión es que el Barça, en este caso sin ningún extremo, anduvo sin amplitud, ni profundidad durante el primer tiempo, y permitió al Atlético cerrarse sobre Messi, que debía superar a seis rivales cada vez que intentaba arrancar.

Puede que Valverde planteara el partido progresivamente, contando con el revulsivo de los que entraron desde el banquillo, e incluso es probable que Deulofeu no hubiera desequilibrado de inicio tanto como lo hizo al final. Le salió razonablemente bien aunque sorprende que en Bilbao utilizara extremos sistemáticamente y que ahora prefiera otras opciones.

Óbviamente, el técnico no decide por capricho, ni se tira piedras al propio tejado, pero el oficio de extremo no solo es fascinante sino tan distintivo del Barça como el juego de posición, porque ensancha el campo y genera espacios. Quizás jugar sin extremos aporte equilibrio, pero sin ellos se pierde espectáculo.

Sospechoso habitual

En ningún momento desde su llegada al Barça me ha parecido que André Gomes estuviera al nivel de lo que esperaban de él los aficionados culés, y ni siquiera quienes decidieron ficharle. Es más: a cada oportunidad que tiene el portugués, la sensación que transmite -quizás por su lenguaje corporal- es que nunca acabará de descorchar la botella para convertirse en el futbolista que apuntó en el Valencia. Y, sin embargo, me rebelo contra el prejuicio y la penalización que arrastra el chico.

No soy fan de André, pero no me parece justo que la valoración de sus actuaciones se haga por inercia. Sin llegar a brillar en ningún momento, el primer tiempo del portugués en Madrid, incluso jugando fuera de posición como explico en la columna anterior, no me pareció peor que el de la mayoría de sus compañeros. Hasta el punto de que muchos esperaban que fuera uno de los sustituidos por Valverde. Y no. No solo le mantuvo en el campo sino que le devolvió a su posición natural, donde el portugués cuajó una buena última media hora, a la altura del cambio de cara del equipo.

Los futbolistas profesionales están expuestos a la crítica si no cumplen las expectativas, especialmente si se abandonan, que no parece el caso de André. Pero también conviene hacerla con criterio, valorando las circunstancias, y no atizarle solo porque sea un sospechoso habitual.