Noche para cerrar bocas. O no

Leo Messi es siempre un peligro constante en el Bernabéu

Leo Messi es siempre un peligro constante en el Bernabéu / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Tremendo. No hay otra palabra para definir la situación del Barça. Así es el deporte. Cuando decimos que los resultados lo cambian todo, incluso el juicio sobre un entrenador, jugador, equipo, plantilla, presidente, directiva o proyecto es porque es así de cierto. ¿Injusto?, pues sí, es así de injusto pues muchas, muchísimas, por no decir todas, las circunstancias que se han ido produciendo a lo largo de esta temporada en el Barça ya deberían tener un análisis, un juicio, una sentencia e, incluso, solución. ¿Qué las tiene? Tengo mis dudas, entre otras razones porque, lamentablemente, también los que toman las decisiones están pendientes del marcador. ¿Error?, gravísimo. Tremendo, pero así es.

Y ese marcador era bastante incierto hace solo una semana, pero nos podíamos agarrar a él. El Barça era, junto a la Juventus, el Mónaco, el Bayern y el Borussia de Dortmund uno de los cinco equipos europeos que podía conseguir el triplete. Eso, unido a los ocho títulos de diez conquistados por Luis Enrique, era algo para estar muy, muy, orgulloso e, incluso, para seguir hablando maravillas de esta plantilla y de buena parte de sus jugadores. Pero, desde el miércoles, ya solo el Mónaco y la Juventus van a poder conseguir semejante racimo de trofeos.

Es más, el Barça era el único club que podía ganar las tres grandes Champions, pues a sus posibilidades (escasas) frente a la Juve, se unían las del Juvenil A en la Final Four de Nyon (Suiza) y la del Barça femenino, semifinalista ante el PSG. Pasadas 72 horas, ¡tremendo!, los turineses eliminaron, sin problemas y sin necesidad de Viktor Kassai alguno, al conjunto de Lucho y, ¡tremendo!, el juvenil fue ayer, incomprensiblemente noqueado, por el Salzburgo del milmillonario dueño de Red Bull, Dietrich Mateschitz, lo que significa que bien harán los 12.945 aficionados que acudan hoy al Mini en animar, con fuerza, con coraje, a las chicas de Xavi Llorens, pues están defendiendo el honor del Barça.

Es más. Por tremendo que sea, que nos suene, que duela, lo cierto es que muy pocos se creen ya las palabras pronunciadas ayer, en el sorteo de semifinales de la Champions (ya saben: Real Madrid-Atlético ¡la UEFA está harta de finales españolas! y Mónaco-Juventus), por el checo Pavel Nedved, director deportivo de la ‘Vecchia Signora’, en el sentido de que “si hemos eliminado al mejor equipo del mundo, podemos aspirar a todo”. ¿Es aún el Barça el mejor equipo del mundo?

Lo miras y no estás muy seguro. Lees su alineación y piensas “¡sí!”. Repasas su palmarés reciente y aseguras: “¡No hay duda!”. Pero le ves jugar y dudas. Por irregular. Porque jamás sabes por dónde va a salir. Y porque, lo siento, ¡tremendo!, Andrés Iniesta, Neymar Júnior, Luis Suárez y Leo Messi ya no parecen tan mágicos, tan únicos, tan, tan. Porque pones la radio, enciendes la tele, repasas los diarios y compruebas que todo el mundo habla ya ¡tremendo! de Cristiano Ronaldo, Antoine Griezmann, Paulo Dybala y ¡¡¡Kylian Mbappé!!!

Cuestión de resultados, cosa del marcador, de la última semana, de las últimas 72 horas… cuestión de lo que ustedes quieran, pero los chicos de moda ya no son ellos. Y lo saben. Tal vez por eso lloró ‘Ney’, más que por la camiseta, el escudo o ser eliminado de la Champions. Porque los han quitado del podio. ¿Qué pueden volver?, por supuesto. Mañana mismo por la noche. Bueno, ‘Ney’, no, que hizo el bobo en La Rosaleda y lo pagará sin aparecer en el mejor escaparate del mundo: el clásico Real Madrid-Barça. Los demás, lo tienen en su mano.

Porque lo que acaba siendo tremendo, sí, sí, tremendo, y forma parte del lado divertido, loco y positivo del fútbol (como dijo un día Jorge Valdano: “Lo más importante entre las cosas menos importantes del mundo”), es que mañana, a las 22.30 horas, podemos estar viéndolo todo con otro color. Bueno, no, tampoco. No exageremos, eliminados de la Champions lo estaremos siempre, desde luego. Pero una victoria (perdón, otra) frente al Real Madrid e, incluso, ¡tremendo! ¿no? ¡imposible!, podemos ver aplaudir al señor del bigote y su hijo, lo que sería de las cosas apoteósicas de este año, de esta vida, de este Barça de Luis Enrique, que ha decidido, al parecer, irse apagando poco a poco, sin demasiado ruido por más que la gent blaugrana le regaló, el miércoles, por la noche, la mejor ovación (y sentimiento, y cariño, y devoción) de los últimos años.